sábado, 8 de agosto de 2015

El ensamblador Miguel Cano, el escultor Alonso Cano, el pintor Juan del Castillo y el primitivo Retablo Mayor de la Parroquia de San Juan de la Palma



"El ensamblador Miguel Cano, el escultor Alonso Cano,
 el pintor Juan del Castillo y el primitivo Retablo Mayor 
de la Parroquia de San Juan de la Palma"

por Salvador Hernández González

 en  
Boletín de la Hermandad de la Amargura de Sevilla  
n º 21 (enero de 2001), págs. 31 – 34.


A lo largo de su historia la parroquia de San Juan de la Palma ha albergado entre sus muros un nutrido y variado patrimonio artístico que sólo en parte ha llegado hasta nosotros. Factores como los cambios de gusto estético o las destrucciones provocadas por incendios o turbulencias políticas y sociales han incidido en la desaparición de numerosas piezas artísticas. Por ello no son demasiadas las obras que nos han llegado pertenecientes al primitivo ajuar del templo. Una de estas obras, hoy fuera de su emplazamiento original aunque felizmente conservada, concretamente en la iglesia de los Sagrados Corazones de San Juan de Aznalfarache, es el retablo que, destinado a la capilla mayor de esta parroquia, contrataron en 1634 el ensamblador Miguel Cano y el pintor Juan del Castillo.

Hasta dicha fecha el presbiterio de este templo estuvo presidido por “ un retablo antiguo de pintura y en medio en un tabernáculo la imagen de San Juan Bautista de bulto “, según se recoge en un informe fechado el 21 de agosto de 1611 y correspondiente a la Visita Pastoral efectuada entonces a la parroquia [1] . Quizás el deterioro de este retablo pictórico, bien de estilo gótico o bien renacentista y que tal vez siguiese el modelo de batea habitual entre fines del siglo XV y la primera mitad del siglo XVI, obligaría a su sustitución por uno nuevo.

En efecto, el 20 de septiembre de 1634 el Provisor del Arzobispado, a petición del Mayordomo de Fábrica de la parroquia, autorizaba su ejecución, que se encargó al ensamblador Miguel Cano y al pintor Juan del Castillo [2] . El 1 de octubre siguiente el Provisor aceptó las condiciones de Juan del Castillo para acometer el dorado y estofado de la obra y las pinturas que contendría. Ocho días más tarde Miguel Cano y Juan del Castillo firmaban conjuntamente el contrato definitivo, por el que el primero ejecutaría la arquitectura del retablo y el segundo se ocuparía de su dorado, estofado y pinturas, figurando como fiadores de ambos artistas Marcos Maestre y Alonso Cano, encomendándose a este último la escultura del Titular. Para la tarea se establecía un plazo de cuatro años, al tiempo que se señalaba la temática y colocación de las pinturas de Juan del Castillo: en el primer cuerpo aparecerían el Bautismo de Jesucristo y la Predicación de San Juan; en el segundo San Juan predicando a Herodes y la Degollación del Bautista, mientras que en el ático iría el Nacimiento de San Juan.

La obra se llevó a cabo, aunque se desconoce si en el plazo acordado en principio. Miguel Cano realizó la arquitectura y ya en 1639 se le abonaba al escultor Agustín Muñoz la cabeza cortada de San Juan que figura sobre la hornacina central [3] . Por su parte, Juan del Castillo se ocupó de las pinturas, aunque modificando la temática de algunas de las escenas, como la de la Degollación del Bautista, sustituida por la de San Juan en la tina, y la de San Juan predicando a Herodes, reemplazada por la de San Juan predicando a los gentiles. También hubo cambios en lo referente a la policromía del retablo, que al no ser llevada a cabo por el pintor – tal vez por su fallecimiento – recayó, algún tiempo después, en Gaspar de Ribas, a quien se le encomendó el 8 de mayo de 1658.

