"El patrimonio monumental de Lora del Río
a través de la historiografía artística: Aproximación bibliográfica"
por
Salvador Hernández González
en
Lora del Río. Revista de
Estudios Locales n º 13 (2004),
págs. 73 – 81.
1. Visiones
globales del patrimonio artístico de Lora del Río: de los diccionarios geográficos
a los catálogos monumentales y guías artísticas.
Como testimonio de su pasado, Lora del Río
conserva un interesante patrimonio monumental integrado como es sabido por una
serie de construcciones tanto religiosas como civiles que guardan en su interior
piezas artísticas de diferente valor, pero que son elocuente muestra de la
religiosidad popular y formas de vida de otras épocas. En torno a las
fundaciones eclesiásticas y piadosas establecidas en la localidad, como la
parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, los conventos de la Inmaculada
Concepción, San Antonio y la Merced, los antiguos hospitales, las ermitas y
cofradías, etc., se desenvolvió la actividad de diversos artistas (arquitectos,
escultores, pintores, orfebres, etc.) que se dieron cita para el ornato de
estos recintos sagrados.
Este patrimonio monumental ha recibido cierto número de
estudios por parte de la historiografía artística, producción bibliográfica muy
dispersa – tanto de ámbito nacional, regional y local – que queremos reseñar al
objeto de obtener una visión panorámica de lo que sabemos y conocemos sobre
este legado de las Bellas Artes en la localidad. Es decir, trataremos de
presentar un estado de la cuestión sobre la Historia del Arte en Lora del Río,
ciertamente incompleto dada la imposibilidad de disponer de algunas obras, pero
que nos dará idea de los monumentos y obras objeto de estudio, fuentes
utilizadas, metodología y aspectos analizados.
Si tenemos en cuenta que la Historia del
Arte, como disciplina científica independiente de la literatura, la historia
propiamente dicha y la arqueología, no se consolidará hasta los siglos XIX y
XX, nos encontramos con que las primeras semblanzas que conocemos sobre el
patrimonio artístico de Lora proceden – dejando aparte las fuentes propiamente
archivísticas – de algunas producciones bibliográficas de los siglos XVII y
XVIII, que sin ser obras específicamente dedicadas a las Bellas Artes, sí
aportan referencias sobre nuestros monumentos, con valor puramente estadístico
más que descriptivo. Este es el caso de algunas crónicas monásticas que al
referir las fundaciones religiosas de las órdenes en cuestión en Lora aportan
referencias sobre las fechas de fundación, construcción y otras vicisitudes de
los cenobios de la localidad. Así, el cronista mercedario descalzo Fray Andrés
Remón narra en 1633 la fundación del convento de religiosos de su orden [1]
, al igual que lo hace en 1662 el franciscano Fray Andrés de Guadalupe con
respecto al de San Antonio, perteneciente dentro de la orden a la denominada
Provincia de los Angeles [2].
Ya en el siglo XVIII el interés despertado
por la Ilustración en torno al estudio de la geografía, la historia y la
arqueología motivó la creación de academias desde las que se dio un fuerte
impulso a estas disciplinas merced a una intensa actividad desplegada por medio
de excavaciones, disertaciones literarias, publicaciones, creación de gabinetes
y colecciones de antigüedades, etc. En esta línea fue fundamental en nuestra
región el papel desempeñado por la Real Academia Sevillana de Buenas Letras en
el estudio y difusión del patrimonio. Precisamente en el boletín de esta
institución correspondiente al año 1758 vieron la luz las Noticias pertenecientes a la historia antigua y moderna de Lora del
Río, Setefilla y Arva, en Andalucía, de Tomás Andrés de Guseme, verdadero
pionero del estudio de la arqueología local. Nacido en Jerez de la Frontera en
1712, desempeñó en Lora el cargo de Juez de Residencia y lugarteniente del
Bailío desde 1756 hasta 1764 en que fue nombrado gobernador de Rota y Chipiona,
falleciendo en 1773. Aunque su obra se centra especialmente en la descripción
de los vestigios arqueológicos, aporta datos de interés para el patrimonio
artístico de Lora, pues recoge la fundación de los conventos (franciscanos de
San Antonio de Padua en 1602, mercedarios descalzos en 1609 y monjas de la
misma orden en 1617) , relaciona las ermitas entonces existentes en el casco
urbano (San Juan Bautista, Santa Ana, San Bartolomé, Santa Isabel, Santa
Catalina Mártir, Santa Lucía, Jesús Nazareno, Nuestra Señora de la Soledad y
San Ildefonso) y describe los restos del castillo de Setefilla [3].
