sábado, 8 de agosto de 2015

Apuntes para una nómina de Franciscaniscanos Ilustres de Marchena, Morón y Osuna



Apuntes para una nómina de 

Franciscaniscanos Ilustres de Marchena, Morón y Osuna 

por

Salvador Hernández González



La Campiña sevillana se convirtió a lo largo de su historia en un importante foco del franciscanismo andaluz en virtud de la presencia de la orden seráfica a través de fundaciones conventuales en enclaves tan representativos como las localidades de Marchena, Morón y Osuna. En estos cenobios vivieron religiosos que destacaron en diferentes ámbitos de su actividad apostólica, tales como su vida virtuosa, su actividad literaria o su acción misionera en las tierras del Nuevo Mundo.


MARCHENA

Esta población contó con dos fundaciones masculinas franciscanas: el convento de San Francisco, de la Observancia, emplazado en el casco urbano de la población; y el convento – eremitorio de Santa Eulalia, de la rama recoleta, situado extramuros, el cual nació de una primitiva ermita entregada en 1420 a la orden seráfica y confirmada por bula pontificia de 1428 [1].


Convento de Santa Eulalia.

Esta casa de la Recolección aportó a la orden seráfica algunas figuras destacadas, de las que las crónicas nos dan diversas noticias.

a) Religiosos que brillaron por su virtud:

Fray Juan de Santorcaz o San Torcuato, Apóstol de Canarias  [2].

Fundador de este eremitorio de Santa Eulalia. Se ignora el lugar y año de su nacimiento. Tras una etapa de vida anacoreta, tomó el hábito en el convento de San Francisco del Monte, en tierras cordobesas, donde vivió con un retiro y penitencia extraordinarios.

En 1420 viene a Marchena para establecerse en la ermita de Santa Eulalia, de reciente edificación. Junto con Fray Juan de Santa Marina puso en marcha la fundación del convento recoleto sobre la base de este eremitorio. La fama de su santidad, vida penitente y frutos cosechados por su celo apostólico se hallaban extendidos por la comarca, de forma que la pequeña ermita de Santa Eulalia “veíase frecuentada por almas piadosas ávidas de vida espiritual y pecadores que deseaban purificar sus conciencias en el tribunal santo de la penitencia con el joven y penitente ermitaño, hijo de San Francisco”.

En 1441 fue enviado, junto con San Diego de Alcalá, a la Misión de las Islas Canarias, donde su celo apostólico y la fuerza de sus virtudes obraron numerosos milagros. Escribió algunos tratados de Teología Escolástica, cuyos códices son el monumento más antiguo de la cultura eclesiástica en Las Canarias. Falleció en el convento de San Buenaventura de Bentecuria el 8 de febrero de 1485, superando los noventa años de edad, en olor de santidad. Al trasladar sus restos en el siglo XVI por orden de Felipe II al monasterio del Escorial, éstos exhalaron una sustancia que reveló sus propiedades curativas.

Fray Juan de Santa Marina.

Considerado como cofundador de este eremitorio, fue, en palabras del padre Germán Rubio, “varón doctísimo, laureado en Santa Teología y dechado de vida franciscana”.

Se ignora su patria, fecha de nacimiento y toma de hábito, así como el lugar donde cursara su formación. Sólo de sabe que hallándose de Lector de Sagrada Teología en el convento de San Francisco de Córdoba, renunció a su cátedra para retirarse en torno a 1420 a este convento de Santa Eulalia. En 1427 representó a esta casa en el capítulo de la orden celebrado en Medina del Campo. Murió, lleno de méritos y virtudes, en 1434[3].

Fray Juan de Tavira.

Religioso de origen portugués, como indica su apellido, fue humildísimo y muy entregado a la penitencia y la oración, en la que era favorecido con “suavísimos y frecuentes raptos que, privándole completamente de sus facultades exteriores y comunicación con las criaturas, le arrebataban en Dios por la más alta contemplación de sus divinas perfecciones; permaneciendo así largas horas en admirables éxtasis y deliquios de amor”  [4].

Fray Pedro de Ronda.

Al igual que el anterior, fue muy dado a la contemplación de las cosas divinas, experimentando frecuentes éxtasis que contribuyeron a extender su fama de santidad por la comarca. Parece que vivió en el siglo XVI, aunque se ignora la fecha de su muerte[5].

