sábado, 8 de agosto de 2015

El beaterio de San Antonio (collación de San Vicente, Sevilla). Siglos XVII-XIX”



“El beaterio de San Antonio (collación de San Vicente, Sevilla).

Siglos XVII-XIX”.



Francisco Javier Gutiérrez Núñez

Salvador Hernández González

en 
PELÁEZ DEL ROSAL, Manuel (dir. y ed.): 
Congreso internacional “Las clarisas, ocho siglos de vida religiosa y cultural”. 
Actas del XVII Curso de Verano, El franciscanismo en Andalucía,  Priego de Córdoba y Jaén, 2011,  Asociación Hispánica de Estudios Franciscanos, Córdoba, 2014, 
pp. 289-305. ISBN: 978-84-938148-3-0
 




“Jamás en la vida encontraréis ternura mejor

Y más desinteresada que la de vuestra madre”

Honoré de Balzac (1799-1850)







1.- Clarisas y Terceras franciscanas.



1.1.- De los fuegos de Babilonia y de los peligros del Siglo.



En las últimas décadas se ha ido avanzando en el conocimiento del mundo de clausura femenino y de las fundaciones conventuales de las distintas órdenes religiosas, durante el Antiguo Régimen[1]. La mayoría de conventos exigían una dote muy alta para poder ingresar; como alternativa la piedad femenina ideó los beaterios, a modo de sucedáneos de conventos de “segunda categoría”, en donde ingresar no suponía altos costes (dote, hábito,…), ni someterse a unas reglas tan estrictas. 

El fenómeno de los beaterios fue muy característico de la espiritualidad femenina de la Baja Edad Media y se expresó en la conformación de comunidades femeninas cuyos miembros se dedicaban al cultivo de la oración mental y la mística del recogimiento, aunque este régimen, al no estar sometido a la rigidez de una estricta clausura, era compatible con la dedicación a actividades asistenciales y caritativas o la búsqueda de limosnas con las cuáles atender a la propia supervivencia de la comunidad. [2]

La gran época de expansión de esta peculiar forma de espiritualidad, que aunaba tanto la vida activa como la contemplativa, fue el tránsito de los siglos XV al XVI, al confluir una serie de factores: el crecimiento de la población femenina, el empobrecimiento general y la escasez de conventos de religiosas. De ahí que muchas mujeres optasen por la fórmula del beaterio, no ya por el alivio económico que suponía la eliminación de la dote, sino también por poder poner en práctica sus deseos de perfección espiritual sin tener que someterse a las exigencias de las Reglas con las que se regían los conventos propiamente dichos, si bien es verdad que muchos de estos beaterios seguían alguna de dichas Reglas, lo que los emparentaba con las terciarias de órdenes religiosas como las de San Francisco o Santo Domingo.

La Edad Moderna supuso un punto de inflexión en la trayectoria de estos establecimientos, especialmente a partir de la puesta en práctica de la normativa emanada del Concilio de Trento. La autoridad eclesiástica, siempre celosa de la ortodoxia, mostraba sus recelos ante estos grupos de mujeres que vivían su espiritualidad libremente y corrían el riesgo de traspasar la frontera entre la ortodoxia y la heterodoxia. Por ello la respuesta de la jerarquía, tanto del clero secular representado por los obispos, como del regular a través de los superiores de las diferentes órdenes, fue regularizar la situación institucional de los beaterios desde el punto de vista de la legislación canónica, obligándolos a su conversión formal en conventos adscritos a una determinada orden. Este proceso que fue lento, complejo y en ocasiones conflictivo, supuso a la postre la forzada reconversión de los beaterios en conventos, especialmente en los siglos XVI y XVII. Pero a pesar de este afán de control y uniformización, este tipo de congregaciones femeninas perviviría en la Edad Moderna, con una presencia ciertamente mucho más minoritaria que en los tiempos medievales, pero dotada del componente de asistencia social que caracterizó a aquéllos.

En el caso que nos ocupa, Sevilla como ciudad mercantil, era un foco receptor de migración de todas partes de su Reino, de Andalucía y de Castilla. Muchas jóvenes desamparadas en el mundo rural, llegaban a la ciudad en busca de trabajo, recalando en el servicio doméstico casi siempre. Entre ellas se contaban numerosas huérfanas con un futuro incierto. Incluso jóvenes de cierta posición social contaban con dificultades para lograr casarse, por no poder reunir una buena dote. 

Fueron abundantes las personas e instituciones que asumieron la función de atender a las niñas durante su orfandad, así como de rescatarlas en el caso de que ya de jóvenes cayeran en el “mal vivir” y en la marginación. Para ello intentaban fórmulas que lograran reinsertarlas en la sociedad, es decir buscarles posibilidades de promoción personal para que “tomaran estado” (matrimonio o profesión religiosa). En sí se trataba de iniciativas inconexas: muchas no tuvieron continuidad en el tiempo y nunca se aventuró un plan organizado y diseñado para atajar con eficacia todos estos problemas sociales. [3]

En la mentalidad del Antiguo Régimen, la salvación del alma de la mujer era un tema que “pesaba” en la conciencia cristiana de gran parte de la población y ello se deja entrever en algunas ocasiones en los testamentos. El peligro para la mujer venía de no poder sustentarse por sí misma, y continuamente existía el temor de que cayera en la exclusión social, la marginalidad que implicaba la prostitución, la mancebía, la picaresca, la mala vida, un “mal matrimonio”, etc. 

Por eso los particulares laicos y eclesiásticos, intentaban aportar pequeños granitos de arena, fundando obras pías y dotaciones para casar doncellas, como una medida de prevención para evitar que las mujeres cayeran en esa marginalidad. Existieron iniciativas también para su recuperación, como expresaban los hermanos Luis y Pedro Corbet, se ayudaba“…. a salir de los fuegos de Babilonia y de los peligros del Siglo…”. Por eso establecerían un patronato para dotar cada año a dos doncellas pobres de su linaje o descendientes de las personas de su servicio doméstico.[4]

En los testamentos encontramos numerosos legados y donaciones de cantidades, para ayudar a mujeres a “tomar estado”, es decir casarse o profesar de religiosa, como una solución para evitar que cayeran en ese “mundo marginal”. La generosidad de estas ayudas, iban destinadas a hijas, hermanas, primas, tías… es decir a parientas directas o bien lejanas en el parentesco. 

Esta necesidad moral de ayudar a las “desfavorecidas”, se refleja en los testamentos de los linajes hijosdalgos y nobiliarios, que contemplaban donaciones y legados, tanto a sus familiares como al personal de su servicio doméstico, a modo de agradecimiento y recompensa por los años de fidelidad y trabajo. Todo ello tenía una misma finalidad: “tomar estado”.  [5]

Un ejemplo. Gabriel de Leguía testaba en el año 1704, y establecía que sus hermanas María de Asencio y Josefa, ambas aún doncellas, recibieran la cantidad de 1.300 ducados de vellón cada una si profesaban como religiosas. Y si se casaban, la cantidad sería de 500 ducados de vellón, también para cada una. Rogaba a su madre que vigilara el cumplimiento de su testamento y especialmente la dotación que dejaba a sus hermanas y explicaba el motivo de ello:


“(…) por ser tan del agrado de Dios Nuestro Señor el estado de religiosa por más perfecto y que siempre ha sido mi fin dar a mis hermanas estado, tenga a bien y consienta que se cumpla enteramente este testamento que así lo espero de maternal amor tanto por éstas como por las demás mandas”.  [6]



1.2.- Beaterios y beatas: su razón de ser.



