Apuntes para una nómina de
Franciscaniscanos Ilustres de Marchena, Morón y Osuna
por
Salvador Hernández González
La
Campiña
sevillana se convirtió a lo largo de su historia en un importante foco del
franciscanismo andaluz en virtud de la presencia de la orden seráfica a través
de fundaciones conventuales en enclaves tan representativos como las
localidades de Marchena, Morón y Osuna. En estos cenobios vivieron religiosos
que destacaron en diferentes ámbitos de su actividad apostólica, tales como su
vida virtuosa, su actividad literaria o su acción misionera en las tierras del
Nuevo Mundo.
MARCHENA
Esta población contó con dos fundaciones
masculinas franciscanas: el convento de San Francisco, de la Observancia, emplazado
en el casco urbano de la población; y el convento – eremitorio de Santa
Eulalia, de la rama recoleta, situado extramuros, el cual nació de una
primitiva ermita entregada en 1420 a la orden seráfica y confirmada por bula
pontificia de 1428 [1].
Convento
de Santa Eulalia.
Esta casa de la Recolección aportó a
la orden seráfica algunas figuras destacadas, de las que las crónicas nos dan
diversas noticias.
a) Religiosos que brillaron por su virtud:
Fray
Juan de Santorcaz o San Torcuato, Apóstol de Canarias [2].
Fundador de este eremitorio de Santa
Eulalia. Se ignora el lugar y año de su nacimiento. Tras una etapa de vida
anacoreta, tomó el hábito en el convento de San Francisco del Monte, en tierras
cordobesas, donde vivió con un retiro y penitencia extraordinarios.
En 1420 viene a Marchena para establecerse
en la ermita de Santa Eulalia, de reciente edificación. Junto con Fray Juan de
Santa Marina puso en marcha la fundación del convento recoleto sobre la base de
este eremitorio. La fama de su santidad, vida penitente y frutos cosechados por
su celo apostólico se hallaban extendidos por la comarca, de forma que la
pequeña ermita de Santa Eulalia “veíase
frecuentada por almas piadosas ávidas de vida espiritual y pecadores que
deseaban purificar sus conciencias en el tribunal santo de la penitencia con el
joven y penitente ermitaño, hijo de San Francisco”.
Fray
Juan de Santa Marina.
Considerado como cofundador de este
eremitorio, fue, en palabras del padre Germán Rubio, “varón doctísimo, laureado en Santa Teología y dechado de vida
franciscana”.
Se ignora su patria, fecha de nacimiento y
toma de hábito, así como el lugar donde cursara su formación. Sólo de sabe que
hallándose de Lector de Sagrada Teología en el convento de San Francisco de
Córdoba, renunció a su cátedra para retirarse en torno a 1420 a este convento
de Santa Eulalia. En 1427 representó a esta casa en el capítulo de la orden
celebrado en Medina del Campo. Murió, lleno de méritos y virtudes, en 1434[3].
Fray
Juan de Tavira.
Religioso de origen portugués, como indica
su apellido, fue humildísimo y muy entregado a la penitencia y la oración, en
la que era favorecido con “suavísimos y
frecuentes raptos que, privándole completamente de sus facultades exteriores y
comunicación con las criaturas, le arrebataban en Dios por la más alta
contemplación de sus divinas perfecciones; permaneciendo así largas horas en
admirables éxtasis y deliquios de amor” [4].
Fray
Pedro de Ronda.
Al igual que el anterior, fue muy dado a la
contemplación de las cosas divinas, experimentando frecuentes éxtasis que
contribuyeron a extender su fama de santidad por la comarca. Parece que vivió
en el siglo XVI, aunque se ignora la fecha de su muerte[5].
Fray
Pedro de Torres.
Se desconocen todos los detalles de su vida
anteriores a su presencia como morador en esta casa. Se hizo muy popular por su
santidad y el consuelo de sus consejos y oraciones. Cuando la noticia de su
muerte llegó a Marchena, corrió todo el pueblo a sus funerales “con tal ímpetu y violencia que los
religiosos a duras penas pudieron dar sepultura a su cadáver, pretendiendo
todos y cada uno, quien besarle las manos y pies, tocando objetos piadosos a
sus carnes, quien llevarse de sus hábitos o cabellos alguna preciosa reliquia,
etc.” Debió morir en torno a 1540[6].