La obra resultante constituye un buen ejemplo del tipo de retablo protobarroco propio de la primera mitad del siglo XVII, caracterizado por su sobriedad y marcado sabor clasicista [4]. Su estructura arquitectónica – en la que se advierte el influjo de Alonso Cano en la arquitectura de los retablos de su padre – se compone de banco y dos cuerpos divididos en tres calles, la central algo más elevada que las laterales. El banco, compartimentado por medio de los pedestales en los que apean los soportes que articulan el primer cuerpo, está presidido por el Sagrario, que no parece ser el primitivo y está flanqueado, en el espacio correspondiente a las calles laterales, por sendos tableros cuya superficie está recubierta por hojarasca y motivos arriñonados propios del repertorio ornamental de los primeros años del Seiscientos. El primer cuerpo se articula, al igual que el segundo, en tres calles por medio de columnas de fuste estriado en sentido helicoidal y capiteles de orden compuesto, albergando cada calle sendos marcos agallonados que cobijan las pinturas de Juan del Castillo y que dan paso al entablamento, ornado con guirnaldas de las que penden mazos de frutas y que se interrumpe en la calle central, abierta por una hornacina con arco de medio punto apeado sobre ménsulas y sobre cuya clave figura una pareja de ángeles portando sobre una bandeja la cabeza del Bautista, obra de Agustín Muñoz, según quedó dicho antes. Una cornisa apeada sobre mútilos, avanzando sobre la calle central y retrocediendo en las laterales, da paso al segundo cuerpo, que se organiza de forma análoga, con la sola diferencia de que en las calles laterales el marco de las pinturas se quiebra y alza para invadir la zona del entablamento y cobijar motivos gallonados. Otra cornisa análoga a la que corona el primer cuerpo da paso al coronamiento del retablo, sustituyéndose el ático por tres frontones semicirculares, de mayores dimensiones el situado sobre la calle central, el cual cobija en su tímpano guirnaldas florales, apareciendo éstas también en el friso que sustenta los frontones de las calles laterales. A eje con las columnas extremas de ambos cuerpos, sendas cartelas con la cruz sanjuanista denuncian la procedencia del retablo.

Como antes se señaló, el programa iconográfico recoge varios episodios de las vidas de los Santos Juanes. En la calle lateral izquierda del primer cuerpo figura el Bautismo de Cristo. Siguiendo la iconografía habitual, el Salvador preside la composición. A la izquierda se sitúa San Juan Bautista y a la derecha dos ángeles sosteniendo las vestiduras de Cristo, al tiempo que en la parte superior, en un rompimiento de gloria, aparece la paloma del Espíritu Santo [5]. San Juan Evangelista en Patmos es el tema del lienzo de la calle contraria, en el que vemos como el Evangelista, sentado delante de un árbol, sujeta con su mano izquierda el libro del Apocalipsis, mientras que con la otra levanta la pluma con la que escribe. Arriba a la izquierda figura la Virgen, representada como Inmaculada Apocalíptica [6]. El segundo cuerpo está presidido, en la calle central, por la escena del Nacimiento de San Juan Bautista, que acontece en un interior donde, en primer plano, figuran dos mujeres, una de las cuales sostiene el cuerpo del recién nacido. Santa Isabel, madre del Precursor, yace sobre una cama en segundo término, dirigiendo su mirada hacia su esposo Zacarías, sentado en una silla a su izquierda [7]. En el lienzo de la calle lateral izquierda se ha representado la Predicación de San Juan Bautista, quien está de pie en primer término y en la mitad izquierda de la escena, en ademán de dirigirse a la multitud que se agolpa a la derecha, de la que emerge una madre con su hijo en brazos [8]. Y finalmente, en la pintura de la calle contraria figura el suplicio de San Juan Evangelista en la tina. El santo está de pie, orante, dentro de una tina de hierro, flanqueado por dos verdugos [9].

En opinión de Valdivieso y Serrera estas pinturas son de alta calidad técnica, no obstante la estrechez y verticalidad de las composiciones, en las que destacan numerosos detalles de sentido naturalista – especialmente en los fondos de paisaje – y popular que anticipan las futuras pinturas de Murillo, advirtiéndose por otra parte la utilización de grabados para algunas composiciones, como las de La predicación de San Juan Bautista – en la que la figura del protagonista está tomada de un grabado de Marco Antonio Raimondi – , El martirio de San Juan en la tina y San Juan en Patmos, composición esta última que utiliza otro grabado de Jáuregui del mismo tema [10].