            En esta labor social de prevención y/o recuperación de las jóvenes, tuvieron un papel importante las Órdenes Terceras y los beaterios, que se conformaron como “espacios de salvación”, si se puede utilizar esta expresión. [7]

En el año 1660, la terciaria franciscana, Dª María de la Cruz y Meneses, hija del conde de Taroca, aseveraba haber gastado en Sevilla, 20.000 ducados: en restaurar el convento de Recogidas de San Miguel, en casar más de 150 mujeres, en asistir a otras muchas que se había “reconciliado” de nuevo con sus maridos y en colocar a numerosas huérfanas en distintos conventos. Para todo ello contó con la colaboración del arzobispo D. Pedro de Tapia, quien rigió la sede hispalense entre 1652 y 1657. Al morir éste, se vería desvalida y con el temor de que su obra piadosa feneciera también con ella. No parece que sus peticiones a distintas instituciones para contar con renta fija, llegaran a buen puerto, y su labor caritativa definitivamente no se perpetuó en el tiempo, y se hicieron realidad sus temores. [8]

En la misma línea que Dª María, encontramos en las dos últimas décadas del siglo XVII, el origen de un pequeño beaterio de la Orden Tercera de San Francisco, situado bajo la protección del cercano convento masculino franciscano de San Antonio, en la calle San Vicente de la capital sevillana. Su fundación surgió del propio caudal, interés y esfuerzo de Luisa Correa, que al ingresar en el mismo adoptó el nombre de la madre Luisa de San Antonio de las Ánimas.

Su idea era socorrer a “mujeres perdidas”, para que tuvieran en el beaterio, un lugar donde experimentar la “Caridad y Misericordia”, y lograr con la asistencia espiritual, la reinserción social, rehaciendo sus vidas. En el beaterio se conservaba un retrato de Sor Luisa, y de su boca salía una leyenda que resumía el objetivo principal de su instituto: “Yo saldré y buscaré a mis hijas”. [9]

            Tuvieron que existir muchos intentos de formar beaterios en los siglos XVI, XVII y XVIII, pero fueron pocos los que realmente tuvieron que cuajar, y de los que nos han llegado noticias. 

En la Sevilla del siglo XVIII, además del de San Antonio, existían otros dos bajo la advocación de Ntra. Sra. del Carmen, uno estaba en la calle de la Gorgoja (collación de San Pedro) y el otro en San Roque. Otro más apareció entre los años 1719-1723, cuando Dª Isabel Ortiz Caballero fundó el beaterio de la Santísima Trinidad, en la calle Enladrillada. El beaterio contó en el año 1797 con la aprobación de sus constituciones por el Consejo de Castilla, y tuvo un resurgir gracias a la labor de D. Bartolomé Cabello (cura en Santa María de la Blanca), que convenció a las beatas, para que se dedicasen a la enseñanza de niñas pobres. En el año 1804, contaba con 24 beatas y 153 niñas. [10]



2.- Siglo XVII: la fundación.



2.1.- De Luisa de Correa a Luisa de San Antonio de las Ánimas.



Nacida en Olivares, Luisa de Correa, fue hija de Sebastián Domingo Custodio y de Águeda Correa, vecinos que fueran de dicha villa. Contrajo matrimonio con Domingo Narváez, natural del Rosal (arzobispado de Tuy, reino de Galicia).

El matrimonio Narváez - Correa tuvo 3 hijas; tras 12 años de convivencia, determinó consagrarse a Dios, y a la vida religiosa, tanto ellos como sus hijas. Así lo contaba Luisa en su testamento (1700):



“(…) pasado el dicho tiempo de doce años el dicho mi marido y yo de común consentimiento nos apartamos y el dicho mi marido tomó el hábito de religioso y yo me entré en el mismo convento que están dichas mis hijas y por mis muchos achaques no pude continuar con dicha religión y habiendo salido tomé el hábito de beata y del caudal que me quedó crié a dichas mis hijas y las profesé y di sus dotes en que gasté más de 6.000 ducados por haberse bajado la moneda al tiempo que tenía dichas dotes juntas para entregarlos, declárolo para que conste”.



Sin conocer realmente las causas de este giro vital en el matrimonio, lo cierto es que Domingo ingresó en un convento franciscano, mientras que Luisa y sus hijas lo hacían en el convento de Clarisas, advocado de Jesús de la Columna, de la villa de Belalcázar (Córdoba): madre Águeda María, madre Marta Magdalena y madre Francisca María. Las tres llevaron dote y renunciaron a sus legítimas, según dejaron constancia ante el escribano de dicha villa. [11]

Luisa, por su falta de salud no consolidó su profesión religiosa, volvería a Sevilla, tomando el hábito de beata de San Francisco. Se encerró junto a un grupo de mujeres en las casas que compró y reparó a su costa en la calle de San Vicente, en las cuáles gastó más de 6.000 ducados, limosna aparte que juntó para ir reparando el edificio. Este estuvo emplazado en dicha calle junto a la esquina de la calle Curtidurías, hasta que ya en el siglo XIX se trasladaría a otro emplazamiento, como veremos más adelante. [12]

De esta forma nacía el beaterio de San Antonio, en algún momento del último cuarto del siglo XVII (décadas de los 70, 80 ó 90). La localización de las renuncias de sus hijas, nos daría una fecha aún más aproximada de fundación. [13]



2. Siglo XVIII: humildad y pobreza.



2.1.- El testamento de la madre Luisa de San Antonio de las Ánimas (1700). 


 Luisa otorgó testamento en Sevilla el 25 de diciembre de 1700, declarando estar enferma, aunque su fallecimiento no se produjo hasta años después: el 25 de junio de 1705. Su deseo era ser enterrada en el convento de San Antonio (collación de San Vicente), y que se dijera una misa de réquiem cantada por su alma, así como otras 200 misas rezadas (a razón de 2 reales de limosna cada una). La forma del entierro y su funeral lo dejaba en manos de sus albaceas. [14]

Estableció varias limosnas de poca cuantía, a la cofradías del Santísimo y de las Ánimas de la parroquia de San Vicente (2 reales a cada una), y a las cofradías Sacramental y de Ánimas de la parroquia de San Lorenzo (5 reales a cada una). Declaraba ser “hermana” de éstas dos últimas cofradías y también de la Hermandad de la Santísima Cruz (que llamaban comúnmente del Rodeo, origen de la actual del Carmen de Calatrava); con las cuales quería cumplir y ponerse al día, pagando sus cuotas atrasadas, y donándoles además 10 reales de limosna. Igualmente a la Capilla de la Tercera Orden de San Francisco, del convento de San Antonio (Sevilla), le dejaba otros 10 reales. A fray Bernardo de San Agustín, conventual de San Antonio, le había entregado un papel ordenando diferentes cuestiones (obras de caridad, limosnas, misas, etc.), que serían pagadas por sus albaceas. [15]

Dejaría como su único heredero a la Casa beaterio, para que sus hermanas pudieran continuar con la misma forma de vida, que era “solicitar, y traer a bien vivir a las mujeres perdidas”.  [16]

            Sin embargo en el testamento tenía dudas sobre la continuidad del mismo, por eso dejaba establecida una 2ª opción. Si finalmente sus hermanas no pudieran heredar su Casa Beaterio, las casas serían arrendadas y con su renta, conformaría una nueva comunidad en un nuevo lugar. Para velar por el mismo, dejaba nombrado como patrono del beaterio al padre Guardián del convento de San Antonio, y si éste no quisiera ejercer el patronato, pasaría al Padre mayor que fuera de la Casa hospital de la Misericordia. 

