"El patrimonio monumental de Constantina
a través de la historiografía artística:
aproximación bibliográfica"
por
Salvador Hernández González,
en
Constantina. Verano 2003,
s.p.
(c) Fotografías: Francisco Javier Gutiérrez Núñez
(c) Fotografías: Francisco Javier Gutiérrez Núñez
1. Visiones
globales del patrimonio artístico de Constantina: de los diccionarios geográficos
a los catálogos monumentales y guías artísticas.
Como testimonio de su pasado, Constantina
conserva un interesante patrimonio monumental integrado como es sabido por una
serie de construcciones tanto religiosas como civiles que guardan en su interior
piezas artísticas de diferente valor, pero que son elocuente muestra de la
religiosidad popular y formas de vida de otras épocas. En torno a las
fundaciones eclesiásticas y piadosas establecidas en la localidad, como la
parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación, el Hospital de San Juan de Dios,
los desaparecidos conventos de San Francisco y Santa Clara, las ermitas y
cofradías, etc. se desenvolvió la actividad de artistas (arquitectos,
escultores, pintores, orfebres, etc.) que se dieron cita para el ornato de
estos recintos sagrados.
Este patrimonio monumental ha recibido cierto número de
estudios por parte de la historiografía artística, producción bibliográfica que
queremos reseñar al objeto de obtener una visión panorámica de lo que sabemos y
conocemos sobre este legado de las Bellas Artes en la localidad. Es decir,
trataremos de presentar un estado de la cuestión sobre la historia del arte en
Constantina, que nos dé idea de los monumentos y obras objeto de estudio,
fuentes utilizadas, metodología y aspectos analizados.
Si tenemos en cuenta que la Historia del
Arte, como disciplina científica independiente de la literatura, la historia
propiamente dicha y la arqueología, se consolida a lo largo de los siglos XIX y
XX, nos encontramos con que las primeras semblanzas que conocemos sobre el
patrimonio artístico de Constantina proceden – dejando aparte las fuentes
propiamente archivísticas – de algunas producciones bibliográficas de dichas
centurias, que sin ser obras específicamente dedicadas a las Bellas Artes, sí
aportan referencias sobre nuestros monumentos, con valor puramente estadístico
más que descriptivo. Este es el caso de algunos diccionarios geográficos y
guías provinciales que, sin entrar en el análisis de los edificios y su
contenido artístico, aportan al menos la nómina de los monumentos artísticos
existentes en la localidad.
Ya a fines del siglo XVIII el interés
despertado por la Ilustración en torno al estudio de la geografía, la historia
y la arqueología había provocado algunos intentos de realización de
diccionarios geográficos de España que diesen una visión panorámica de nuestros
pueblos, abarcando aspectos tan variados como el medio físico, población,
recursos económicos, urbanismo y edificios notables, como iglesias, conventos,
ermitas, castillos o restos arqueológicos. En esta línea hay que recordar el
proyecto emprendido por Tomás López, geógrafo real de Carlos III, quien envió
una encuesta a los párrocos de los pueblos pidiendo datos para la redacción de
su nunca publicado diccionario, del que sólo han visto la luz y en fechas
recientes los textos correspondientes a unas pocas provincias, entre ellas la
de Sevilla.
En las respuestas enviadas por Don Antonio Nicolás de Ocaña en
fecha incierta pero de fines del siglo XVIII [1]
, se recoge una relación de los edificios religiosos entonces existentes,
algunos de ellos ya desaparecidos o muy transformados:
“ Por la parte
de Poniente tiene un fuerte castillo, fundado sobre un mediano monte en cuya
falda estuvo antiguamente la población que hoy se ve en lo profundo del valle.
Lo que se infiere de algunos vestigios, que aún permanecen hoy de las tres
parroquias de Santa Constanza, San Jorge y Santiago colocadas en el mismo
sitio, hoy reunidas todas al presente en la de Santa María de la Encarnación,
que se halla muy bien servida en el medio de la vecindad habitada. Esta última
es decente, tanto en su estructura como en su magnitud. Hoy es de admirar que
habiéndose erigido con las limosnas del pueblo pudiese lograr un edificio tan
famoso como el de su preciosa torre. Fundada sobre la puerta principal, hoy
sostenida de sólo dos arcos, hacen frente a la capilla mayor, ella es
peregrina. Hoy excita la admiración de los inteligentes, tanto por ser su
materia una cantería solidísima, como por estar labrada con todo el primor del
arte. Su campanario está adornado de muy finas campanas, y ascienden a él por
un caracol formado de la dicha piedra con exquisita habilidad. La altura de
ella será como de sesenta varas (...)