La iconografía se completaba originalmente con la escultura de San Juan Bautista, tallada hacia 1634 por Alonso Cano y que presidía el retablo desde la calle central del primer cuerpo, desapareciendo en fecha imprecisa para pasar a Barcelona, donde perteneció a la Colección Güell y más tarde a la del Conde de Ruiseñada. La efigie representa al santo muy joven, lleno de fuerza y plenitud vital, aunque en su rostro aflora una expresión de melancolía y sentimiento de introspección muy típicos de la obra de Alonso Cano [11].

Coincidiendo con las obras que en 1710 se emprendieron en el presbiterio de la parroquia de San Juan de la Palma, el retablo fue trasladado al convento franciscano de San Antón en San Juan de Aznalfarache, hoy iglesia de los Sagrados Corazones. Tal vez entonces o algo después debió desaparecer la escultura del titular ejecutada por Cano, siendo sustituida, ya en el nuevo emplazamiento del retablo, por una escultura de la Virgen de la Paz, patrona de la mencionada localidad aljarafeña, que a su vez fue reemplazada por la que hoy día lo preside, una efigie moderna de la Virgen Reparadora, copia de la existente en el convento de las Reparadoras de Jerez de la Frontera [12].

Para llenar el vacío dejado por el retablo que hemos comentado, se trajo otro, de estilo neoclásico, procedente de la desaparecida parroquia sevillana de San Miguel, pieza que sufrió daños en 1936 al perder su imaginería [13] , siendo sustituido en los años cincuenta por el que hoy día podemos contemplar, ejecutado hacia 1770 por Juan Cano y procedente, como es de sobra sabido, de la parroquia de San Felipe de Carmona, donde estaba dedicado a la Virgen de la Encarnación [14], cerrando de este modo la larga cadena de retablos que han presidido el presbiterio de la iglesia de San Juan de la Palma a lo largo de su historia, uno de cuyos principales eslabones ha sido el ejecutado por Miguel y Alonso Cano y Juan del Castillo, que hemos querido evocar en estas páginas.



* Publicado en Boletín de la Hermandad de la Amargura de Sevilla n º 21 (enero de 2001), págs. 31 – 34.


[1] ARCHIVO GENERAL DEL ARZOBISPADO DE SEVILLA, sección III (Justicia), legajo 2843.
[2] VALDIVIESO, Enrique – SERRERA, Juan Miguel: Historia de la pintura española. Escuela sevillana del primer tercio del siglo XVII. Madrid, 1985. Págs. 323 – 324; LOPEZ MARTINEZ, Celestino: Retablos y esculturas de traza sevillana. Sevilla, 1928. Pág. 146.
[3] HERNANDEZ DIAZ, José: “ Materiales para la Historia del Arte Español “, en Documentos para la Historia del Arte en Andalucía, vol. II. Sevilla, 1928. Pág. 213.
[4] MARTIN GONZALEZ, Juan José: El retablo barroco en España. Ediciones Alpuerto, Madrid, 1993, pág. 35.
[5] VALDIVIESO, Enrique – SERRERA, Juan Miguel: Historia de la pintura ..., pág. 324.
[6] Ibídem, pág. 325.
[7] Ibídem, pág. 324.
[8] Ibídem, pág. 324.
[9] Ibídem, pág. 325.
[10] Ibídem, págs. 308 – 309.
[11] BERNALES BALLESTEROS, Jorge: Alonso Cano en Sevilla. Diputación Provincial de Sevilla, 1976. Pág. 92; WETHEY, Harold E.: Alonso Cano. Pintor, escultor y arquitecto. Alianza Editorial, Madrid, 1983. Págs. 45 y 150.
[12] PINEDA NOVO, Daniel: Historia de San Juan de Aznalfarache. Coria del Río, 1980. Pág. 201.
[13] HERNANDEZ DIAZ, José – SANCHO CORBACHO, Antonio: Estudio de los edificios religiosos y objetos de culto de la ciudad de Sevilla saqueados y destruidos por los marxistas. Sevilla, 1936. Pág. 129.
[14] FERRERA ROMERO, Gabriel: “Breve reseña de los retablos de la Hermandad de la Amargura“, en Amargura n º 14 (octubre de 1997), págs. 21 – 23; HALCON, Fátima – HERRERA, Francisco Javier – RECIO, Alvaro: El retablo barroco sevillano. Universidad de Sevilla – Fundación El Monte, Sevilla, 2000. Págs. 190 – 191.

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