            Deseaba que la sala redonda pasara a la madre San Jacinto, beata que la asistía y a la que había criado: “para que la viva todos los días de su vida”. Si esta madre tuviera que salir del beaterio, la comunidad o el padre Guardián le darían 12 reales al mes para sobrevivir de forma vitalicia: “…lo qual le lego por averla criado y asistencias que me ha hecho y por otras razones que a ello me mueven”. Igualmente a Isabel del Corpus, sobrina de Juan de Condami y vecina de Sevilla, quería que se le diera un ajuar, que ya tenía señalado, de lo que tenía conocimiento una de las madres beatas. 

Dejaba establecido el nombre de las 6 beatas de las que tendría que salir la elección de la Madre Mayor o Madre Prelada que continuara con el gobierno del beaterio: María de San Francisco, Ana María de Jesús, Teresa de San Bernardo, Flora de San Jacinto, Ana de San Juan y Catalina de la Visitación. Rogaba a la que saliera elegida por la comunidad que pusiera “(…) todo el esfuerzo que pudiere en la honra y gloria de Dios y aumento espiritual de sus almas y buen ejemplo (…)”.

            Quería que a su muerte se hiciera inventario de los bienes y alhajas que tuviera el beaterio, del que tendrían copia las citadas 6 madres. Dejó establecido que su heredero fuera el Beaterio, para que posea sus bienes, “con la bendición de Dios y la mía a quién pido me encomienden a Dios”. 

En el caso de que no pudieran heredarlos (2ª opción), sus bienes inmuebles pasarían a formar parte de la obra y patronato, que se haría cargo de pagar los gastos de los casamientos de las mujeres que tomaran estado, para que así salieran del “mal vivir”. Y si los bienes muebles no pudieran continuar en el beaterio, se les darían a sus hijas, y si éstas hubieran muerto y se hubiera disuelto el beaterio, se venderían y el padre Guardián con ese dinero ayudaría a las mujeres que quieran tomar estado de matrimonio. 



2.2.- La muerte de la fundadora (1705).



Luisa, fundadora y primera Madre Mayor, falleció el 25 de junio de 1705. A los pocos días, la comunidad se reunió para elegir una nueva madre que la relevara al frente del mismo, cumpliendo con lo establecido en su testamento. 

            En julio de 1705, la comunidad “electora” estaba formada por las ya citadas María de San Francisco, Ana María de Jesús, Teresa de San Bernardo, Flora de San Jacinto, Ana de San Juan y Catalina de la Visitación. La elegida como nueva madre prelada fue María de San Francisco. [17]

El destino iba a otorgar un “papel principal” a María de San Francisco en la historia de este modesto beaterio. María era en realidad María de Godoy, nacida en Fondón (Almería), en el seno de un linaje repoblador asentado en la Alpujarra almeriense a finales del siglo XVI, tras la 2ª guerra de las Alpujarras. [18]

El beaterio tuvo que ser una “novedad” para la sociedad sevillana. Muestra de ella es el donativo de 100 ducados que le dejó el Marqués de Valhermoso en su testamento en el año 1705. Sin embargo, pasados estos primeros años, según fue avanzando el siglo siguió sin contar con un respaldo “nobiliario” a la hora de garantizar su futuro con donaciones de entidad. [19]

A los pocos años se reincorporaba otra hermana al beaterio: la madre Teresa de Jesús. Fray Gabriel Castellanos la instruyó y examinó de nuevo. Tenía unos 30 años, estuvo en compañía de sus padres hasta los 14 o 15 años, pero éstos al querer que contrajera matrimonio, se encontraron con el rechazo de ella. Teresa se escapó de su casa “y por amor a los consejos evangélicos se fue al beaterio”, donde tomó el hábito, y vivió en él 13 años, pero padeció varias enfermedades, y con parecer del médico salió a casa de una tía para recuperarse. Después de varios años fuera del beaterio, regresaba de su nuevo a él. [20]

El problema principal y continuo con el que se tuvo que enfrentar la Casa Beaterio fue la falta de rentas con la que sostenerse y subsistir, lo que provocaba que nunca llegara a cuajar en una posible fundación conventual. Siempre dependía de las limosnas de la feligresía de San Vicente, aunque más tarde, en fecha desconocida, se le hizo donación de una casa en la calle de la Estrella, collación de la Magdalena. [21]

Las beatas incluso se dedicaron a la educación de niñas pobres, por la cual también recibían limosnas de personas pudientes. Ello despertó ciertos recelos en el Arzobispado, bien avanzado el siglo, ya que se separaba del objetivo principal que había marcado la fundadora, la atención a “mujeres perdidas”. Además aproximadamente en el año 1719 se funda el citado beaterio de la Santísima Trinidad, que en cierta forma le quitaría protagonismo en la ciudad y que también terminaría ejerciendo labor docente. 

El beaterio de San Antonio continuó “padeciendo” momentos álgidos y bajos. Ante las continuas incertidumbres, la Madre Mayor, María de Santa Clara, en nombre de sus 15 hermanas, solicitará el 4 de mayo de 1746, que la Casa entrara a formar parte de la jurisdicción ordinaria, para poder disfrutar de algún amparo y auxilio del Arzobispo. María expresaba:


“(…) los vivos deseo que ha años tienen de profesar obediencia a el Sr. Arzobispo y que les forme regla que deban observar, pues su ánimo es el vivir en retiro, solicitando en el agradar a Nuestro Señor la fórmula de Regla que observan, (que) presentan a V. S. para que se sirva aprobarla, o corregirla en lo que juzgare (…)”.



A lo largo de 1747 el Beaterio se incorporó a la jurisdicción ordinaria. Se conserva una carta del Marqués de Scotti que lo confirma. Scotti estaba al servicio del Arzobispo el Infante D. Luis de Borbón (Arzobispo de Sevilla, 1741-1754) y escribe a Francisco Amat, en carta fechada en Sevilla el 29 de agosto de 1747, explicándole que la intención de “sujetarse” al Ordinario se debía a que en la Casa Beaterio se podían “depositar” “algunas mujeres que no convienen estén en conventos de religiosas, ni en la casa de recogidas”.