Fray
Domingo de Oporto.
Alcanzó el cargo de Comisario General de
Indias, tarea en la que dejó buena muestra de sus virtudes. Falleció en
Montilla, donde fue enterrado[7].
Fray
Lorenzo Rodríguez.
Este religioso lego fue gran amante de la
oración y la penitencia, puesta a prueba con las numerosas llagas que cubrieron
su cuerpo. Murió en olor de santidad[8].
Fray
Pedro Meléndez.
Natural de Ecija y primo del Marqués de
Cropani, se le llamó “el Angélico”, “así
por sus virtudes como por la hermosura de su rostro”. Tras haber sido
predicador de Felipe II, se retiró a este convento de Santa Eulalia, donde
falleció en opinión de santidad[9].
Fray
Cosme de San Damián.
Este religioso lego, natural de Málaga,
dotado de “raras virtudes”, murió
martirizado en Jerusalén[10].
Fray
Luís Gómez de Cobos.
Natural de Andújar, este hijo de este
convento de Santa Eulalia murió martirizado en el Japón[11].
Fray
Ambrosio.
Religioso lego, natural de Peñafiel (Valladolid),
tomó el hábito en el Potosí, de donde regresó a España y se incorporó a este
convento de Santa Eulalia de Marchena, donde fue admirado por “su penitente vida, sus extraordinarias
virtudes y su religiosa integridad”. Falleció en el convento de San
Francisco de Osuna, en opinión de santidad[12].
Fray
Juan de Segarra.
Natural de Granada, falleció en 1626. La
fama de su vida y milagros hizo abrir un proceso de información en el que más
de 120 testigos depusieron sobre sus virtudes[13].
b) Predicadores:
Fray
Francisco de San Buenaventura.
Predicador Apostólico, destacó por sus
virtud y ardiente celo por la salvación de las almas, tarea en la que obró
numerosos milagros. Se enterró en el convento de San Francisco de Sevilla[14].
Fray
Juan Bautista Carleval.
Doctor en Sagrada Teología por la Universidad de Osuna,
se le atribuyeron numerosos milagros después de su muerte. Falleció en fecha
imprecisa en el convento de Marbella, donde desempeñó el cargo de Guardián[15].
Fray
Francisco García.
De este franciscano recoleto sólo se sabe
que desempeñó el cargo de Lector de Sagrada Teología y Guardián de esta casa,
como se recoge en la portada del Sermón dedicado a San Jerónimo, pronunciado
por este religioso en la iglesia del hospital del mismo título de la propia
localidad, el 30 de septiembre de 1795, e impreso en el propio año[16].
c) Misioneros:
El convento de Santa Eulalia de Marchena,
como otros de la región, aportó algunos efectivos humanos a la gran empresa
misionera de la evangelización de América. Así, en la expedición que se dirigió
a La Florida
en 1658, a cargo de Fray Francisco Martínez, partieron varios religiosos de
este cenobio: Fray Antonio de la
Concepción, Fray Martín Pópulo y Fray Juan Riquelme[17].
Aparte de estos franciscanos, unidos por el
nexo común de su adscripción a esta casa de Marchena, hay que citar a aquellos
religiosos naturales de la localidad que ejercieron su apostolado en otras
casas de la Orden:
Fallecido en 1603, se desconoce su fecha de
nacimiento en Marchena. Teólogo y humanista, fue autor de un memorial en
español a Felipe IV y otro en latín a Clemente VII, además de un tratado sobre
la propagación de la fe en Filipinas, Japón, China, Conchinchina y Siam (1602)[18].
Fray
Juan Marcelo de San Antonio.
Nacido en Marchena en 1720, este franciscano
observante ingresó en la orden el 23 de febrero de 1739. Fue enviado a las
islas Filipinas, donde desempeñó el cargo de Procurador de la Provincia de San
Gregorio Magno durante tres años. Luego pasó a ser ministro prelado de Pagsahan
(1756), de Meycanayan (1759) y de Morong[19].
Fray
Antonio José Álvarez de Luna.
Nació en Marchena el 16 de octubre de 1729 y
falleció en Nueva Cáceres (Filipinas) el 16 de abril de 1773, donde desempeñó
su tarea pastoral como obispo, misión en la que destacó por su “ciencia y acertadas disposiciones”.