Ya a mediados del siglo XIX, nos encontramos
con ese monumento bibliográfico de la historiografía española que es el Diccionario geográfico – histórico –
estadístico de Pascual Madoz, obra modélica entre las de su género y que
ciertamente debió aprovechar el material recogido por Tomás López.
En su obra,
Madoz atiende a aspectos tan variados como la situación de la localidad dentro
del marco provincial, distancias a los centros administrativos de los que
depende y localidades vecinas, situación del casco urbano, límites municipales,
red hidrográfica y características del terreno, abordando además la
cuantificación no sólo de la producción agropecuaria, industrial, comercial y
de los efectivos poblacionales, sino también del personal eclesiástico y
edificios religiosos, que inserta dentro del marco descriptivo del urbanismo
local planteado en su obra. En el caso de Constantina, el autor cita de pasada
la parroquia, el hospital de San Juan de Dios, los conventos de San Francisco y
Santa Clara, y las ermitas de la Yedra y del Robledo [2].
La segunda mitad de la centuria, marcada ya
por el signo de la historiografía romántica, conocerá la proliferación de
diccionarios histórico – geográficos que no suelen prestar excesiva atención al
patrimonio artístico (salvo en el caso de los grandes monumentos de las
capitales de provincia, generalmente), sin que se aborde el análisis
sistemático de los monumentos ubicados en los pueblos, situación de desinterés
que afecta igualmente a la provincia de Sevilla, cuya escasez de estudios sobre
el arte en sus diversas localidades contrasta con la abundante nómina de
trabajos sobre la capital, entre los que ocupa lugar primordial la producción
de José Gestoso y Pérez, auténtico punto de partida de la historiografía
artística sevillana posterior.
Esta situación de inercia va a experimentar
un profundo giro a comienzos del siglo XX. Los nuevos planteamientos
historiográficos, de acuerdo con la ilusión de un resurgimiento cultural y
científico que hiciese superar el trauma de la crisis de 1898, reclamaban la
necesidad de catalogar nuestra riqueza artística, como instrumento básico e
imprescindible para su estudio y difusión. De acuerdo con este sano criterio,
un decreto de 1 de junio de 1900 ordenaba la formación de un Catálogo monumental de España, usando de
criterios más científicos, rigurosos y precisos, tarea que se haría por
provincias y sería publicada por el Estado [3].
Tan ambicioso proyecto nació marcado por la penuria tanto de medios como de
personal cualificado para llevarlo a cabo, por lo que sólo aparecieron, muy
irregularmente, los catálogos de unas pocas provincias. El de Sevilla,
encomendado al parecer al arquitecto Adolfo Fernández Casanova, fue uno de los
que quedaron sin publicar, estando depositado el manuscrito original en Madrid,
concretamente en la Biblioteca del “ Instituto Diego Velázquez “, organismo
especializado en la investigación de la Historia del Arte y dependiente del
C.S.I.C.
Paralelamente, la labor documentalista
emprendida desde las primeras décadas del siglo XX por los investigadores
sevillanos en el Archivo de Protocolos de la capital hispalense aportaban
diversas referencias relativas a Constantina. Iniciada esta labor de exhumación
documental por el ya citado Gestoso y Pérez, su línea fue continuada por la
labor personal de López Martínez y la de los investigadores agrupados en el
entonces recién nacido Laboratorio de
Arte de la Universidad de Sevilla, con nombres tan señeros para la
historiografía artística como Bago y Quintanilla, Hernández Díaz, Muro Orejón y
Sancho Corbacho.