Todo ello implicaba que el Arzobispado asumiera el gasto de las reparaciones del edificio. Para ello el mes anterior (4 de julio), Tomás José Zambrano, Maestro Mayor de Obras del Arzobispado, planteó un presupuesto por valor de 13.880 reales. Entre las obras destaca la idea de alargar la sala alta para el uso de las nuevas mujeres que llegaran a la Casa, reubicar espacios de la planta baja (despensa, carbonera, pajar y gallinero) y construir dos refectorios en las dos plantas. [22]

A pesar de las obras esporádicas, las dificultades de mantener un edificio con unas rentas tan escasas, sin duda fueron continuas. En diciembre del año 1760 contamos con la noticia de que el beaterio (en esos momentos integrado por 13 hermanas) tenía graves problemas con el suministro de agua. La cañería que la suministraba y que procedía del convento de San Antonio, tenía una longitud de unas 200 varas y se hallaba casi arruinada en su totalidad. Ante la falta de fondos para acometer su arreglo, el beaterio llegó a un acuerdo con D. Fernando González de Socueba, Veinticuatro de Sevilla. [23]

Socueba costearía de su propio caudal la reparación de la cañería a cambio de que el beaterio le cediera el agua que le sobrara y no consumiera (imaginamos que su casa lindaría con él). Gracias a este acuerdo, Francisco González, Maestro Cañero, rehizo la cañería tal como confirmó también por escritura notarial el 17 de septiembre de 1761. [24]



2.3.- La visita de 1782.



En el año 1770 el beaterio de San Antonio sólo contaba con 10 beatas y con otras dos legas, dos seglares y dos sirvientas. Años después, el 26 de septiembre de 1782, el beaterio recibió la visita del Doctor D. Manuel García de Castro, Canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla, Contador Mayor de las oficinas del Juez Ordinario y Visitador general de los conventos de religiosas de la jurisdicción ordinaria de la Diócesis de Sevilla[25].

Reconocía que desde su fundación la Casa Beaterio había recogido hermanas terceras descubiertas de la Orden de San Francisco, pero también el languidecimiento de las vocaciones:


“(…) que en ella han vivido virtuosamente y con edificación del Pueblo, manteniéndose en crecido numero de la divina Providencia, ayudándose a ello con su diligencia, y con el trabajo de sus manos y que por flaqueza humana ha tenido en los últimos años una notable decadencia, llegando en ocasiones a no habitar en dicha Casa más que dos o tres de dichas personas, y por consiguiente haver aflojado en mucha parte la observancia de su ajustada y loable Regla (que tenemos vista) y examinada por nos mismos (…)”.



Sin embargo se había abierto una puerta de esperanza, al solicitar ser recibidas cuatro nuevas hermanas terceras, que se sumarían a las dos residentes, una que se hallaba impedida en cama y la otra, la madre María de los Dolores y Ribas, Madre Mayor de la Casa, la cual contaba 85 años y no podía ejercer por su edad sus funciones de gobierno.


El Dr. García de Castro la relevaba de su cargo y nombraba en su lugar a la Madre Luisa de San Juan Durán.


Las funciones de la Madre Mayor eran las siguientes:



  1. Conservación de “los cortos bienes y alhajas que han quedado en dicha Casa, ya sean pinturas, ya imágenes de bulto, ya ropa, o cualquiera otra cosa, prohibimos absolutamente su enajenación”.
  2. Se encargaría de pedir limosna por la ciudad, o nombrar en su lugar quien saldría de la Casa para ello, aunque era su obligación ir en persona mientras mantuviera la salud.
  3. Tendría que fomentar la enseñanza de niñas como “se practicaba antiguamente” con beneficio del mismo beaterio, enseñándoles buenas costumbres y la doctrina cristiana, así como a leer y coser, y todas las labores de su edad.
  4. Examinar con sumo cuidado a las pretendientes que quisieran entrar en el beaterio.



El beaterio podría contar con un mozo recadero y despensero, y viviría en el zaguán, pero siempre que la autoridad lo permitiera. El secretario Manuel Tejedor y Orozco, el 28 de septiembre reunió a las hermanas en el oratorio de la Casa. Les notificó las resoluciones del Dr. García de Castro sobre la designación de la Madre Luisa de San Juan Durán, como nueva Madre Mayor, a la cual le debían obediencia desde ese día. 

En noviembre de 1798 seguía siendo la Madre Mayor y solicitaría por escrito al señor Arzobispo, que la capilla del beaterio recibiera las indulgencias que tenía concedidas la Orden de San Francisco[26].


De esta fecha es la primera referencia que tenemos de que el Beaterio ya contaba en su titulación con una doble advocación, “de San Antonio y Santa Margarita de Cortona”. Los cronistas sevillanos nada dicen sobre el patrimonio artístico que albergó el oratorio o pequeña capilla con que debió contar este establecimiento piadoso. Sin embargo, sabemos que en ella o en otra dependencia de la casa se veneró un lienzo de la Virgen de Belén, hoy conservado en Estados Unidos, concretamente en la Ojeda – Beck Collection, Davis, de California, donde se ha catalogado como obra de escuela cuzqueña del siglo XVIII (lámina 1). Así parecen apuntarlo el prototípico físico del grupo integrado por la Virgen y el Niño, la tipología del nimbo que rodea a ambas figura o la policromía de las vestiduras. Esta obra debió llegar a las beatas sevillanas como una más de las muchas piezas artísticas de procedencia americana que, bien como legados de indianos asentados en aquellas tierras, o bien formando parte del mercado ultramarino, dejaron una interesante representación del arte hispanoamericano en el ámbito sevillano. Por otra parte, la propia iconografía de la obra, con el tema de la Virgen de Belén, es decir, amamantando al Niño, era un tema muy adecuado para devociones domésticas y femeninas propias de congregaciones de beatas y conventos de monjas, en virtud de su evocación de la maternidad divina. Así María como Madre se erigía en modelo de vida para estas mujeres que habían renunciado al matrimonio y por ende a la maternidad en el sentido natural del término, para convertirse en contrapartida en “madres” espirituales de esas jóvenes a las que la mala vida les había llevado por caminos equivocados y cuyos errores trataban de corregir durante su estancia en el beaterio. 

La pintura del beaterio sevillano debió alcanzar cierta devoción popular gracias a su difusión por medio del grabado. Es bien conocido el hecho de que durante los siglos XVII y XVIII el grabado se convirtió en vehículo de difusión de las devociones populares a través de la producción de estampas. [27]
 

Su producción masiva y a precios asequibles ponía a disposición de la clientela devota tanto aquellas advocaciones de reconocida popularidad por su larga trayectoria histórica en la piedad popular, como aquéllas otras más recientes o de nuevo cuño cuyo culto se quería promocionar a través de la doble vía de su difusión gráfica y la concesión de indulgencias asociadas a la imagen reproducida. En nuestro caso, la Virgen de Belén de estas beatas alcanzó su difusión a través de la estampa grabada por Juan de Valdés (lámina 2) y que lleva la siguiente inscripción: “El Exc. S. D. Luis de Salcedo y Azcona, Arzobispo de Sevilla concede 40 días de Indulgencias a qualqiera que saludare y venerare a esta Divina Señora, con lo que fuere su devosion venerase en el Beaterio de Sr. S. Antonio”.  [28]


A fines del siglo XVIII, el beaterio se vincula a un proyecto ideado en tiempos del Arzobispo Alonso Marcos de Llanes Argüelles (1783-1795), consistente en erigir, junto a este beaterio y dependiente de él, una casa de corrección para mujeres recogidas y depositadas, que se pondría bajo el patrocinio de Santa Margarita de Cortona. [29]