Fray Pedro de Torres.

Se desconocen todos los detalles de su vida anteriores a su presencia como morador en esta casa. Se hizo muy popular por su santidad y el consuelo de sus consejos y oraciones. Cuando la noticia de su muerte llegó a Marchena, corrió todo el pueblo a sus funerales “con tal ímpetu y violencia que los religiosos a duras penas pudieron dar sepultura a su cadáver, pretendiendo todos y cada uno, quien besarle las manos y pies, tocando objetos piadosos a sus carnes, quien llevarse de sus hábitos o cabellos alguna preciosa reliquia, etc.” Debió morir en torno a 1540[6].

Fray Domingo de Oporto.

Alcanzó el cargo de Comisario General de Indias, tarea en la que dejó buena muestra de sus virtudes. Falleció en Montilla, donde fue enterrado[7].

Fray Lorenzo Rodríguez.

Este religioso lego fue gran amante de la oración y la penitencia, puesta a prueba con las numerosas llagas que cubrieron su cuerpo. Murió en olor de santidad[8].

Fray Pedro Meléndez.

Natural de Ecija y primo del Marqués de Cropani, se le llamó “el Angélico”, “así por sus virtudes como por la hermosura de su rostro”. Tras haber sido predicador de Felipe II, se retiró a este convento de Santa Eulalia, donde falleció en opinión de santidad[9].

Fray Cosme de San Damián.

Este religioso lego, natural de Málaga, dotado de “raras virtudes”, murió martirizado en Jerusalén[10].

Fray Luís Gómez de Cobos.

Natural de Andújar, este hijo de este convento de Santa Eulalia murió martirizado en el Japón[11].

Fray Ambrosio.

Religioso lego, natural de Peñafiel (Valladolid), tomó el hábito en el Potosí, de donde regresó a España y se incorporó a este convento de Santa Eulalia de Marchena, donde fue admirado por “su penitente vida, sus extraordinarias virtudes y su religiosa integridad”. Falleció en el convento de San Francisco de Osuna, en opinión de santidad[12].

Fray Juan de Segarra.

Natural de Granada, falleció en 1626. La fama de su vida y milagros hizo abrir un proceso de información en el que más de 120 testigos depusieron sobre sus virtudes[13].

b) Predicadores:

Fray Francisco de San Buenaventura.

Predicador Apostólico, destacó por sus virtud y ardiente celo por la salvación de las almas, tarea en la que obró numerosos milagros. Se enterró en el convento de San Francisco de Sevilla[14].

Fray Juan Bautista Carleval.

Doctor en Sagrada Teología por la Universidad de Osuna, se le atribuyeron numerosos milagros después de su muerte. Falleció en fecha imprecisa en el convento de Marbella, donde desempeñó el cargo de Guardián[15].

Fray Francisco García.

De este franciscano recoleto sólo se sabe que desempeñó el cargo de Lector de Sagrada Teología y Guardián de esta casa, como se recoge en la portada del Sermón dedicado a San Jerónimo, pronunciado por este religioso en la iglesia del hospital del mismo título de la propia localidad, el 30 de septiembre de 1795, e impreso en el propio año[16].

c) Misioneros:

El convento de Santa Eulalia de Marchena, como otros de la región, aportó algunos efectivos humanos a la gran empresa misionera de la evangelización de América. Así, en la expedición que se dirigió a La Florida en 1658, a cargo de Fray Francisco Martínez, partieron varios religiosos de este cenobio: Fray Antonio de la Concepción, Fray Martín Pópulo y Fray Juan Riquelme[17].

Aparte de estos franciscanos, unidos por el nexo común de su adscripción a esta casa de Marchena, hay que citar a aquellos religiosos naturales de la localidad que ejercieron su apostolado en otras casas de la Orden:


Fallecido en 1603, se desconoce su fecha de nacimiento en Marchena. Teólogo y humanista, fue autor de un memorial en español a Felipe IV y otro en latín a Clemente VII, además de un tratado sobre la propagación de la fe en Filipinas, Japón, China, Conchinchina y Siam (1602)[18].

Fray Juan Marcelo de San Antonio.

