"El ensamblador Miguel Cano, el escultor Alonso Cano,
el pintor Juan del Castillo y el primitivo Retablo Mayor
de la Parroquia de San Juan de la Palma"
por Salvador Hernández González
en
Boletín de la Hermandad de
la Amargura de Sevilla
n º 21 (enero de 2001), págs. 31 – 34.
A lo largo de su historia la parroquia de San Juan
de la Palma ha albergado entre sus muros un nutrido y variado patrimonio
artístico que sólo en parte ha llegado hasta nosotros. Factores como los
cambios de gusto estético o las destrucciones provocadas por incendios o
turbulencias políticas y sociales han incidido en la desaparición de numerosas
piezas artísticas. Por ello no son demasiadas las obras que nos han llegado
pertenecientes al primitivo ajuar del templo. Una de estas obras, hoy fuera de
su emplazamiento original aunque felizmente conservada, concretamente en la
iglesia de los Sagrados Corazones de San Juan de Aznalfarache, es el retablo
que, destinado a la capilla mayor de esta parroquia, contrataron en 1634 el
ensamblador Miguel Cano y el pintor Juan del Castillo.
Hasta dicha fecha el presbiterio de este templo
estuvo presidido por “ un retablo antiguo
de pintura y en medio en un tabernáculo la imagen de San Juan Bautista de bulto
“, según se recoge en un informe fechado el 21 de agosto de 1611 y
correspondiente a la Visita Pastoral efectuada entonces a la parroquia [1] .
Quizás el deterioro de este retablo pictórico, bien de estilo gótico o bien
renacentista y que tal vez siguiese el modelo de batea habitual entre fines del
siglo XV y la primera mitad del siglo XVI, obligaría a su sustitución por uno
nuevo.
En efecto, el 20 de septiembre de 1634 el Provisor
del Arzobispado, a petición del Mayordomo de Fábrica de la parroquia,
autorizaba su ejecución, que se encargó al ensamblador Miguel Cano y al pintor
Juan del Castillo [2] . El 1 de octubre
siguiente el Provisor aceptó las condiciones de Juan del Castillo para acometer
el dorado y estofado de la obra y las pinturas que contendría. Ocho días más
tarde Miguel Cano y Juan del Castillo firmaban conjuntamente el contrato
definitivo, por el que el primero ejecutaría la arquitectura del retablo y el
segundo se ocuparía de su dorado, estofado y pinturas, figurando como fiadores
de ambos artistas Marcos Maestre y Alonso Cano, encomendándose a este último la
escultura del Titular. Para la tarea se establecía un plazo de cuatro años, al
tiempo que se señalaba la temática y colocación de las pinturas de Juan del
Castillo: en el primer cuerpo aparecerían el Bautismo de Jesucristo y la Predicación
de San Juan; en el segundo San Juan
predicando a Herodes y la Degollación
del Bautista, mientras que en el ático iría el Nacimiento de San Juan.
La obra se llevó a cabo, aunque se desconoce si en
el plazo acordado en principio. Miguel Cano realizó la arquitectura y ya en
1639 se le abonaba al escultor Agustín Muñoz la cabeza cortada de San Juan que
figura sobre la hornacina central [3] . Por
su parte, Juan del Castillo se ocupó de las pinturas, aunque modificando la
temática de algunas de las escenas, como la de la Degollación del Bautista, sustituida por la de San Juan en la tina, y la de San
Juan predicando a Herodes, reemplazada por la de San Juan predicando a los gentiles. También hubo cambios en lo
referente a la policromía del retablo, que al no ser llevada a cabo por el
pintor – tal vez por su fallecimiento – recayó, algún tiempo después, en Gaspar
de Ribas, a quien se le encomendó el 8 de mayo de 1658.