Esta misma corriente erudita promovida por la
Ilustración había provocado algunos intentos de realización de diccionarios
geográficos de España que diesen una visión panorámica de nuestros pueblos,
abarcando aspectos tan variados como el medio físico, población, recursos
económicos, urbanismo y edificios notables, como iglesias, conventos, ermitas,
castillos o restos arqueológicos. Este es el caso del proyecto emprendido por
Tomás López, geógrafo real de Carlos III, quien envió una encuesta a los
párrocos de los pueblos pidiendo datos para la redacción de su frustrado
diccionario, del que sólo han visto la luz y en fechas recientes los textos
correspondientes a unas pocas provincias, entre ellas la de Sevilla [4], aunque no figuran la respuestas de Lora, tal
vez por no haber sido enviadas, lo que nos priva de interesantes datos sobre la
localidad en estos años finales del siglo XVIII.
Ya a mediados del siglo XIX, nos encontramos
con ese monumento bibliográfico de la historiografía española que es el Diccionario geográfico – histórico –
estadístico de Pascual Madoz, obra modélica entre las de su género y que
ciertamente debió aprovechar el material recogido por Tomás López. En su obra,
Madoz atiende a aspectos tan variados como la situación de la localidad dentro
del marco provincial, distancias a los centros administrativos de los que
depende y localidades vecinas, situación del casco urbano, límites municipales,
red hidrográfica y características del terreno, abordando además la
cuantificación no sólo de la producción agropecuaria, industrial, comercial y
de los efectivos poblacionales, sino también del personal eclesiástico y
edificios religiosos, que inserta dentro del marco descriptivo del urbanismo
local planteado en su obra. En el caso de Lora del Río, el autor cita de pasada
los restos del castillo y murallas “ que
defendían la población en una época muy lejana “, la parroquia de Nuestra Señora
de la Asunción, los conventos de franciscanos, mercedarios y mercedarias, y las
ermitas de Santa Ana, “ próxima a ser
reedificada “; San Bartolomé, de propiedad particular; la del hospital de
Santa Catalina; la de Nuestro Padre Jesús Nazareno, “ obra moderna y de buen gusto, construida con los restos de otra
inmediata, titulada de San Sebastián, patrón del pueblo, de la que existen
todavía algunos vestigios “; y la de Setefilla, “ de bastante capacidad y regular fábrica (...) en una montaña elevada
de Sierra Morena, sitio escabroso y de difícil acceso, en donde existe un
castillo medio arruinado y vestigios de población “ [5].
La segunda mitad de la centuria, marcada ya
por el signo de la historiografía romántica y positivista, conocerá la
proliferación de diccionarios histórico – geográficos que no suelen prestar
excesiva atención al patrimonio artístico (salvo en el caso de los grandes
monumentos de las capitales de provincia, generalmente), sin que se aborde el
análisis sistemático de los monumentos ubicados en los pueblos, situación de
desinterés que afecta igualmente a la provincia de Sevilla, cuya escasez de
estudios sobre el arte en sus diversas localidades contrasta con la abundante
nómina de trabajos sobre la capital, entre los que ocupa lugar primordial la
producción de José Gestoso y Pérez, auténtico punto de partida de la
historiografía artística sevillana posterior.
Esta situación de inercia va a experimentar
un profundo giro a comienzos del siglo XX. Los nuevos planteamientos
historiográficos, de acuerdo con la ilusión de un resurgimiento cultural y
científico que hiciese superar el trauma de la crisis de 1898, reclamaban la
necesidad de catalogar nuestra riqueza artística, como instrumento básico e
imprescindible para su estudio y difusión. De acuerdo con este sano criterio,
un decreto de 1 de junio de 1900 ordenaba la formación de un Catálogo monumental de España, usando de
criterios más científicos, rigurosos y precisos, tarea que se haría por
provincias y sería publicada por el Estado [6].