Nacido en Marchena en 1720, este franciscano observante ingresó en la orden el 23 de febrero de 1739. Fue enviado a las islas Filipinas, donde desempeñó el cargo de Procurador de la Provincia de San Gregorio Magno durante tres años. Luego pasó a ser ministro prelado de Pagsahan (1756), de Meycanayan (1759) y de Morong[19].

Fray Antonio José Álvarez de Luna.

Nació en Marchena el 16 de octubre de 1729 y falleció en Nueva Cáceres (Filipinas) el 16 de abril de 1773, donde desempeñó su tarea pastoral como obispo, misión en la que destacó por su “ciencia y acertadas disposiciones”. Durante su periodo de gobierno se desarrolló el único concilio celebrado en Filipinas[20].

Fray Miguel Pérez.

Este franciscano marchenero, nacido en 1745, profesó en el convento de San Diego de Sevilla el 14 de noviembre de 1763. Finalizados sus estudios, fue designado para las misiones de Filipinas. Allí ostentó en Samar el cargo de párroco de los pueblos de Sulat y Catbalonga, que simultaneó con el de Comisario Provincial. Su formación teológica y canónica le permitió ser nombrado Definidor en 1795. Posteriormente fue nombrado comisario de la Orden Tercera franciscana en Sampolac. En 1797 regresó a Samar y pasó a ser cura en Paranás, Guinguán y de nuevo en Paranás. Se dedicó plenamente a la predicación[21].

Fray Estanislao de Marchena.

Natural de esta localidad, donde nació en 1871, ingresó en el convento de Nuestra Señora del Loreto en 1887. Desempeñó el cargo de director del colegio de Fuente del Maestre (Badajoz) y después pasó a ejercer de Visitador de las Ordenes Terceras y Delegado Provincial (1913). Fue representante de su orden en el XXX Congreso Eucarístico de Lourdes (1914). Ejerció de director de la revista El Terciario Franciscano y dejó publicadas dos obras: La Tercera Orden de San Francisco de Asís (Sevilla, 1913) y Ejercicios piadosos para la reunión mensual de los Terciarios franciscanos (Sevilla, 1913)[22].


MORON DE LA FRONTERA

El franciscanismo en esta localidad enclavada a caballo entre la Campiña y las primeras estribaciones de la Sierra Sur, tuvo su epicentro en el convento del Corpus Christi[23]. Su fundación data de 1541 y fue promovida por don Juan Téllez Girón. Nunca fue casa de estudios, dedicándose su comunidad a la vida religiosa y ministerios sagrados.

Un destacado predicador, seguramente hijo de esta casa, fue Francisco de Villaverde, del que únicamente sabemos que el 7 de diciembre de 1755 predicó en la parroquia de San Miguel de esta población un sermón dedicado a la Inmaculada Concepción, publicado al año siguiente en Sevilla[24]. La actividad misionera estuvo representada por Fray Diego Mejía, quien partió para Nueva Galicia el 26 de mayo de 1607, acompañado por Fray Domingo González y Fray Marcos Domínguez, del vecino convento de Osuna[25].

Otros franciscanos hijos de la localidad ejercieron su tarea apostólica en otras casas de la Orden bajo diversos cometidos. Así podemos citar a Fray Felipe Trenado de San Pedro, quien fue Lector de Teología, Definidor Provincial (1627 – 1630) y Ministro Definidor (1630)[26]. Y Fray Rodrigo Pérez Porras, que ejerció su actividad misionera en América, dedicándose a las conversiones de los indígenas y a reprender a los caciques que mantenían esclavos. Murió martirizado el 24 de mayo de 1617 en Nicaragua, donde según Méndez Bejarano[27] “sucumbió apedreado, asaetado y alanceado por los indios que arrastraron su cadáver para ocultarlo en las márgenes del Tariri”.


OSUNA

Esta localidad contó con tres fundaciones masculinas franciscanas: el convento de San Francisco, de la Observancia; Nuestra Señora de Consolación, de la Tercera Orden Regular; y el del Calvario, perteneciente a la rama recoleta.