Durante su periodo de gobierno se desarrolló el único concilio celebrado en
Filipinas[20].
Fray
Miguel Pérez.
Este franciscano marchenero, nacido en 1745,
profesó en el convento de San Diego de Sevilla el 14 de noviembre de 1763.
Finalizados sus estudios, fue designado para las misiones de Filipinas. Allí
ostentó en Samar el cargo de párroco de los pueblos de Sulat y Catbalonga, que
simultaneó con el de Comisario Provincial. Su formación teológica y canónica le
permitió ser nombrado Definidor en 1795. Posteriormente fue nombrado comisario
de la Orden Tercera
franciscana en Sampolac. En 1797 regresó a Samar y pasó a ser cura en Paranás,
Guinguán y de nuevo en Paranás. Se dedicó plenamente a la predicación[21].
Fray
Estanislao de Marchena.
Natural de esta localidad, donde nació en
1871, ingresó en el convento de Nuestra Señora del Loreto en 1887. Desempeñó el
cargo de director del colegio de Fuente del Maestre (Badajoz) y después pasó a
ejercer de Visitador de las Ordenes Terceras y Delegado Provincial (1913). Fue
representante de su orden en el XXX Congreso Eucarístico de Lourdes (1914).
Ejerció de director de la revista El
Terciario Franciscano y dejó publicadas dos obras: La Tercera Orden de San Francisco de Asís (Sevilla,
1913) y Ejercicios piadosos para la
reunión mensual de los Terciarios franciscanos (Sevilla, 1913)[22].
MORON
DE LA FRONTERA
El franciscanismo en esta localidad
enclavada a caballo entre la
Campiña y las primeras estribaciones de la Sierra Sur, tuvo su epicentro
en el convento del Corpus Christi[23].
Su fundación data de 1541 y fue promovida por don Juan Téllez Girón. Nunca fue
casa de estudios, dedicándose su comunidad a la vida religiosa y ministerios
sagrados.
Un destacado predicador, seguramente hijo de
esta casa, fue Francisco de Villaverde,
del que únicamente sabemos que el 7 de diciembre de 1755 predicó en la
parroquia de San Miguel de esta población un sermón dedicado a la Inmaculada Concepción,
publicado al año siguiente en Sevilla[24].
La actividad misionera estuvo representada por Fray Diego Mejía, quien partió para Nueva Galicia el 26 de mayo de
1607, acompañado por Fray Domingo González y Fray Marcos Domínguez, del vecino
convento de Osuna[25].
Otros franciscanos hijos de la localidad
ejercieron su tarea apostólica en otras casas de la Orden bajo diversos
cometidos. Así podemos citar a Fray
Felipe Trenado de San Pedro, quien fue Lector de Teología, Definidor
Provincial (1627 – 1630) y Ministro Definidor (1630)[26].
Y Fray Rodrigo Pérez Porras, que ejerció
su actividad misionera en América, dedicándose a las conversiones de los
indígenas y a reprender a los caciques que mantenían esclavos. Murió
martirizado el 24 de mayo de 1617 en Nicaragua, donde según Méndez Bejarano[27]
“sucumbió apedreado, asaetado y alanceado
por los indios que arrastraron su cadáver para ocultarlo en las márgenes del
Tariri”.
OSUNA
Esta localidad contó con tres fundaciones
masculinas franciscanas: el convento de San Francisco, de la Observancia; Nuestra
Señora de Consolación, de la Tercera Orden
Regular; y el del Calvario, perteneciente a la rama recoleta.
La fundación del convento de San Francisco,
cuya advocación oficial era la de Madre de Dios, fue patrocinada en 1524 por
Doña Inés Chirino, mujer del alcaide Luís de Pernía, quien donó una ermita
denominada con dicho título mariano a la orden seráfica para que fundase
convento en ella, al que adscribió el servicio de una capellanía de misas por
el alma de los fundadores. El posterior establecimiento, en 1548, de la Universidad, brindó a
la orden franciscana y a otros institutos religiosos de la localidad la
posibilidad de servir las cátedras del centro universitario, al tiempo que
perfeccionar la formación de sus miembros[28].