Detrás de este proyecto estaba el Padre Francisco Porro, de los Clérigos Menores, a quien el arzobispo consultó su proyecto. Justino Matute cita que en el año 1793 el beaterio estaba al borde de la extinción, siendo habitado por tan sólo dos beatas. Pero el establecimiento iba a ser pronto rehabilitado en virtud de esta proyectada reconversión en casa de recogimiento para corrección de mujeres de mal vivir o “arrepentidas”, en la terminología de la época. Así nos lo cuenta con detalle el propio analista: 

“En este punto, deseando el caritativo arzobispo D. Alonso Marcos Llanes fundar una casa de recogimiento para mujeres de mal vivir, o arrepentidas, consultó su intento con el P. Francisco Porro, de los Clérigos Menores, quien le hizo presente que no era necesaria otra fundación, sino favorecer y fomentar el dicho Beaterio de San Antonio, instituido con el mismo objeto; medio que admitió el Prelado y aprobó las constituciones que el mismo P. Porro le presentó el año de 1790. En ellas se propone el método de vida que han de observar las beatas, el de las recogidas y depositadas con intervenciones de las justicias, de cuyas tres clases se había de componer esta casa, a imitación de la de Santa María Egipciaca de Granada. Con este designio se hicieron las obras conducentes a sus fines en el casi arruinado edificio, se le construyó capilla, se recibieron algunas beatas y se dio principio al recogimiento de las ejercitantes en el año próximo pasado más hasta 5 de Agosto del presente no se cerró la clausura, en cuyo día se dijo en su iglesia la primera misa, quedando las beatas en reclusión voluntaria y sujeción parcial a la regla de San Francisco, cuyo hábito visten: más esto todavía carecía de la formalidad correspondiente a su instituto, y la adquirió después el año de 1803 con motivo de haberse trasladado este establecimiento a unas casas que compraron en la calle de la Garbancera, collación de San Lorenzo, juntamente con el Colegio llamado de los Chiquitos, que perteneció a los Jesuitas, de cuya reforma se tratará en el citado año”. [30]


El citado Padre Porro se identifica con Francisco Porro, miembro de la Congregación de los Clérigos Regulares Menores de San Francisco Carracciolo. Debió vivir en la casa que esta Congregación poseía en Sevilla en la actual calle Mateos Gago, de la que perdura su templo convertido en sede de la parroquia de Santa Cruz y parte de la residencia conventual, dedicada a uso escolar. Anteriormente a su presencia en Sevilla vivió en Granada, donde publicó una biografía del fundador de su orden. [31]

Durante su estancia granadina debió conocer el funcionamiento del beaterio de Santa María Egipcíaca, cuyo recuerdo popularizó en el siglo XX el dramaturgo José Martín Recuerda en su obra Las arrecogías del beaterio de Santa María Egipciaca. [32]



3.- El siglo XIX: de la revitalización a la desamortización y extinción.



La nueva etapa de vida del beaterio de San Antonio, como hemos visto sigue refiriendo el analista Matute, vino a consolidarse en 1803 al adoptar esta nueva función de correccional femenino y trasladarse a su nueva sede junto al que había sido colegio jesuita de San Patricio, popularmente denominado de “los Chiquitos”. Esta nueva andadura se iniciaba bajo el auspicio del Arzobispo, Luis María de Borbón y Vallabriga (1799-1814), que intentaría impulsar el proyecto de Llanes. La idea era crear una Casa de Corrección dependiente del Arzobispado, para “mujeres recogidas y depositadas”, para así ayudar a jóvenes en riesgo de exclusión social por distintos motivos (prostitución, orfandad, abandono de la familia, etc.). 

El ofrecimiento al Beaterio de San Antonio para regentar esa nueva Casa, fue aceptado: “hablaron a sus beatas; en cuya prontitud para aceptar este trabajo, afabilidad, y caridad, conocieron la que les animaba, y por ella, la confianza que se podía hacer para el intento”. [33]

El Arzobispado contó con la colaboración de parte de la sociedad civil sevillana, que se encargó de comenzar a reunir fondos mediante una suscripción pública. De esta forma el Beaterio reformado como Casa de Corrección, comenzó su andadura el día 24 de septiembre de 1803, recibiendo desde ese día a las primeras mujeres. Desde esa fecha hasta el 1 de mayo de 1804, se habían mantenido a 22 mujeres, provistas de cama, ropa, víveres y otros utensilios, gastando un total de 34.500 reales de vellón. 

El nuevo estatuto establecía tres “departamentos”:


  1. Noviciado de jóvenes, recogidas “ya por expuestas en el Siglo a su perdición, o ya por conocérseles alguna moral relaxada, que deba corregirse”. Serían instruidas en la moral cristiana y se reconduciría su moral.
  2. Jóvenes instruidas. A él pasarían las jóvenes ya formadas y educadas, que habrían pasado por el primer departamento. Tendrían responsabilidades de trabajo, y tendrían que contribuir de alguna forma al sostenimiento de la Casa. En este departamento estarían todo el tiempo que necesitaran hasta que lograran vivir por sí mismas.  
  3. Casa de Corrección. Albergaría a mujeres “depositadas”, que tuvieran un carácter de “incorregibles” y cuyo honor o estimación pública pudiera estar en duda por sus actuaciones y que repercutiera en sus familias. Las mujeres de este departamento no tendrían ningún tipo de contacto con los otros dos, y no serían sostenidas por limosnas, y sí por sus propios familiares, con un coste de 6 reales diarios. Nunca se admitiría a mujeres que tuvieran condena judicial.



Para llevar a cabo la nueva Casa de Corrección se compraron dos casas, una casa contigua al Beaterio, y otra casa también contigua a la llamada “Casa de los Chiquitos”, que antiguamente fue Seminario de los Jesuitas, en la calle de la Garbancera. Los dos primeros departamentos se ubicarían en el edificio primitivo del Beaterio (ahora ampliado), y el tercer departamento en la casa de la calle de la Garbancera. Esta adaptación de espacios fue acompañada del gasto del Arzobispado de 15.000 reales en octubre de 1803, en las obras más precisas que necesitara el beaterio. [34]

La instrucción espiritual de las mujeres la realizarían las beatas, auxiliadas por sacerdotes voluntarios; en general: “rezarán el Santo Rosario, tendrán tiempo de retiro espiritual, frecuentarán Santos Sacramentos, y ocuparán el día en trabajo de manos para evitar la ociosidad, y hacer costumbre lo honesto, y laborioso (…)”.

La idea era que la ejemplaridad del instituto moviera a la “bondad de la limosna”. Sin embargo, no todo se dejaba a la improvisación de la misma. Se estableció un sistema de recaudación, liderado por la iniciativa del Marqués de Iscar, D. Rafael Manzo y Domonte, y D. Vicente de Torres y Andueza. Se constituían en Diputados de cobro por collaciones, que gestionarían un Libro de Suscripciones, y llevarían recibos impresos y firmados de forma mensual. La limosna podía ser pública o secreta, y ésta la recogerían los sacerdotes D. Nicolás Maestre y D. Jacobo de León Sotelo. También se contemplaban, además de las limosnas en metálico, las limosnas de alimentos, que serían recogidos por el portero del beaterio.