En el caso de Constantina, las noticias aportadas se centran
en los contratos de ejecución de diversas obras de arte para los templos de la
localidad, que por desgracia no nos es dado contemplar a causa del
aniquilamiento sufrido por su patrimonio artístico en los trágicos días de
julio de 1936. Así, Celestino López Martínez recoge la escritura del 15 de
abril de 1592 por la que el escultor Juan de Oviedo contrata la hechura del
retablo mayor de la parroquia de la Encarnación, y los diferentes pagos
recibidos por el artista y los pintores Francisco Cid y Antonio Pérez, que en
fechas posteriores se ocupaban de la policromía de este lamentablemente
destruido conjunto escultórico [4],
en la que igualmente intervinieron otros importantes pintores de la época, como
Vasco Pereira y Diego de Salcedo, de cuya participación también da cuenta
Heliodoro Sancho Corbacho en los Documentos
para la Historia del Arte en Andalucía [5].
El mismo López Martínez, aparte del feliz
hallazgo del dato sobre la intervención de Hernán Ruiz en nuestra torre en
1567, ofrece referencias de otra escultura desaparecida, la de Señora Santa Ana
que para la cofradía de la misma advocación encarga el 9 de marzo de 1602
Francisco Naranjo al escultor Miguel Adán y el pintor Diego de Salcedo [6].
Y por los mismos años, los citados Documentos
publicados por el Laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla recogen
noticias de otras destinadas a los templos de Constantina, como el San Antonio
de Padua encargado el 16 de julio de 1624 por el presbítero Antonio Bonilla al
entallador Amaro Vázquez [7]
y el retablo de San José, una de las piezas estrellas de la desaparecida
retablística local, cuya ejecución se confió el 24 de marzo de 1638 al
importante escultor Felipe de Ribas [8].
Más de medio siglo más tarde, y desde el punto de vista del estudio del
patrimonio cofradiero, Francisco de Paula Cuéllar Contreras daba a conocer la
noticia del encargo, con fecha de 13 de noviembre de 1653, de una custodia para
la Hermandad Sacramental de Constantina al orfebre Adrián de Lopera [9].
Siguiendo esta línea de investigación
archivística, los Documentos inéditos
para la Historia del Arte en la provincia de Sevilla publicados en la
pasada década de los noventa por Fernando de la Villa Nogales y Esteban Mira
Caballos aportan alguna noticia documental sobre el patrimonio de nuestra
localidad, como es la escritura notarial por la cual el arquitecto Melchor de
la Vega se compromete, con fecha de 10 de abril de 1608, a la construcción de
la iglesia del monasterio de la Concepción, más conocido bajo la advocación de
Santa Clara [10] y
derribado, según de todos es conocido, a raíz de la construcción del nuevo
colegio de las Hermanas de la Doctrina Cristiana, emplazado como sabemos en el
solar del antiguo convento de Clarisas.
Paralelamente, en los mismos años la
colección de Fuentes para la Historia del
Arte andaluz, retomando la tradición documentalista del universitario Laboratorio de Arte, ahora convertido en
departamento de la Facultad de Geografía e Historia, no dejaba de brindar
referencias sobre intervenciones en el patrimonio monumental de Constantina,
como las obras emprendidas en 1704 por José Tirado en la Parroquia, las
acometidas en el mismo templo en 1731 y 1773 por los arquitectos diocesanos
Diego Antonio Díaz y Pedro de Silva, respectivamente, y la ejecución de una
reja en 1777 para el mismo lugar de culto por parte del maestro herrero
Francisco Chico [11].
Volviendo a los años de comienzos del siglo
XX, éstos contemplan un primer ensayo de guía artística provincial, por parte
de Manuel Serrano Ortega, quien en su Guía
de los monumentos históricos y artísticos de los pueblos de la provincia de
Sevilla nos dejó una visión panorámica pero excesivamente superficial e
incompleta de nuestros monumentos [12]
:
“Posee un
gran castillo de los primeros levantados en la Bética por el famoso Aníbal,
reconstruido en las siguientes etapas históricas, siendo uno de los ejemplares
de arquitectura militar más notable de la provincia, habiendo tenido lugar su
reconquista en 1246 por Fernando el Santo. Su templo principal dedicado al
Misterio de la Encarnación es de época remota, pero muy alterado por las restauraciones
verificadas en los siglos XVII y XIX, poseyendo algunas esculturas de bastante
interés artístico. Sus titulares son Santiago, San Jorge y Santa Constanza que
tiene dedicado eremitorio muy hermoso, así como lo son los de la Virgen del
Robledo, patrona de la villa, cuyo origen se remota al XV, a pesar de hallarse
muy restaurada; ofreciendo también interés el de la Virgen de la Yedra,
devoción muy extendida en esta provincia en los siglos pasados, contando a más
en su recinto con tres monasterios y otros tantos hospitales con pingües
fundaciones “.