A la Tercera Orden Regular
de San Francisco perteneció el convento de Nuestra Señora de Consolación,
fundado inicialmente por don Juan Téllez Girón en 1544 junto a la ermita de San
Antón, de donde pasó posteriormente al emplazamiento en el que perduró su
comunidad hasta la Desamortización
decimonónica.
El convento del Calvario fue edificado en
1536 por Don Juan Téllez Girón para franciscanos recoletos, sobre un cerro de 420 metros de altura ubicado a poco más de
una legua de Osuna en dirección SE. Si bien su advocación era Nuestra Señora de
Belén, el emplazamiento rocoso que recordaba el Gólgota hizo que fuese conocido
con el nombre del Calvario. Aunque algunos autores – como García de Córdoba o
el cronista franciscano fray Francisco Gonzaga – dan la fecha de 1549, ésta debe
considerarse al de dotación de la casa, ya que en ese año el conde de Ureña lo
dotó bajo la condición de que contase con trece individuos, de los que uno
fuese el Guardián o superior, a imitación de los doce apóstoles y Jesucristo[29].
Hijo ilustre de este convento del Calvario
fue Fray Bernardino de Corvera,
natural de Morón de la
Frontera, quien tras tomar el hábito en el convento de San
Antonio de Ecija se mudó a la rama recoleta, en la que ocupó los cargos de
Definidor y Guardián de los conventos de Estepa y de éste del Calvario, además
de residir durante 17 años en el de Santa Eulalia de Marchena. Fallecido en
Sevilla, se enterró en el convento Casa Grande de San Francisco[30].
Las estrechas relaciones entre el convento
observante de San Francisco y la
Universidad dieron como fruto que aquél se convirtiese, a
partir de 1551, en una de las primeras casas de estudios de la Provincia Bética.
Sin duda alguna, la figura más ilustre del
franciscanismo en esta localidad es el célebre escritor Fray Francisco de Osuna,
del que no vamos a ocuparnos por ser figura de la mística española harto
conocida y objeto de numerosos estudios. Por ello preferimos centrarnos en otros
religiosos menos conocidos:
a) Predicadores.
Seguramente fue morador del convento de
Consolación, de los Terceros, Fray Diego Fernández, quien el 8 de septiembre de
1734 pronunció la Oración panegírica del celestial nacimiento de la Serenísima Emperatriz
de los Ángeles y hombres, con el título de Consolación, primera Patrona de la
nobilísima villa de Osuna, que fue publicada en Sevilla al año siguiente[31].
Al mismo autor se debe la Oración panegírica al mártir San Arcadio,
pronunciada el 12 de enero de 1728 y publicada en Córdoba en el propio año.
b) Misioneros:
Fray
Domingo González y Fray Marcos Domínguez marcharon a Nueva
Galicia el 26 de mayo de 1607.
Fray
Diego de Angulo pasó a la Florida en la expedición
que partió el 17 de mayo de 1652,
comandada por fray Pedro Moreno Ponce de León [32].
Otro personaje importante de la orden
franciscana en Osuna fue Fray Manuel
Marrufo, cuya trayectoria vital se vio envuelta en la azarosa coyuntura de la Guerra de la Independencia
española contra la invasión napoleónica[33].
Nacido en Utrera el 2 de diciembre de 1758, perteneció a la rama observante, en
la que alcanzó el 14 de octubre de 1789 el grado de Licenciado y maestro de
Filosofía, y el de doctor en Teología el 3 de agosto de 1790. Consciente de los
riesgos que suponían para la vida conventual las nuevas ideas anticlericales
traídas por las tropas napoleónicas, optó por adscribirse a la facción más
radical del bando nacionalista, lo que le llevó a implicarse en las revueltas
antifrancesas de 1808. Cuando el gobierno de José Bonaparte decreta en marzo de
1810 la supresión de la vida conventual, Marrufo es el superior del convento de
San Francisco de Osuna. Si bien, de acuerdo con la legislación impuesta por las
autoridades francesas, tendría que retirarse a su localidad natal, consiguió
obtener del Comisario Regio de Sevilla permiso para permanecer en Osuna y conservar
así su cátedra. Sin embargo, para asegurar su residencia en la villa accedió al
cargo de administrador de la Casa
de Expósitos, institución benéfica que dirigirá desde el 1 de julio de 1810
hasta finales de julio de 1812, es decir, casi durante todo el tiempo de la
invasión francesa. Con el final de la invasión napoleónica y la consiguiente
restauración de la vida conventual, Marrufo se reintegró a su comunidad
franciscana.