Tan ambicioso proyecto nació marcado por la penuria tanto de medios como de
personal cualificado para llevarlo a cabo, por lo que sólo aparecieron, muy
irregularmente, los catálogos de unas pocas provincias. El de Sevilla,
encomendado al arquitecto Adolfo Fernández Casanova y terminado en 1909, fue
uno de los que quedaron sin publicar, estando depositado el manuscrito original
en Madrid, concretamente en la Biblioteca del “ Instituto Diego Velázquez “,
organismo especializado en la investigación de la Historia del Arte y
dependiente del C.S.I.C. [7],
aunque un extracto fue publicado por el propio autor en 1911 en una breve guía
de los monumentos de la provincia [8].
Paralelamente, la labor documentalista
emprendida desde las primeras décadas del siglo XX por los investigadores
sevillanos en el Archivo de Protocolos de la capital hispalense aportaban
diversas referencias relativas a Lora del Río. Iniciada esta labor de
exhumación documental por José Gestoso y Pérez, su línea fue continuada por la
labor personal de López Martínez y la de los investigadores agrupados en el
entonces recién nacido Laboratorio de
Arte de la Universidad de Sevilla, con nombres tan señeros para la
historiografía artística como Bago y Quintanilla, Hernández Díaz, Muro Orejón y
Sancho Corbacho.
En el caso de Lora, las noticias aportadas
recogen los contratos de ejecución de diversas obras de arte para los templos
de la localidad, que en ningún caso han llegado a nuestros días. Así sabemos
que el 1 de marzo de 1601 el escultor Pedro de la Cueva concertaba con la
cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Dulce Nombre de Jesús realizar una
imagen de Cristo Resucitado [9].
Otro escultor, Francisco de Villegas, se compromete el 28 de enero de 1614 con
fray Juan de San Ramón, mercedario descalzo del convento de Lora, a ejecutar
una imagen de San Blas y un rostro y manos para otra imagen – seguramente de
vestir – de la que no se indica su advocación [10].
El 15 de abril de 1622 Diego García de Santana, pintor de imaginería, convenía
con la cofradía de la Humildad y Paciencia de Nuestro Señor Jesucristo la
realización de una imagen de pasta del Cristo titular [11].
Confirmando la intensa actividad escultórica
de estos años, el 18 de abril de 1625 Domingo de Urbín, maestro pintor y
dorador de imaginería, intervenía en la subasta de la pintura, dorado, estofado
y manufactura del retablo de Nuestra Señora del Rosario, de la iglesia
parroquial [12]. Una
década después, el 28 de octubre de 1639 el maestro escultor Manuel de Morales
recibía por parte del licenciado Antonio López Montero, Comisario del Santo
Oficio de la Inquisición y rector de la Cofradía de San Pedro, el encargo de
una escultura de este santo, representado como pontífice y en actitud sedente [13].
En la recta final del siglo la actividad se mantiene, como lo demuestra el
compromiso que adquieren el 15 de octubre de 1695 el ensamblador Cristóbal de
Guadix y el dorador y estofador Juan Salvador Ruiz de ocuparse de la hechura
del retablo mayor del convento de San Antonio [14].
Siguiendo esta línea de investigación
archivística, en la pasada década de los ochenta el investigador de temas
cofrades Francisco de Paula Cuéllar Contreras exhumó alguna noticia referida a
Lora del Río, como el encargo hecho en 1673 al escultor Martín Rodríguez de un
retablo para la ermita de Jesús Nazareno [15].