Ya en la década de los treinta, las
repercusiones que la tragedia de la Guerra Civil tuvo en el patrimonio
artístico de Constantina fueron analizadas por Hernández Díaz y Sancho
Corbacho, quienes al evaluar las pérdidas y daños de obras de arte sufridas por
la parroquia y el convento de Santa Clara nos dejan en su texto la que podemos
considerar como primera descripción científica de dichos edificios, donde se
analiza su planta, alzados, soportes, cubiertas y elementos decorativos, al
tiempo que se apunta su cronología y filiación estilística y se incluyen
reproducciones fotográficas (procedentes del riquísimo fondo de la Fototeca del
Laboratorio de Arte de la Universidad Hispalense, recientemente digitalizado
para salvarlo de su segura pérdida) de algunas de las obras destruidas, como es
el caso, en la iglesia de la Encarnación, del retablo mayor de Juan de Oviedo,
la imagen de la Virgen del Rosario, obra del mismo artista, y el retablo de San
José, obra como antes se señaló de Felipe de Ribas [13].
Ya en la postguerra y por parte de los mismos
autores – junto con Francisco Collantes de Terán – se acomete un gran proyecto
historiográfico sobre el patrimonio provincial, que por desgracia quedó
inconcluso sin haber llegado siquiera a su mitad. Nos referimos al monumental Catálogo arqueológico y artístico de la
provincia de Sevilla, modélico por su aporte de obras, noticias
documentales, juicios estilísticos y material gráfico. Al seguir una ordenación
alfabética por localidades, el texto de Constantina no tardó demasiado en
aparecer, concretamente en 1943, dejándonos en sus páginas, junto con una breve
síntesis histórica de la localidad, el estudio de los edificios entonces en
pie, algunos de ellos desaparecidos en nuestros días.
Tan básica fue la aportación de este Catálogo que sus descripciones y
análisis han sido recogidos y seguidos prácticamente al pie de la letra durante
décadas, ante la falta de una obra que lo pusiese al día incorporando los
avances de la investigación histórico – artística. En este sentido, en diversas
publicaciones, como por ejemplo la Guía
artística ilustrada de Sevilla y su provincia de Antonio Casado Sellas de
1950 o la obra de Jerónimo Pou Díaz, Sevilla
a través de sus pueblos, publicada en 1971, se extracta lo dicho por
Hernández Díaz, Sancho Corbacho y Collantes de Terán.
Habrá que esperar a comienzos de la década de
los ochenta para que la Guía artística de
Sevilla y su provincia auspiciada por la Diputación Provincial actualice y
complete el inconcluso Catálogo
arqueológico y artístico a la luz de las últimas aportaciones de la
historiografía. Las descripciones de la Guía,
algo más concisas que las de su antecesor, ganan en agilidad de lectura y en
precisión a la hora de inventariar las piezas lo que pierden en aparato crítico
de notas, mapas, planos y reproducciones fotográficas, que le daban al Catálogo un tono algo retórico y solemne
muy en consonancia con los planteamientos de los historiadores de la
postguerra.
En el texto dedicado a Constantina, se aborda el estudio de la
parroquia, la capilla de Jesús Nazareno y la ermita del Robledo, junto con la
reseña, mucho más breve en esta ocasión, de la iglesia de la Concepción,
portada del convento de Santa Clara, los restos de la ermita de la Yedra y
algunas muestras de arquitectura civil [15].
El mismo texto de la Guía se
reprodujo, con escasas variantes en el Inventario
artístico de Sevilla y su provincia, publicado por el Ministerio de Cultura
entre 1982 y 1985 y que gozó de mucha menor difusión que la obra de la
Diputación Provincial [16].