 El 29 de enero del año 1830 la Casa Beaterio estaba poblada con 5 hermanas:


  1. La Madre Correctora Sor María del Espíritu Santo, natural de Cádiz. Ingresó en ella en el año de 1796, y desde esa fecha había permanecido siempre en el beaterio.
  2. Sor Raimunda de la Concepción, natural de Sevilla. Ingresó en 1804 y salió en 1811, volviendo en 1819.
  3. Sor María de la Concepción Nazareno, natural de Sevilla. Ingresó en el año de 1805, salió en 1819 para asistir a su madre enferma y regresó en 1827.
  4. Sor Francisca de los Dolores, natural de Manzanilla. Ingresó en 1812, y ha permanecido siempre en el beaterio, por lo que es Vicaria y goza de la   antigüedad que sigue a la Correctora.
  5. Sor María Josefa de la Santísima Trinidad, natural de Sevilla. Entró en 1818 y ha permanecido en él sin ausencia alguna. [35]


La escasez de hermanas era un problema endémico. El 23 de enero de 1836, según informaba su Madre Mayor, Sor María del Espíritu Santo, contaba con pocas hermanas y muchas inútiles por su avanzada edad. En ese momento, después de su periodo de noviciado (iniciado el 26 de enero), se incorporaba Doña Catalina Jaén como profesa el 21 de febrero de dicho año, con el nombre de Sor Catalina de Jesús Jaén de la Santísima Trinidad. [36]

Poca vida le quedaba ya al beaterio, ya que a la postre resultaría víctima del proceso desamortizador diseñado por los liberales progresistas en tiempos de la Regencia de la Reina María Cristina (minoría de edad de Isabel II), que afectó no solo a los conventos propiamente dichos, sino también a los beaterios[37] y otros tipos de establecimientos religiosos.[38] Así González de León refiere que en 1837 quedó extinguido, “saliendo de él las beatas y quedando sin uso la iglesia [antiguo templo del colegio jesuita de “los Chiquitos”] que es de tres naves muy pequeña, y sobre su puerta está una imagen de San Antonio, en barro”. [39] El primitivo emplazamiento del beaterio era ya un solar convertido en un huerto. [40]

Disuelto el mismo, las beatas, para subsistir, tuvieron que ser ayudadas por sus familiares y particulares. Un ejemplo, la recién entrada Sor Catalina terminó sus días en Morón de la Frontera. En octubre de 1852, contando ya con más de 60 años, tenía graves problemas de visión, se hallaba sin recursos y casi en la indigencia, por ello solicitaría al Arzobispo una pensión vitalicia para poder sobrevivir el resto de sus días. [41]
Era un ejemplo, uno de tantos, del drama personal de los exclaustrados, aquellas mujeres y hombres que al ser arrancados de su actividad pastoral, contemplativa o de asistencia caritativa que había sido el fundamento de sus vidas, se veían ahora condenados a una existencia marcada por el desarraigo, la precariedad y la mendicidad, pues las pensiones que el Gobierno había dispuesto para la supervivencia de esta población clerical, se pagaban tarde y mal o simplemente no se pagaban. [42]

Esta fue, en definitiva, la ingrata respuesta del liberalismo decimonónico a la acción social de la Iglesia ejemplificada en instituciones como este beaterio de San Antonio de Sevilla, cuyo recuerdo ha desaparecido incluso de la memoria colectiva de la ciudad y que hemos querido rescatar con este trabajo.



4.- Apéndice.











Lámina 1. Virgen de la Leche
(Ojeda – Beck Collection. Davis, California – USA. Procedente del Beaterio de san Antonio de Sevilla)


Lámina 2. Virgen de la Leche.
(Grabado de Juan de Valdés)


 







Cuadro nº 1.- Relación de madres del Beaterio de San Antonio (Sevilla).
Fuente: A. G. A. S. Fondo: Arzobispal. Sección II. Serie: Órdenes Religiosas Femeninas.
Legajo 242 (Signatura nueva, 04289). Ramo 1.- Beaterio de San Antonio.

1700

1746

1.        Luisa de San Antonio de las Ánimas.
2.        María de San Francisco.
3.        Ana María de Jesús.
4.        Teresa de San Bernardo.
5.        Flora de San Jacinto.
6.        Ana de San Juan.
7.        Catalina de la Visitación.

1.        María de San Antonio.
2.        María de San Leandro.
3.        María de la Concepción.
4.        Marta de la Stma. Trinidad.
5.        Ángela de San Pascual.
6.        Antonia de la Natividad.
7.        María de Santa Clara.
8.        María de Santa Isabel.
9.        María de Santa ¿¿??
10.     Juliana de San Buenaventura.
11.     Lorenza de Santa Polonia.
12.     Mariana de San Clemente.
13.     Manuela del Stmo. Sacramento.
14.     María de San Miguel.
15.     María Josefa de Jesús.

1760
1830

1.        Sor Teresa de San Francisco (Madre Mayor).
2.        Sor Juliana de San Buenaventura.
3.        Sor María de San Antonio.
4.        Sor María de San Leandro.
5.        Sor Marta de la santísima Trinidad.
6.        Sor Margarita de San Gabriel.
7.        Sor Magdalena del Santísimo Sacramento.
8.        Sor Gerónima De San Luis.
9.        Sor Ana de la Soledad.
10.     Sor Antonia de Santa Teresa.
11.     Sor Micaela de San José.
12.     Sor Magdalena de Jesús María.
13.     Sor Francisca de las Llagas.


1.        Sor María del Espíritu Santo.
2.        Sor Raimunda de la Concepción.
3.        Sor María de la Concepción Nazareno.
4.        Sor Francisca de los Dolores.
5.        Sor María Josefa de la Santísima Trinidad.










[1] ATIENZA LOPEZ, Ángela: Tiempos de conventos. Una historia social de las fundaciones en la España Moderna. Madrid, 2008; BARRIO GOZALO, Maximiliano: El clero en la España Moderna. Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Córdoba, 2010; CERRATO MATEOS, Felisa: Monasterios femeninos de Córdoba: patrimonio, rentas y gestión económica a finales del Antiguo Régimen. Universidad de Córdoba, 2000; DOMINGUEZ ORTIZ, Antonio: La sociedad española en el siglo XVII, vol. II (El estamento eclesiástico). Madrid, 1970. (Edición facsímil, Granada, 1992); CAMPOS Y FERNANDEZ DE SEVILLA, Francisco Javier: La clausura femenina en España: actas del Simposium. Real Centro Universitario Escorial – María Cristina, San Lorenzo del Escorial, 2004; Id.: La clausura femenina en el mundo hispánico, una fidelidad secular: actas del Simposium. Real Centro Universitario Escorial – María Cristina, San Lorenzo del Escorial, 2011; GOMEZ GARCIA, María del Carmen: Instituciones religiosas femeninas en la transición del siglo XVII al XVIII. Diputación Provincial de Málaga, 1986; GOMEZ NAVARRO, Soledad: “Mujeres en religión en la España Moderna”, Ariadna nº 21 (Palma del Río, marzo de 2010), págs. 83-106; GRAÑA CID, María del Mar: Religiosas y ciudades: la espiritualidad femenina en la construcción sociopolítica urbana bajomedieval (Córdoba, siglos XIII – XVI). Asociación Hispánica de Estudios Franciscanos, Córdoba, 2010; MARTINEZ RUIZ, E.: El peso de la Iglesia. Cuatro siglos de Órdenes Religiosas en España. Editorial Actas, Madrid, 2004; SANCHEZ LORA, José Luís: Mujeres, conventos y formas de la religiosidad barroca. Fundación Universitaria Española, Madrid, 1988.