Y al igual que en las otras localidades de
que nos ocupamos, hay que referirse finalmente a aquellos religiosos
ursaonenses que destacaron en otras casas seráficas:
Fray
Baltasar de Cepeda.
Hijo de Diego de Cepeda, descendiente de la
ciudad de Ávila y del tronco familiar de los Cepeda de Santa Teresa de Jesús,
tomó el hábito con 15 años de edad en San Francisco del Monte, junto a Córdoba.
Tras estudiar Artes en Granada, fue destinado al convento de San Antonio de
Arcos de la Frontera
(Cádiz), donde obró varios milagros, para pasar después a los de Álora y el
Loreto, falleciendo en este último en olor de santidad[34].
Fray
Juan de Quirós.
Nacido en Osuna a fines del siglo XVI, tomó
el hábito el 1 de mayo de 1616 en el convento del Loreto. Ejerció diversos
cargos en su orden: Lector de Teología (hasta 1644), Guardián (1651) y Custodio
(1653) del convento de Sevilla, además de Secretario General y Vicecomisario de
las Indias, Consultor del Santo Oficio de la Inquisición y
Examinador General del Arzobispado de Sevilla. De su obra conocemos los
siguientes títulos: Rosario Inmaculado de
la Virgen Santísima
y mayores testigos de su originaria gracia (Sevilla, 1650), Apología por la verdadera profesión de Fray
Pedro Tello, Caballero de la Orden Militar
de San Juan en la Religión
de San Francisco (Sevilla, 1650) y Marial
y segundo tomo de los misterios y glorias de la Reina de los Ángeles (Sevilla,
1651)[35].
Fray
Francisco de Ojeda y Vargas.
Debió nacer en la primera mitad del siglo
XVII, siendo sus padres Don Diego Ruiz de Ojeda y Doña Ana María de Ayala.
Ingresó en el convento de San Francisco de Sevilla el 22 de junio de 1659.
Desempeñó algunos cargos en la
Orden, como el de Lector. Fue catedrático en la Universidad de su
localidad natal. Falleció en el convento de Cádiz en 1727. De su producción
oratoria se conocen algunos sermones y oraciones fúnebres: Oración fúnebre y póstuma laudatoria que hizo (…) en su convento de la
villa de Osuna en las suntuosas exequias que la Venerable Orden
Tercera de Penitencia celebró a la memoria del Gran Monarca de las Españas Don
Carlos Segundo, en el domingo segundo de adviento, día 5 de diciembre de 1700 (Sevilla,
1701); y Oración panegírica (…) de María
Santísima, advocación de los Milagros (…) del Gran Puerto de Santa María, en el
día primero de la celebérrima octava de su natal glorioso (…) (Sevilla, 1711)[36].
[1]
RUBIO, Germán: La
Custodia
Franciscana de
Sevilla. Ensayo histórico sobre sus orígenes, progresos y vicisitudes (1220 –
1499). Sevilla, 1953. Págs. 267 – 268; JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Un manuscrito inédito sobre historia de
Estepa y de la recolección franciscana en Andalucía. Asociación Amigos de
Estepa – Editorial La
Serranía, Ronda, 2005. Págs. 82 – 84.
[2]
RUBIO, Germán: Op. cit., págs. 468 – 475; JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op.
cit., pág. 100.
[3]
RUBIO, Germán: Op. cit., págs. 465 – 466; JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op.
cit., pág. 99.
[4]
RUBIO, Germán: Op. cit., págs. 466 – 467; JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op.
cit., pág. 99.
[5]
RUBIO, Germán: Op. cit., págs. 467.
[6]
RUBIO, Germán: Op. cit., pág. 468; JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit.,
págs. 100 – 101.
[7]
JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 101.
[8]
JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 102.
[9]
JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 102.
[10]
JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 102.
[11]
JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 144.
[12]
JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 101.
[13]
JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 101.
[14]
JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 101.
[15]
JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 101.
[16]
AGUILAR PIÑAL, Francisco: Bibliografía de
autores españoles del siglo XVIII, tomo IV. C.S.I.C., Madrid, 1896. Pág.
76.