Al igual que le ocurrió al Catálogo arqueológico y artístico, el
texto de la Guía será ampliamente
seguido por la amplia y variopinta gama de guías turísticas y de viajes nacidas
al calor del turismo rural de las últimas décadas y de los fastos de la Expo
92, que al proponer al visitante recorridos por la provincia de Sevilla
incluyen obviamente el de nuestra Sierra Norte, recomendándose, para el caso de
Constantina, la visita al castillo, la parroquia y la ermita del Robledo [17].
En la misma línea de difusión y puesta en valor del patrimonio local se
incluyen nuestros propios trabajos recogidos en esta misma publicación, en los
que a la luz de la documentación de los archivos eclesiásticos sevillanos –
Catedral y Arzobispado – trazamos una visión panorámica del devenir de algunos
de los templos de Constantina desde sus orígenes hasta la actualidad [18].
2.
Estudios sobre
urbanismo y arquitectura religiosa, militar y civil.
Ya con carácter más específico, la
historiografía artística ha centrado su atención puntualmente en algunos
monumentos de Constantina que, como el castillo o la parroquia de la
Encarnación, cobran especial relevancia dentro del panorama de la arquitectura
regional. Siendo imposibles de estudiar estos hitos monumentales sin
inscribirlos en su contexto urbanístico, las corrientes historiográficas de las
últimas décadas han hecho especial hincapié en el estudio del urbanismo,
entendido como el análisis de la trama urbana y su evolución a lo largo de la
historia.
Esta nueva línea de estudio del casco urbano
cuenta para el caso de nuestra localidad con importantes aportaciones, en las
que se estudia el emplazamiento de la ciudad, su estructura y morfología, las
tipologías de sus edificaciones y los edificios de interés cultural. Ya en 1984
el arquitecto Ramón Queiro Filgueira analiza en su tesis la evolución
urbanística de buena parte de las localidades de la provincia de Sevilla, entre
ellas la nuestra, señalando, a la luz de diversas noticias bibliográficas, el
proceso de crecimiento de la ciudad desde el primitivo núcleo del cerro del
Castillo, buscando el cauce del arroyo durante los siglos XVI y XVII, para
concluir con la expansión de los siglos XIX y XX, proceso que viene marcado por
una serie de hitos monumentales – iglesias, conventos y otros establecimientos
religiosos – reseñados por el autor, datos todos que quedan convenientemente
engarzados en las líneas maestras del devenir de la historia local [19].
Como excelente instrumento de trabajo para el estudio de esta faceta también
contamos con el Informe diagnóstico del
conjunto histórico de Constantina, publicado por la Consejería de Obras
Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía, en el que bajo la dirección de
la arquitecta Rufina Fernández Ruiz se define el contexto territorial y urbano,
se analiza el conjunto histórico, el planeamiento urbanístico vigente y los
problemas existentes, a los que en respuesta se señala la propuesta de una
serie de intervenciones públicas tanto en inmuebles necesitados de
rehabilitación como en espacios públicos [20].
Más recientemente contamos con otros
interesantes trabajos sobre el urbanismo de Constantina. Los arquitectos
Antonio Tejedor Cabrera y Mercedes Linares Gómez del Pulgar, en un artículo de
esta misma revista analizan la evolución del urbanismo y del patrimonio
histórico de la localidad durante lo siglos XIX y XX, que inscriben dentro de
las noticias históricas de esas centurias, para acabar definiendo las líneas de
crecimiento del casco urbano y señalando algunos de los proyectos más
significativos, como el cementerio, el mercado de abastos y algunas intervenciones
sobre la vías públicas, trabajo que, ampliado y completado con un corpus
gráfico de planos y dibujos, vería de nuevo la luz en la prestigiosa
publicación Laboratorio de Arte, de
la Universidad hispalense [21].
Por otra parte, el historiador Antonio Serrano Vargas define, a la luz de
nutridas referencias bibliográficas y documentales, la evolución histórica del
núcleo urbano, desde sus orígenes en la Edad Antigua, pasando por las huellas
de la etapa medieval en el barrio de la Morería, la expansión durante la Edad
Moderna hacia el valle del río de la Villa y concluyendo con las
transformaciones de los siglos XIX y XX, en los que se intensifica un
desarrollo longitudinal de la localidad propio de los pueblos – camino [22].