La fundación del convento de San Francisco, cuya advocación oficial era la de Madre de Dios, fue patrocinada en 1524 por Doña Inés Chirino, mujer del alcaide Luís de Pernía, quien donó una ermita denominada con dicho título mariano a la orden seráfica para que fundase convento en ella, al que adscribió el servicio de una capellanía de misas por el alma de los fundadores. El posterior establecimiento, en 1548, de la Universidad, brindó a la orden franciscana y a otros institutos religiosos de la localidad la posibilidad de servir las cátedras del centro universitario, al tiempo que perfeccionar la formación de sus miembros[28].

A la Tercera Orden Regular de San Francisco perteneció el convento de Nuestra Señora de Consolación, fundado inicialmente por don Juan Téllez Girón en 1544 junto a la ermita de San Antón, de donde pasó posteriormente al emplazamiento en el que perduró su comunidad hasta la Desamortización decimonónica.

El convento del Calvario fue edificado en 1536 por Don Juan Téllez Girón para franciscanos recoletos, sobre un cerro  de 420 metros de altura ubicado a poco más de una legua de Osuna en dirección SE. Si bien su advocación era Nuestra Señora de Belén, el emplazamiento rocoso que recordaba el Gólgota hizo que fuese conocido con el nombre del Calvario. Aunque algunos autores – como García de Córdoba o el cronista franciscano fray Francisco Gonzaga – dan la fecha de 1549, ésta debe considerarse al de dotación de la casa, ya que en ese año el conde de Ureña lo dotó bajo la condición de que contase con trece individuos, de los que uno fuese el Guardián o superior, a imitación de los doce apóstoles y Jesucristo[29].

Hijo ilustre de este convento del Calvario fue Fray Bernardino de Corvera, natural de Morón de la Frontera, quien tras tomar el hábito en el convento de San Antonio de Ecija se mudó a la rama recoleta, en la que ocupó los cargos de Definidor y Guardián de los conventos de Estepa y de éste del Calvario, además de residir durante 17 años en el de Santa Eulalia de Marchena. Fallecido en Sevilla, se enterró en el convento Casa Grande de San Francisco[30].

Las estrechas relaciones entre el convento observante de San Francisco y la Universidad dieron como fruto que aquél se convirtiese, a partir de 1551, en una de las primeras casas de estudios de la Provincia Bética.

Sin duda alguna, la figura más ilustre del franciscanismo en esta localidad es el célebre escritor Fray Francisco de Osuna, del que no vamos a ocuparnos por ser figura de la mística española harto conocida y objeto de numerosos estudios. Por ello preferimos centrarnos en otros religiosos menos conocidos:

a) Predicadores.

Seguramente fue morador del convento de Consolación, de los Terceros, Fray Diego Fernández, quien el 8 de septiembre de 1734 pronunció la Oración panegírica del celestial nacimiento de la Serenísima Emperatriz de los Ángeles y hombres, con el título de Consolación, primera Patrona de la nobilísima villa de Osuna, que fue publicada en Sevilla al año siguiente[31]. Al mismo autor se debe la Oración panegírica al mártir San Arcadio, pronunciada el 12 de enero de 1728 y publicada en Córdoba en el propio año.

b) Misioneros:

Fray Domingo González y Fray Marcos Domínguez marcharon a Nueva Galicia el 26 de mayo de 1607.

Fray Diego de Angulo pasó a la Florida en la expedición que partió el 17 de mayo  de 1652, comandada por fray Pedro Moreno Ponce de León [32].

Otro personaje importante de la orden franciscana en Osuna fue Fray Manuel Marrufo, cuya trayectoria vital se vio envuelta en la azarosa coyuntura de la Guerra de la Independencia española contra la invasión napoleónica[33]. Nacido en Utrera el 2 de diciembre de 1758, perteneció a la rama observante, en la que alcanzó el 14 de octubre de 1789 el grado de Licenciado y maestro de Filosofía, y el de doctor en Teología el 3 de agosto de 1790. Consciente de los riesgos que suponían para la vida conventual las nuevas ideas anticlericales traídas por las tropas napoleónicas, optó por adscribirse a la facción más radical del bando nacionalista, lo que le llevó a implicarse en las revueltas antifrancesas de 1808. Cuando el gobierno de José Bonaparte decreta en marzo de 1810 la supresión de la vida conventual, Marrufo es el superior del convento de San Francisco de Osuna. Si bien, de acuerdo con la legislación impuesta por las autoridades francesas, tendría que retirarse a su localidad natal, consiguió obtener del Comisario Regio de Sevilla permiso para permanecer en Osuna y conservar así su cátedra. Sin embargo, para asegurar su residencia en la villa accedió al cargo de administrador de la Casa de Expósitos, institución benéfica que dirigirá desde el 1 de julio de 1810 hasta finales de julio de 1812, es decir, casi durante todo el tiempo de la invasión francesa. Con el final de la invasión napoleónica y la consiguiente restauración de la vida conventual, Marrufo se reintegró a su comunidad franciscana.