En la siguiente década de los noventa la colección de Fuentes para la Historia del arte andaluz, retomando la tradición
documentalista del Laboratorio de Arte,
ahora convertido en departamento de la Facultad de Geografía e Historia de la
Universidad de Sevilla, ha brindado alguna referencia sobre intervenciones en
el patrimonio monumental de Lora del Río, como la contratación el 18 de julio
de 1711 de la labra de unas gradas y un aguamanil para la parroquia por parte
del maestro cantero Juan Antonio Blanco [16]
o la escultura de un Cristo Yacente encargada el 25 de marzo de 1714 por la
Hermandad del Santo Entierro al escultor José Tomé [17]
. En esta misma línea los investigadores Esteban Mira Caballos y Fernando de la
Villa Nogales, en su prospección de los protocolos notariales de la provincia
aportan alguna noticia, como el retablo concertado el 9 de diciembre de 1760
por Tomás Guisado para la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno [18].
Volviendo a los años de comienzos del siglo XX,
éstos contemplan un primer ensayo de guía artística provincial, por parte de
Manuel Serrano Ortega, quien en su Guía
de los monumentos históricos y artísticos de los pueblos de la provincia de
Sevilla nos dejó una visión panorámica pero excesivamente superficial,
incompleta y en algunos datos errónea de nuestros monumentos [19]:
“ Esta ciudad
no obstante su ilustre prosapia, no conserva monumentos arqueológicos de su
histórico pasado, dignos de mención. A bastante distancia tiene el Santuario de
su venerada Patrona la Virgen de Setefilla, en alto y escarpado cerro que
domina extensa vega viendo correr a sus pies los ríos Guadalquivir y Guadiamar,
siendo muy interesante su fábrica arquitectónica del siglo XVII, de buenas
proporciones y con una extensa hospedería para los peregrinos que acudían a tan
devoto santuario. La imagen mide 0 ´ 71 mts. de altura, estando muy retocada y
restaurada lo que juntamente con las telas y paramentos riquísimos que la
cubren, no permiten clasificar su época, aunque se dice ser del siglo XIV o XV,
siendo su verdadero título el de Fuenfría, trocado con el actual por el paraje
y territorio donde se halla emplazado su histórico eremitorio, poseyendo rica
colección de alhajas y vestiduras que luce en las grandes festividades, y los días
que sale procesionalmente, para conducirla a Lora, lo que se hace siempre en
lucida cabalgata de jinetes y romeros, que la llevan sobre sus hombros con gran
fe y entusiasmo. Su templo parroquial de igual época, dedicado a la Asunción de
la Virgen conserva algunas obras de arte en pintura y escultura. Tiene un
monasterio de religiosas de la Merced, cuyo templo es del XVIII, tres ermitas,
una de ellas dedicada a su patrón San Sebastián “.
Entrando en la década de los treinta, las
repercusiones que la tragedia de la Guerra Civil tuvo en el patrimonio
artístico de Lora fueron analizadas por Hernández Díaz y Sancho Corbacho,
quienes al evaluar las pérdidas y daños de obras de arte sufridas por los
templos, nos dejan en su texto la que podemos considerar como primera
descripción científica de dichos edificios – parroquia de la Asunción, convento
de Mercedarias, iglesia de Jesús y hospital de Santa Catalina – donde se
analiza su planta, alzados, soportes, cubiertas y elementos decorativos, al
tiempo que se apunta su cronología y filiación estilística y se realiza
inventario de las piezas destruidas [20].
Ya en la postguerra y por parte de los mismos
autores – junto con Francisco Collantes de Terán – se acomete un gran proyecto
historiográfico sobre el patrimonio provincial, que por desgracia quedó
inconcluso sin haber llegado siquiera a su mitad, siendo la localidad de Huévar
la última en aparecer. Nos referimos al monumental Catálogo arqueológico y artístico de la provincia de Sevilla,
modélico por su aporte de obras, noticias documentales, juicios estilísticos y
material gráfico. Del material de Lora del Río se conserva abundante material
gráfico en la Fototeca del Laboratorio de Arte del propio centro universitario.
En las décadas de los 50, 60 y 70 el panorama fuese de cierta atonía, con guías
como la de Casado Sellas o la de Pou Díaz que poco o nada aportan al limitarse
a beber en la producción decimonónica y de comienzos del siglo.