Y un elemento tan popular y de tanto protagonismo visual en la imagen de la
ciudad, como son las fuentes, es analizado por el antropólogo Pedro Cantero,
dentro del estudio que realiza sobre la arquitectura del agua en nuestra
provincia [23].
Pasando ya al análisis de las referencias
bibliográficas específicas sobre el elenco monumental de Constantina, los
trabajos se centran fundamentalmente en torno al castillo y el proceso
constructivo de la parroquia de la Encarnación.
El estudio del castillo, planteado por los
autores del Catálogo arqueológico y
artístico de la provincia de Sevilla ha sido continuado, desde el punto de
vista arqueológico por Collantes de
Terán [24]
y Serrano Díaz [25],
quienes han conseguido afinar la cronología y definir la estructura de esta
construcción militar, y desde el histórico por Nuria Casquete de Prado y Javier
Martínez de Aguirre [26],
habiendo sido además objeto de reseña en Jornadas de Patrimonio Histórico [27]
y en algunos artículos publicados en
esta misma revista [28] y en la prensa provincial [29].
Más recientemente, Basilio Pavón Maldonado, en su monumental estudio sobre las
fortalezas hispano – musulmanas, cita los restos de nuestro castillo y los del
ubicado en el cerro del Almendro, advirtiendo en este último características de
filiación almohade [30].
En cuanto al proceso constructivo de la
parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación, la categoría artística de su
portada ha sido destacada por los expertos dentro del panorama de la
arquitectura renacentista andaluza, al igual que la intervención del arquitecto
Hernán Ruiz en la erección de los cuerpos superiores de la torre en 1567,
siendo por ello reseñada esta torre – fachada en obras generales sobre la
arquitectura renacentista española, historias del arte andaluz o monografías
sobre el arquitecto Hernán Ruiz, muchas de ellas a cargo de historiadores tan
prestigiosos como Camón Aznar, Chueca Goitia o Alfredo Morales [31].
La intervención en el propio templo en el siglo XVII por parte de José Tirado –
que afectó especialmente a la sacristía en 1693 – es recogida por Fernando Cruz
Isidoro en su tesis sobre la arquitectura sevillana del Seiscientos [32].
Otro arquitecto activo en la localidad fue Diego Antonio Díaz, quien en 1717
giraba visita de inspección a las iglesias de Santa Constanza y Santiago, a
causa del estado de ruina en que se hallaban estas primitivas parroquias de
Constantina, intervención que recoge María del Prado Lázaro Muñoz en su
monografía sobre este arquitecto [33].
Mucho más escasas son las referencias sobre
otros edificios religiosos de la localidad. Así, Sancho Corbacho destaca el
carácter de transición entre el barroco y el neoclásico que muestran los
elementos ornamentales del camarín de la ermita del Robledo [34],
templo del que muy sucintamente se ocupan los autores de la Guía para visitar los Santuarios Marianos de
Andalucía Occidental [35].
De los desaparecidos oratorios de la localidad se ocupa Rosalía Vinuesa
Herrera, estableciendo la tipología de estos recintos de culto privado y
aportando referencias documentales de algunos de los que antaño existieron [36].
En cuanto a la arquitectura civil, la escasez
de trabajos se acentúa, pudiendo señalar a este respecto el estudio de Antonio
Avila sobre los pozos de la Nieve, el de Antonio Serrano en torno al
desaparecido Cabildo, la descripción que hace Wifredo Rincón García del actual
Ayuntamiento y la monografía de Alberto Bernabé Salgueiro sobre la arquitectura
rural del término municipal [37].
3.
Estudios sobre
otras manifestaciones artísticas: escultura, pintura y artes suntuarias.
Mucho más corto es este apartado, si tenemos
en cuenta la prácticamente total destrucción del patrimonio artístico de los
templos de la localidad en 1936, catástrofe que se ha intentado paliar con la
adquisición de nuevas obras – especialmente
por parte de las cofradías – que si bien forman ya forman parte de la historia
del arte del siglo XX, indudablemente no pueden compensarnos de las pérdidas
sufridas.