[2] AGUILAR PIÑAL, Francisco: Historia de Sevilla. Siglo XVIII. Universidad de Sevilla, 1982. P. 317.

[3] DOMÍNGUEZ ORTÍZ, Antonio: Historia de Sevilla. La Sevilla del siglo XVII. Universidad de Sevilla, 1986. P. 151.

[4] ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE SEVILLA (AHPSe). Protocolos de Sevilla. Oficio 19.- Año 1679 – Libro 1º. Legajo 13012. Fol. 839-875. Testamento de Don Roberto Corbet, otorgado en virtud de poder, por sus hijos Luis y Pedro.

[5] Esta labor filantrópica hacia la mujer contaba en la propia capital con fundaciones tan ilustres como la Hermandad de las Doncellas, establecida en la Capilla de la Anunciación de la Catedral. Fue fundada en 1521 por Micer García de Gibraleón, protonotario, escribano apostólico y agente del Cabildo en Roma. La función de esta corporación era facilitar dotes a las doncellas carentes de medios económicos para el matrimonio, cometido que desarrolló a lo largo de los siglos de la Edad Moderna. En la misma línea, la cofradía de la Vera – Cruz también mantuvo esta función de dotar doncellas, como fue dado a conocer por SANCHEZ HERRERO, José: “La dotación de doncellas en la Cofradía y Hermandad de la Santa Vera Cruz de Sevilla, 1595 – 1832”, en Actas del I Congreso Internacional de Cofradías de la Santa Vera Cruz (Sevilla, 1992). CEIRA, Sevilla, 1995.

[6] AHPSe. Protocolos de Sevilla. Oficio 7. Año 1704. Leg. 5163. Fol. 590. Testamento de D. Gabriel de Leguía.

[7] MIURA ANDRADES, J. M.: “Beatas y beaterios andaluces en la Baja Edad Media: su vinculación con la Orden de Predicadores”, en Andalucía entre Oriente y Occidente (1236 – 1492). Actas del V Coloquio Internacional de Historia Medieval de Andalucía. Diputación Provincial de Córdoba, 1988; “Algunas notas sobre las beatas andaluzas”, en Las mujeres en el cristianismo medieval. Madrid, 1989; “Milagros, beatas y fundaciones de conventos. Lo milagroso en las fundaciones dominicas desde inicios del siglo XV a finales del siglo XVI”, en La religiosidad popular, vol. II (Vida y muerte: la imaginación religiosa). Editorial Anthropos, Barcelona, 1989; “Formas de vida religiosa femenina en la Andalucía Medieval. Emparedadas y beatas”, en Religiosidad femenina: expectativas y realidades. (Siglos VIII – XVIII). Laya, Madrid, 1991; Fundaciones religiosas y milagros en la Écija de fines de la Edad Media. Écija, 1992; “Beatas, eremitas y monasterios de Carmona”, en Actas del I Congreso de Historia de Carmona. Edad Media. Diputación de Sevilla – Ayuntamiento de Carmona, Sevilla, 1998; Frailes, monjas y conventos. Las Órdenes Mendicantes y la sociedad sevillana bajomedieval. Diputación Provincial de Sevilla, 1998.

[8] DOMÍNGUEZ ORTÍZ, A.: Historia de Sevillla, op. cit., p. 152.

[9] ARCHIVO GENERAL DEL ARZOBISPADO DE SEVILLA (AGAS). Fondo: Arzobispado. Sección II. Serie: Órdenes Religiosas Femeninas. Legajo 242 (Signatura nueva, 04289). Ramo 1.- Beaterio de San Antonio. Informe s. f.

[10] GONZALEZ GOMEZ, Juan Miguel – MORILLAS ALCAZAR, José María: El Beaterio de la Trinidad de Sevilla: estudio de su patrimonio histórico – artístico. Universidad de Sevilla, 1994; ROS, Carlos: Madre Isabel: fundadora del Beaterio de la Trinidad de Sevilla. Colegio Beaterio de la Santísima Trinidad, Sevilla, 1982.

[11] En su testamento (1700) confirmaba que su marido Domingo Narváez murió profeso en la religión franciscana en el convento de San Antonio, provincia de los Ángeles. AHPSe. Protocolos de Sevilla. Oficio 15. Legajo 9536. Año 1700. Fol. 562. Testamento de la Madre Luisa de San Antonio.

[12] PEREZ CANO, María Teresa: Patrimonio y ciudad. El sistema de los conventos de clausura en el Centro Histórico de Sevilla. Fundación Focus Abengoa – Universidad de Sevilla, 1995. P. 196.

[13] Sobre la Orden Tercera del convento de San Antonio de Padua, puede consultarse GUTIÉRREZ NÚÑEZ, F. J.: “La Orden Tercera en los conventos franciscanos de Sevilla en el siglo XVIII”, y HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, S.: “La Orden Tercera en la provincia franciscana de los Ángeles”, en XI Curso de Verano El franciscanismo en Andalucía. La Orden Tercera Seglar. Historia y Arte. Asociación Hispánica de Estudios Franciscanos, Córdoba, 2006, pp. 279-293 y 295-304.

[14] AHPSe. Protocolos de Sevilla. Oficio 15. Legajo 9536. Año 1700. Fol. 562. Testamento de la Madre Luisa de San Antonio.


[15] Albaceas: fray Bernardo de San Agustín (su confesor), el Rvdo. Padre fray Pedro Pizarro (procurador de dicha orden de S. Francisco), el padre Guardián del convento de S. Antonio, y Cristóbal Roque (Síndico del convento).

[16] AVELLÁ CHÁFER, Francisco: “Beatas y beaterios en la ciudad y arzobispado de Sevilla”, Archivo Hispalense nº 198 (1982), p. 120.


[17] AHPSe. Protocolos de Sevilla. Legajo 9538. Oficio 15. Año 1705. Folio 318. Fecha: 5 de julio de 1705.

[18] María tuvo que llegar a Sevilla junto a sus hermanos en la década de los 70 y 80, Juan Godoy (pintor y discípulo del granadino Pedro de Moya) y Polonia de Godoy (casada con Antonio Martínez de Toro). GUTIÉRREZ NÚÑEZ, F. J. - GAONA VILLEGAS, J. - SÁNCHEZ RAMOS, V.: “De Fondón a Sevilla: Juan Godoy de los Cameros Fenoy y sus hermanas  (siglos XVII-XVIII)”, Farua nº 15 (Berja, 2013). (En prensa).