Y al igual que en las otras localidades de que nos ocupamos, hay que referirse finalmente a aquellos religiosos ursaonenses que destacaron en otras casas seráficas:

Fray Baltasar de Cepeda.

Hijo de Diego de Cepeda, descendiente de la ciudad de Ávila y del tronco familiar de los Cepeda de Santa Teresa de Jesús, tomó el hábito con 15 años de edad en San Francisco del Monte, junto a Córdoba. Tras estudiar Artes en Granada, fue destinado al convento de San Antonio de Arcos de la Frontera (Cádiz), donde obró varios milagros, para pasar después a los de Álora y el Loreto, falleciendo en este último en olor de santidad[34].

Fray Juan de Quirós.

Nacido en Osuna a fines del siglo XVI, tomó el hábito el 1 de mayo de 1616 en el convento del Loreto. Ejerció diversos cargos en su orden: Lector de Teología (hasta 1644), Guardián (1651) y Custodio (1653) del convento de Sevilla, además de Secretario General y Vicecomisario de las Indias, Consultor del Santo Oficio de la Inquisición y Examinador General del Arzobispado de Sevilla. De su obra conocemos los siguientes títulos: Rosario Inmaculado de la Virgen Santísima y mayores testigos de su originaria gracia (Sevilla, 1650), Apología por la verdadera profesión de Fray Pedro Tello, Caballero de la Orden Militar de San Juan en la Religión de San Francisco (Sevilla, 1650) y Marial y segundo tomo de los misterios y glorias de la Reina de los Ángeles (Sevilla, 1651)[35].

Fray Francisco de Ojeda y Vargas.

Debió nacer en la primera mitad del siglo XVII, siendo sus padres Don Diego Ruiz de Ojeda y Doña Ana María de Ayala. Ingresó en el convento de San Francisco de Sevilla el 22 de junio de 1659. Desempeñó algunos cargos en la Orden, como el de Lector. Fue catedrático en la Universidad de su localidad natal. Falleció en el convento de Cádiz en 1727. De su producción oratoria se conocen algunos sermones y oraciones fúnebres: Oración fúnebre y póstuma laudatoria que hizo (…) en su convento de la villa de Osuna en las suntuosas exequias que la Venerable Orden Tercera de Penitencia celebró a la memoria del Gran Monarca de las Españas Don Carlos Segundo, en el domingo segundo de adviento, día 5 de diciembre de 1700 (Sevilla, 1701); y Oración panegírica (…) de María Santísima, advocación de los Milagros (…) del Gran Puerto de Santa María, en el día primero de la celebérrima octava de su natal glorioso (…) (Sevilla, 1711)[36]. 





[1] RUBIO, Germán: La Custodia Franciscana de Sevilla. Ensayo histórico sobre sus orígenes, progresos y vicisitudes (1220 – 1499). Sevilla, 1953. Págs. 267 – 268; JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Un manuscrito inédito sobre historia de Estepa y de la recolección franciscana en Andalucía. Asociación Amigos de Estepa – Editorial La Serranía, Ronda, 2005. Págs. 82 – 84.

[2] RUBIO, Germán: Op. cit., págs. 468 – 475; JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 100.

[3] RUBIO, Germán: Op. cit., págs. 465 – 466; JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 99.

[4] RUBIO, Germán: Op. cit., págs. 466 – 467; JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 99.

[5] RUBIO, Germán: Op. cit., págs. 467.

[6] RUBIO, Germán: Op. cit., pág. 468; JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., págs. 100 – 101.

[7] JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 101.

[8] JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 102.

[9] JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 102.

[10] JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 102.

[11] JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 144.

[12] JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 101.

[13] JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 101.

[14] JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 101.

[15] JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 101.