Comenzando precisamente por las obras
destruidas, la pieza estrella era sin duda alguna el retablo mayor de la
parroquia de la Encarnación, magno conjunto ejecutado por el escultor Juan de
Oviedo entre 1598 y 1609, policromado por los pintores Francisco Cid, Diego de
Campos, Vasco de Pereira y Diego de Salcedo, en cuya estructura arquitectónica
de tipo manierista se albergaban relieves representando escenas de la vida de
la Virgen y esculturas de diferentes santos.
Documentada su autoría como antes
se dijo por Celestino López Martínez [38]
, y descrito por Hernández Díaz y Sancho Corbacho (quienes publicaron valiosas
fotografías del mismo), su pérdida es lamentada por los expertos en la historia
de la escultura española, como José Camón Aznar y José María Azcárate [39]
, habiendo sido más recientemente analizado por Pérez Escolano en su monografía
sobre Juan de Oviedo [40]
y por Palomero Páramo en su tesis doctoral sobre el retablo sevillano del
Renacimiento, donde figura nuevamente reproducido y se recogen en la
correspondiente ficha los datos de autoría, cronología y estructura
arquitectónica, sin olvidar su programa iconográfico, gráficamente descrito a
través de un clarificador dibujo de esta gran máquina retablística [41].
Desde las páginas de esta Revista de Constantina, este desaparecido retablo es
evocado por José Antonio Pinedo Cabello [42]
También obra de Oviedo era la Virgen del Rosario, que se veneraba en la
parroquia, cuyos quilates artísticos han sido subrayados por Hernández Díaz [43].
Otra pieza clave del patrimonio local era
igualmente en el mismo templo el retablo de San José, que como en su lugar se
señaló fue encargado en 1638 al escultor Felipe de Ribas. Fue documentado y
dado a conocer por Hernández Díaz poco antes de su destrucción [44],
volviendo a ser estudiado medio siglo más tarde por María Teresa Dabrío en su
monografía sobre dicho artista y en su tesis doctoral sobre el taller artístico
de la familia Ribas, subrayando la autora el valor de la escultura del Santo
Patriarca [45].
También dentro del terreno del estudio de la
plástica barroca el desaparecido profesor Bernales Ballesteros cita algunas
buenas muestras de imaginería, como el destruido San Diego de Alcalá que se
veneró en la parroquia, catalogándolo como obra de fines del siglo XVII
relacionada con la producción del escultor Francisco Antonio Gijón; y,
milagrosamente salvado en medio de la tragedia de 1936, el Cristo de la
Humildad y Paciencia, que sitúa en el entorno de Pedro Roldán y fecha entre
1709 y 1710 [46].
Sobre la imaginería y enseres de las
cofradías de Constantina contamos con diversos trabajos, tanto los debidos a
José Luis Ortiz Gómez [47]
y Enrique Martín Avila [48]
como los recogidos en obras colectivas dedicadas al estudio de la Semana Santa
en Sevilla y su provincia, debidos a Francisco José Flores García [49] y al autor de estas líneas [50].
En esta línea de difusión del patrimonio vinculado a la religiosidad popular,
algunos enseres de la Virgen del Robledo – el Simpecado y los trajes de camarín
de la Señora y el Niño – son reseñados en el catálogo de la exposición Vamos de romería, celebrada en Sevilla
en diciembre de 2001 [51].
Por último, las piezas artísticas conservadas
en el convento de las Jerónimas, en su mayor parte esculturas, pinturas y
orfebrería de los siglos XVI al XVIII, procedentes del convento de San Román de
Medinaceli de la misma orden y traídas a Constantina a raíz de la fundación de
este establecimiento en 1951, han sido analizadas por María Concepción
Hernández – Díaz Tapia en su estudio sobre los monasterios de jerónimas en
Andalucía [52]. Y
la profesora Cristina Esteras Martín, experta en el campo de la orfebrería,
subraya el interés de la custodia, donada originalmente a las monjas de
Medinaceli en 1600 por Fray Lorenzo de Figueroa, pieza que considera de
procedencia siciliana, negando la atribución a talleres mexicanos [53].