[19] AHPSe. Protocolos de Sevilla. Oficio 4. Legajo 2814. Folios 957-959. Fecha: 5 de diciembre de 1705.- Codicilo de Nicolás Bucarelli y Villacís, caballero de Calatrava, Marqués de Valhermoso. En este documento fija cuatro donaciones a entidades religiosas, aparte de las que ya hizo en su testamento: 200 ducados al beaterio de San Antonio y al convento de San Antonio (100 ducados a cada uno), 200 ducados al convento de monjas de Santa María de Jesús, 100 ducados al Hospital de la Santa Caridad para asistencia de los pobres y 200 ducados de ayuda a la obra de la iglesia del Noviciado de San Luis.

[20] AGAS. Fondo: Arzobispado. Sección II. Serie: Órdenes Religiosas Femeninas. Legajo 242 (Signatura nueva, 04289). Ramo 1.- Beaterio de San Antonio. Fecha: Año 1711.

[21] AVELLA CHAVER, Francisco: Op. cit., p. 120.

[22] AGAS. Fondo: Arzobispado. Sección II. Serie: Órdenes Religiosas Femeninas. Legajo 242 (Signatura nueva, 04289). Ramo 1.- Beaterio de San Antonio. Fecha: Años 1746-1747.

[23] Fernando González de Socueba Arias Fustero, Veinticuatro de Sevilla, Abogado de los RR. Consejos y de la Real Audiencia de Sevilla, natural de Granada. Hijo de Fernando González de Socueba (Secretario del Santo Oficio) y de Feliciana María Pérez Arias Fustero, natural de Granada. DÍAZ DE NORIEGA Y PUBUL, José: La blanca de la carne en Sevilla, Madrid, Tomo I-1975, Tomo II-1976, Tomo III- 1976, Tomo IV-1977. Cit. tomo II, págs. 201-202.

[24] AHPSe. Protocolos de Sevilla. Oficio 15. Año 1760. Leg. 9556. Fol. 1044-1045. Convenio de agua. Beaterio de San Antonio – D. Fernando González Socueba.

[25] AGAS. Fondo: Arzobispado. Sección II. Serie: Órdenes Religiosas Femeninas. Legajo 242 (Signatura nueva, 04289). Ramo 1.- Beaterio de San Antonio. Documento 1. Fecha: Año 1782.

[26] AGAS. Fondo: Arzobispado. Sección II. Serie: Órdenes Religiosas Femeninas. Legajo 242 (Signatura nueva, 04289). Ramo 1.- Beaterio de San Antonio. Documento 2. Fecha: Año 1798.

[27] Véase a este respecto el trabajo monográfico de PORTUS, Javier – VEGA, Jesusa: La estampa religiosa en la España del Antiguo Régimen. Fundación Universitaria Española, Madrid, 1988. Para el ámbito sevillano puede verse las recopilaciones de grabados efectuadas por VAZQUEZ SOTO, José María: Marial sevillano. Sevilla, 1988; El santoral sevillano en los grabados de estampas. Sevilla, 1994.

[28] Luis Salcedo y Azcona fue Arzobispo de Sevilla entre 1723 – 1741. Sobre el grabado: CARRETE PARRONDO, Juan – CHECA CREMADES, Fernando – BOZAL, Valeriano: El grabado en España (siglos XV al XVIII), vol. XXXI de Summa Artis. Historia General del Arte. Espasa-Calpe, Madrid, 1988. P. 414, fig. 594, reproduce este grabado de la Virgen de Belén del beaterio de San Antonio.

[29] AVELLA CHAFER, Francisco: Op. cit., p. 121.

[30] MATUTE, Justino: Anales eclesiásticos y seculares de la M. N. y M. L. ciudad de Sevilla. Sevilla, 1887. (Edición facsímil, Ediciones Guadalquivir, Sevilla, 1997). Vol. III, pp. 136-137.

[31] PORRO, Francisco: Compendio de la vida, virtudes y milagros del Beato Padre Francisco Caracciolo, fundador de la Sagrada Religión de los Clérigos Menores, que escribió el P. Francisco Porro de dicha Orden en la Casa de San Gregorio el Bético de Granada, año de 1769. Granada, s. a.

[32] FUENTE GALAN, María del Prado: “Aportación al estudio de las instituciones de beneficencia de Granada del siglo XVIII: el beaterío de Santa María Egipcíaca”, Publicaciones de la Facultad de Educación y Humanidades del Campus de Melilla, nº 29 (1999), pp. 53-66.

[33] ANÓNIMO: Declaración á el público de la utilidad que recibe, y podrá aumentar á proporción de los esfuerzos de su amor al próximo, en el establecimiento formado para bien de muchas almas, con el título de Casa de Corrección del Beaterio de San Antonio de esta Ciudad de Sevilla, Sevilla 1 de Mayo de 1804. Biblioteca Capitular Colombina (Sevilla).  Sign. top.: 26-7-21(10).

[34] AGAS. Fondo: Arzobispado. Sección II. Serie: Órdenes Religiosas Femeninas. Legajo 242 (Signatura nueva, 04289). Ramo 1.- Beaterio de San Antonio. Documento 4. Carta de Sebastián de Gorbea, al Arzobispo de Laodicea, coadjutor de Sevilla. Su fecha en Madrid 11 de octubre de 1803.

[35] AGAS. Fondo: Arzobispado. Sección II. Serie: Órdenes Religiosas Femeninas. Legajo 242 (Signatura nueva, 04289). Ramo 1.- Beaterio de San Antonio. Documento 7. Fecha: Año 1830.

[36] Doña Catalina Jaén estuvo casada con Francisco Díaz (natural de Vejer), quién falleció y se enterró el 10 de febrero de 1825, en la parroquia del Sagrario (Sevilla). AGAS. Fondo: Arzobispado. Sección II. Serie: Órdenes Religiosas Femeninas. Legajo 242 (Signatura nueva, 04289). Ramo 1.- Beaterio de San Antonio. Documento 7. Fecha: Año 1836.

[37] En ese año de 1836, también fue extinguido otro beaterio que existía en la calle de la Muela (Sevilla).

[38] Sobre la incidencia de la Desamortización en la vida de las órdenes religiosas puede verse la clásica obra de REVUELTA GONZALEZ, Manuel: La exclaustración (1833 – 1840). Editorial Católica, Madrid, 1976.

[39] GONZALEZ DE LEON, Félix: Noticia histórica del origen de los nombres de las calles de esta Muy Noble y Muy Leal ciudad de Sevilla. Sevilla, 1839. P. 251.

[40] Ibídem, p. 449.

[41] AGAS. Fondo: Arzobispado. Sección II. Serie: Órdenes Religiosas Femeninas. Legajo 242 (Signatura nueva, 04289). Ramo 1.- Beaterio de San Antonio. Documento 7. Fecha: Año 1852.


[42] REVUELTA GONZALEZ, Manuel: “Las pagas de pensiones a los exclaustrados y a las monjas (1835 – 1850)”, en Estudios Eclesiásticos, 53 (1978); “Vicisitudes y colocaciones de un grupo social marginado: los exclaustrados del siglo XIX”, en Hispania Sacra, vol. XXXII, nº 65 – 66 (1980); “La reunión de los conventos de monjas y la incautación de sus bienes”, en Archivo Iberoamericano nº 163 – 164 (1981).

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