[16] AGUILAR PIÑAL, Francisco: Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, tomo IV. C.S.I.C., Madrid, 1896. Pág. 76.

[17] CEBRIAN GONZALEZ, Carmen: “Expediciones franciscanas en el siglo XVII (1650 – 1675)”, en Actas del III Congreso Internacional sobre los Franciscanos en el Nuevo Mundo (siglo XVII). Editorial Deimos, Madrid, 1991. Pág. 867.

[18] MENDEZ BEJARANO, Mario: Diccionario de escritores, maestros y oradores naturales de Sevilla y su actual provincia. Sevilla, 1922. (Edición facsímil, Padilla Libros, Sevilla, 1989). Tomo II, pág. 120.

[19] MENDEZ BEJARANO, Mario: Op. cit., tomo II, pág. 18.

[20] MENDEZ BEJARANO, Mario: Op. cit., tomo I, pág. 21.

[21] MENDEZ BEJARANO, Mario: Op. cit., tomo II, págs. 211 – 212.

[22] MENDEZ BEJARANO, Mario: Op. cit., tomo II, pág. 18.

[23] ORTEGA, Ángel: “Fundaciones franciscanas en Morón. El convento de San Francisco”, en Revista de Morón (agosto de 1914), pág. 10; RUIZ BARRERA, María Teresa: “Aportaciones a la historia del antiguo convento del Corpus Christi de Morón de la Frontera”, en Actas de las III Jornadas de Historia sobre la provincia de Sevilla. Sierra Sur. Asociación Provincial Sevillana de Cronistas e Investigadores Locales, Sevilla, 2006, págs. 219 – 223.

[24] AGUILAR PIÑAL, Francisco: Op. cit., tomo VIII. C.S.I.C., Madrid, 1995. Pág. 477.

[25] ALCANTARA VALLE, José María: “La emigración moronense a Indias en la Edad Moderna”, en Actas de las VI Jornadas de Temas Moronenses (29 de septiembre al 3 de octubre de 2003). Fundación Fernando Villalón, Morón de la Frontera, 2005. Págs. 328 – 329.

[26] MENDEZ BEJARANO, Mario: Op. cit., tomo III, pág. 27.

[27] MENDEZ BEJARANO, Mario: Op. cit., tomo III, págs. 212 y 222. También se refiere a este episodio COLLANTES DE TERAN CAAMAÑO, Francisco: Historia de Morón de la Frontera. Fundación Fernando Villalón, Morón de la Frontera, 1990. Pág. 263.

[28] RAMIREZ OLID, José Manuel: “La presencia de los franciscanos en Osuna”, en Cuatro siglos de presencia de los franciscanos en Estepa. Ayuntamiento de Estepa, 2007. Págs. 422 – 426; ORTEGA, Ángel: Las Casas de Estudios en la Provincia de Andalucía. Madrid, 1917. Págs. 216 – 217.

[29] MORENO DE SOTO, Pedro Jaime – RUIZ, José Ildefonso: “El Monte Calvario”, en Apuntes 2 n º 2 (Osuna, 1998), pp. 157 – 174. La crónica manuscrita editada por JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 92, señala el año 1599, seguramente por errata de imprenta; RAMIREZ OLID, José Manuel: Op. cit., pág. 426.

[30] JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 104.

[31] AGUILAR PIÑAL, Francisco: Op. cit., tomo III. C.S.I.C., Madrid, 1984. Pág. 316.

[32] CEBRIAN GONZALEZ, Carmen: “Expediciones franciscanas en el siglo XVII (1650 – 1675)”, en Actas del III Congreso Internacional sobre los Franciscanos en el Nuevo Mundo (siglo XVII). Editorial Deimos, Madrid, 1991. Pág. 867.

[33] DIAZ TORREJON, Francisco Luís: Osuna napoleónica (1810 – 1812). Sevilla, 2001. Págs. 387 – 388.

[34] JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., págs. 104 – 110.

[35] MENDEZ BEJARANO, Mario: Op. cit., tomo II, pág. 259.


[36] MENDEZ BEJARANO, Mario: Op. cit., tomo II, pág. 159; AGUILAR PIÑAL, Francisco: Op. cit., tomo VI. C.S.I.C., Madrid, 1991. Pág. 113.

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