En
definitiva, a través de estos trabajos nos encontramos con un punto de partida
y apoyo para seguir profundizando en el conocimiento del patrimonio artístico y
monumental de Constantina, que si bien nos ha llegado mermado a causa de los
avatares históricos, es legado de nuestra historia que tenemos obligación no
sólo de estudiar y apreciar, sino de entregar a las generaciones venideras,
como señas de identidad de nuestro pueblo.
*
Publicado en Constantina. Verano 2003,
s.p.
[1]
LOPEZ, Tomás: Diccionario geográfico de
Andalucía: Sevilla. Editorial Don Quijote, Granada, 1989. Págs. 57 – 58;
SEGURA GRAIÑO, Cristina - ROMERO, Juan Ramón: “ El ` Diccionario Geográfico ´ de Tomás López:
una fuente para el estudio de la espiritualidad popular. Santuarios y ermitas
en las provincias de Córdoba, Huelva y Sevilla en el siglo XVIII “, en La religiosidad popular, vol. I.
Fundación Machado - Editorial Antropos, Barcelona, 1989. Págs. 324 – 347.
[2]
MADOZ, Pascual: Diccionario geográfico -
estadístico - histórico de Andalucía: Sevilla. Reedición, Sevilla, 1986.
(Edición facsímil de la de Madrid, 1845 – 1850). Pág. 68.
[3] GAYA
NUÑO, Juan Antonio: Historia de la
crítica de Arte en España. Madrid, 1975. Pág. 217.
[4] LOPEZ
MARTINEZ, Celestino: Desde Jerónimo
Hernández hasta Martínez Montañés. Sevilla, 1929. Págs. 71 – 73 y 189; Desde Martínez Montañés hasta Pedro Roldán. Sevilla,
1932. Págs. 114, 117 y 178.
[5]
SANCHO CORBACHO, Heliodoro: “ Contribución documental al estudio del arte
sevillano “, en Documentos para la
Historia del Arte en Andalucía, vol. II. Sevilla, 1928. Págs. 238 – 239.
[6] LOPEZ
MARTINEZ, Celestino: Desde Jerónimo
Hernández ..., págs. 151 – 152, y Desde
Martínez Montañés ..., pág. 15.
[7]
SANCHO CORBACHO, Heliodoro: Op. cit., págs. 275 – 276.
[8]
HERNANDEZ DIAZ, José: “ Materiales para la Historia del Arte Español “, en Documentos para la Historia del Arte en
Andalucía, vol. II. Sevilla, 1928. Págs. 193 – 194.
[9]
CUELLAR CONTRERAS, Francisco de Paula: “ Documentos varios de Hermandades en el
siglo XVII (XIX) “, en Boletín de las
Cofradías de Sevilla n º 273 (junio de 1982), pág. 8.
[10] VILLA NOGALES, Fernando
de la – MIRA CABALLOS, Esteban: Documentos
inéditos para la Historia del Arte en la provincia de Sevilla. Sevilla,
1994. Págs. 36 – 37.
[11]
HERRERA GARCIA, Francisco Javier: Noticias
de arquitectura (1700 – 1720), vol. II de “ Fuentes para la Historia del
Arte andaluz “. Ediciones Guadalquivir, Sevilla, 1990. Pág. 151; MENDIOROZ
LACAMBRA, Ana: Noticias de arquitectura
(1721 – 1740), vol. VI de “ Fuentes ... “. Sevilla, 1993. Págs. 35, 138 y
190; OLLERO LOBATO, Francisco: Noticias
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especifica que en 1385 se hicieron obras en la barbacana y algibes.
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[52]
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109 – 115. Al mismo cenobio hace referencia, pero desde el punto de vista de la
antropología cultural (con especial atención a la repostería conventual y las
labores de la comunidad), Elodia HERNANDEZ LEON: Guía de conventos. Clausuras en la provincia de Sevilla. Diputación
Provincial de Sevilla, 1996. Págs. 53 – 58.
[53]
ESTERAS MARTIN, Cristina: “ Orfebrería americana en Andalucía “, en Los andaluces y América. Gran Enciclopedia
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