La obra resultante constituye un buen ejemplo del
tipo de retablo protobarroco propio de la primera mitad del siglo XVII,
caracterizado por su sobriedad y marcado sabor clasicista [4]. Su
estructura arquitectónica – en la que se advierte el influjo de Alonso Cano en
la arquitectura de los retablos de su padre – se compone de banco y dos cuerpos
divididos en tres calles, la central algo más elevada que las laterales. El
banco, compartimentado por medio de los pedestales en los que apean los
soportes que articulan el primer cuerpo, está presidido por el Sagrario, que no
parece ser el primitivo y está flanqueado, en el espacio correspondiente a las
calles laterales, por sendos tableros cuya superficie está recubierta por
hojarasca y motivos arriñonados propios del repertorio ornamental de los
primeros años del Seiscientos. El primer cuerpo se articula, al igual que el
segundo, en tres calles por medio de columnas de fuste estriado en sentido
helicoidal y capiteles de orden compuesto, albergando cada calle sendos marcos
agallonados que cobijan las pinturas de Juan del Castillo y que dan paso al
entablamento, ornado con guirnaldas de las que penden mazos de frutas y que se
interrumpe en la calle central, abierta por una hornacina con arco de medio
punto apeado sobre ménsulas y sobre cuya clave figura una pareja de ángeles
portando sobre una bandeja la cabeza del Bautista, obra de Agustín Muñoz, según
quedó dicho antes. Una cornisa apeada sobre mútilos, avanzando sobre la calle
central y retrocediendo en las laterales, da paso al segundo cuerpo, que se
organiza de forma análoga, con la sola diferencia de que en las calles
laterales el marco de las pinturas se quiebra y alza para invadir la zona del
entablamento y cobijar motivos gallonados. Otra cornisa análoga a la que corona
el primer cuerpo da paso al coronamiento del retablo, sustituyéndose el ático
por tres frontones semicirculares, de mayores dimensiones el situado sobre la
calle central, el cual cobija en su tímpano guirnaldas florales, apareciendo
éstas también en el friso que sustenta los frontones de las calles laterales. A
eje con las columnas extremas de ambos cuerpos, sendas cartelas con la cruz
sanjuanista denuncian la procedencia del retablo.
Como antes se señaló, el programa iconográfico
recoge varios episodios de las vidas de los Santos Juanes. En la calle lateral
izquierda del primer cuerpo figura el Bautismo
de Cristo. Siguiendo la iconografía habitual, el Salvador preside la
composición. A la izquierda se sitúa San Juan Bautista y a la derecha dos
ángeles sosteniendo las vestiduras de Cristo, al tiempo que en la parte
superior, en un rompimiento de gloria, aparece la paloma del Espíritu Santo [5]. San Juan Evangelista en Patmos es el
tema del lienzo de la calle contraria, en el que vemos como el Evangelista,
sentado delante de un árbol, sujeta con su mano izquierda el libro del
Apocalipsis, mientras que con la otra levanta la pluma con la que escribe.
Arriba a la izquierda figura la Virgen, representada como Inmaculada
Apocalíptica [6]. El segundo cuerpo está
presidido, en la calle central, por la escena del Nacimiento de San Juan Bautista, que acontece en un interior donde,
en primer plano, figuran dos mujeres, una de las cuales sostiene el cuerpo del
recién nacido. Santa Isabel, madre del Precursor, yace sobre una cama en
segundo término, dirigiendo su mirada hacia su esposo Zacarías, sentado en una
silla a su izquierda [7]. En
el lienzo de la calle lateral izquierda se ha representado la Predicación de San Juan Bautista, quien
está de pie en primer término y en la mitad izquierda de la escena, en ademán
de dirigirse a la multitud que se agolpa a la derecha, de la que emerge una
madre con su hijo en brazos [8]. Y finalmente,
en la pintura de la calle contraria figura el suplicio de San Juan Evangelista en la tina. El santo está de pie, orante,
dentro de una tina de hierro, flanqueado por dos verdugos [9].
En opinión de Valdivieso y Serrera estas pinturas
son de alta calidad técnica, no obstante la estrechez y verticalidad de las
composiciones, en las que destacan numerosos detalles de sentido naturalista –
especialmente en los fondos de paisaje – y popular que anticipan las futuras
pinturas de Murillo, advirtiéndose por otra parte la utilización de grabados
para algunas composiciones, como las de La
predicación de San Juan Bautista – en la que la figura del protagonista
está tomada de un grabado de Marco Antonio Raimondi – , El martirio de San Juan en la tina y San Juan en Patmos, composición esta última que utiliza otro
grabado de Jáuregui del mismo tema [10].