[17]
CEBRIAN GONZALEZ, Carmen: “Expediciones franciscanas en el siglo XVII (1650 –
1675)”, en Actas del III Congreso Internacional
sobre los Franciscanos en el Nuevo Mundo (siglo XVII). Editorial Deimos,
Madrid, 1991. Pág. 867.
[18]
MENDEZ BEJARANO, Mario: Diccionario de
escritores, maestros y oradores naturales de Sevilla y su actual provincia. Sevilla,
1922. (Edición facsímil, Padilla Libros, Sevilla, 1989). Tomo II, pág. 120.
[19]
MENDEZ BEJARANO, Mario: Op. cit., tomo II, pág. 18.
[20]
MENDEZ BEJARANO, Mario: Op. cit., tomo I, pág. 21.
[21]
MENDEZ BEJARANO, Mario: Op. cit., tomo II, págs. 211 – 212.
[22]
MENDEZ BEJARANO, Mario: Op. cit., tomo II, pág. 18.
[23]
ORTEGA, Ángel: “Fundaciones franciscanas en Morón. El convento de San
Francisco”, en Revista de Morón (agosto
de 1914), pág. 10; RUIZ BARRERA, María Teresa: “Aportaciones a la historia del
antiguo convento del Corpus Christi de Morón de la Frontera”, en Actas de las III Jornadas de Historia sobre
la provincia de Sevilla. Sierra Sur. Asociación Provincial Sevillana de
Cronistas e Investigadores Locales, Sevilla, 2006, págs. 219 – 223.
[24]
AGUILAR PIÑAL, Francisco: Op. cit., tomo VIII. C.S.I.C., Madrid, 1995. Pág.
477.
[25]
ALCANTARA VALLE, José María: “La emigración moronense a Indias en la Edad Moderna”, en Actas de las VI Jornadas de Temas Moronenses
(29 de septiembre al 3 de octubre de 2003). Fundación Fernando Villalón,
Morón de la Frontera,
2005. Págs. 328 – 329.
[26]
MENDEZ BEJARANO, Mario: Op. cit., tomo III, pág. 27.
[27]
MENDEZ BEJARANO, Mario: Op. cit., tomo III, págs. 212 y 222. También se refiere
a este episodio COLLANTES DE TERAN CAAMAÑO, Francisco: Historia de Morón de la Frontera.
Fundación Fernando Villalón, Morón de la Frontera, 1990. Pág. 263.
[28]
RAMIREZ OLID, José Manuel: “La presencia de los franciscanos en Osuna”, en Cuatro siglos de presencia de los
franciscanos en Estepa. Ayuntamiento de Estepa, 2007. Págs. 422 – 426;
ORTEGA, Ángel: Las Casas de Estudios en la Provincia de Andalucía. Madrid,
1917. Págs. 216 – 217.
[29]
MORENO DE SOTO, Pedro Jaime – RUIZ, José Ildefonso: “El Monte Calvario”, en Apuntes 2 n º 2 (Osuna, 1998), pp. 157 –
174. La crónica manuscrita editada por JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op.
cit., pág. 92, señala el año 1599, seguramente por errata de imprenta; RAMIREZ
OLID, José Manuel: Op. cit., pág. 426.
[30]
JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., pág. 104.
[31]
AGUILAR PIÑAL, Francisco: Op. cit., tomo III. C.S.I.C., Madrid, 1984. Pág. 316.
[32]
CEBRIAN GONZALEZ, Carmen: “Expediciones franciscanas en el siglo XVII (1650 –
1675)”, en Actas del III Congreso
Internacional sobre los Franciscanos en el Nuevo Mundo (siglo XVII). Editorial
Deimos, Madrid, 1991. Pág. 867.
[33] DIAZ
TORREJON, Francisco Luís: Osuna
napoleónica (1810 – 1812). Sevilla, 2001. Págs. 387 – 388.
[34]
JORDAN FERNANDEZ, Jorge Alberto: Op. cit., págs. 104 – 110.
[35]
MENDEZ BEJARANO, Mario: Op. cit., tomo II, pág. 259.
[36]
MENDEZ BEJARANO, Mario: Op. cit., tomo II, pág. 159; AGUILAR PIÑAL, Francisco:
Op. cit., tomo VI. C.S.I.C., Madrid, 1991. Pág. 113.
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