La iconografía se completaba originalmente con la
escultura de San Juan Bautista, tallada hacia 1634 por Alonso Cano y que
presidía el retablo desde la calle central del primer cuerpo, desapareciendo en
fecha imprecisa para pasar a Barcelona, donde perteneció a la Colección Güell y
más tarde a la del Conde de Ruiseñada. La efigie representa al santo muy joven,
lleno de fuerza y plenitud vital, aunque en su rostro aflora una expresión de
melancolía y sentimiento de introspección muy típicos de la obra de Alonso Cano
[11].
Coincidiendo con las obras que en 1710 se
emprendieron en el presbiterio de la parroquia de San Juan de la Palma, el
retablo fue trasladado al convento franciscano de San Antón en San Juan de
Aznalfarache, hoy iglesia de los Sagrados Corazones. Tal vez entonces o algo
después debió desaparecer la escultura del titular ejecutada por Cano, siendo
sustituida, ya en el nuevo emplazamiento del retablo, por una escultura de la
Virgen de la Paz, patrona de la mencionada localidad aljarafeña, que a su vez
fue reemplazada por la que hoy día lo preside, una efigie moderna de la Virgen
Reparadora, copia de la existente en el convento de las Reparadoras de Jerez de
la Frontera [12].
Para llenar el vacío dejado por el retablo que hemos
comentado, se trajo otro, de estilo neoclásico, procedente de la desaparecida
parroquia sevillana de San Miguel, pieza que sufrió daños en 1936 al perder su
imaginería [13] , siendo sustituido en
los años cincuenta por el que hoy día podemos contemplar, ejecutado hacia 1770
por Juan Cano y procedente, como es de sobra sabido, de la parroquia de San
Felipe de Carmona, donde estaba dedicado a la Virgen de la Encarnación [14],
cerrando de este modo la larga cadena de retablos que han presidido el
presbiterio de la iglesia de San Juan de la Palma a lo largo de su historia,
uno de cuyos principales eslabones ha sido el ejecutado por Miguel y Alonso
Cano y Juan del Castillo, que hemos querido evocar en estas páginas.
*
Publicado en Boletín de la Hermandad de
la Amargura de Sevilla n º 21 (enero de 2001), págs. 31 – 34.
[1]
ARCHIVO GENERAL DEL ARZOBISPADO DE SEVILLA, sección III (Justicia), legajo
2843.
[2]
VALDIVIESO, Enrique – SERRERA, Juan Miguel: Historia
de la pintura española. Escuela sevillana del primer tercio del siglo XVII. Madrid,
1985. Págs. 323 – 324; LOPEZ MARTINEZ, Celestino: Retablos y esculturas de traza sevillana. Sevilla, 1928. Pág. 146.
[3]
HERNANDEZ DIAZ, José: “ Materiales para la Historia del Arte Español “, en Documentos para la Historia del Arte en Andalucía,
vol. II. Sevilla, 1928. Pág. 213.
[4]
MARTIN GONZALEZ, Juan José: El retablo
barroco en España. Ediciones Alpuerto, Madrid, 1993, pág. 35.
[5]
VALDIVIESO, Enrique – SERRERA, Juan Miguel: Historia
de la pintura ..., pág. 324.
[6]
Ibídem, pág. 325.
[7]
Ibídem, pág. 324.
[8]
Ibídem, pág. 324.
[9]
Ibídem, pág. 325.
[10]
Ibídem, págs. 308 – 309.
[11]
BERNALES BALLESTEROS, Jorge: Alonso Cano
en Sevilla. Diputación Provincial de Sevilla, 1976. Pág. 92; WETHEY, Harold
E.: Alonso Cano. Pintor, escultor y
arquitecto. Alianza Editorial, Madrid, 1983. Págs. 45 y 150.
[12]
PINEDA NOVO, Daniel: Historia de San Juan
de Aznalfarache. Coria del Río, 1980. Pág. 201.
[13]
HERNANDEZ DIAZ, José – SANCHO CORBACHO, Antonio: Estudio de los edificios religiosos y objetos de culto de la ciudad de
Sevilla saqueados y destruidos por los marxistas. Sevilla, 1936. Pág. 129.
[14]
FERRERA ROMERO, Gabriel: “Breve reseña de los retablos de la Hermandad de la
Amargura“, en Amargura n º 14 (octubre
de 1997), págs. 21 – 23; HALCON, Fátima – HERRERA, Francisco Javier – RECIO,
Alvaro: El retablo barroco sevillano. Universidad
de Sevilla – Fundación El Monte, Sevilla, 2000. Págs. 190 – 191.
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