La reactivación de los estudios locales a
raíz de la llegada de la democracia va a renovar el panorama, tanto desde la
historiografía local como desde la investigación universitaria. Hito importante
fue la publicación, a comienzos de la década de los ochenta, de la Guía artística de Sevilla y su provincia auspiciada
por la Diputación Provincial, que actualiza y completa el inconcluso Catálogo arqueológico y artístico a la
luz de las últimas aportaciones de la historiografía. Las descripciones de la Guía, algo más concisas que las de su
antecesor, ganan en agilidad de lectura y en precisión a la hora de inventariar
las piezas lo que pierden en aparato crítico de notas, mapas, planos y
reproducciones fotográficas, que le daban al Catálogo un tono algo retórico y solemne muy en consonancia con los
planteamientos de los historiadores de la postguerra. En el texto dedicado a
Lora del Río se aborda el estudio de la parroquia de Nuestra Señora de la
Asunción, convento de la Inmaculada Concepción, iglesia de Jesús Nazareno,
ermita de Nuestra Señora de Setefilla y algunas muestras de arquitectura civil,
entre ellas el Ayuntamiento [21].
El mismo texto de la Guía se
reprodujo, con escasas variantes en el Inventario
artístico de Sevilla y su provincia, publicado por el Ministerio de Cultura
entre 1982 y 1985 y que gozó de mucha menor difusión que la obra de la
Diputación Provincial [22].
Al igual que le ocurrió al Catálogo
arqueológico y artístico, el texto de la Guía será ampliamente seguido por la amplia y variopinta gama de
guías turísticas y de viajes nacidas al calor del turismo rural de las últimas
décadas y de los fastos de la Expo 92, que no reseñamos por no aportar
novedades significativas para el tema.
También son de interés las importantes
aportaciones de la historiografía local, que en la recta final del siglo XX se
orienta hacia el estudio de aspectos concretos mediante su profundización
científica a través de una nueva metodología de análisis que utiliza las
fuentes documentales referidas a Lora como base fundamental de la investigación
histórica, tanto de archivos locales como regionales y nacionales, dando como
resultado una amplia variedad de trabajos recogidos en publicaciones tan
variadas como la Revista de Feria, la de Estudios Locales o las publicaciones
patrocinadas desde entidades como la Asociación Cultural de Amigos de Lora o
instancias oficiales como el Ayuntamiento, sin olvidarnos tampoco de aquellas
tesis doctorales o trabajos de investigación de amplio alcance, comunicaciones
de congresos, artículos de revistas especializadas, etc., en los que son objeto
de atención elementos del patrimonio artístico de la localidad.
2.
Estudios sobre
urbanismo y arquitectura religiosa, militar y civil.
Ya con carácter más específico, la
historiografía artística ha centrado su atención especialmente en algunos
monumentos de Lora del Río, sin olvidarse de trazar amplios catálogos de los
edificios de valor arquitectónico. De este modo, Miguel Castillo Guerrero ha
fichado los edificios y conjuntos urbanísticos de protección especial,
integrado por construcciones religiosas,
residenciales e incluso industriales que cubren un amplio espectro
cronológico desde la Baja Edad Media hasta el siglo XX [23].
Centrándose en el siglo XVIII. Fernando Quiles García brinda una visión
panorámica de las interesantes muestras de este periodo, como la iglesia de
Jesús las Casas Capitulares y la Casa de las Columnas, de la mano de la
evolución formal que conduce desde el final del barroco a la llegada del
Academicismo [24].
Otras visiones panorámicas del patrimonio arquitectónico de Lora del Río son
planteadas por José María Lerdo de Tejada en relación con el catálogo del
conjunto histórico local [25]
y por Teresa Castellano Cuesta y Paulino Montes García, quienes en sus Paseos por Lora describen con profusión
de noticias documentales y aparato gráfico la ermita de Santa Ana, convento de
la Limpia Concepción, Casa de los Montalbo (Casa de la Virgen) y la casa n º 20
de la Plaza de Andalucía (Casa Juanito), primera entrega de una didáctica guía
de la Lora monumental [26].
Siendo imposible estudiar estos hitos
monumentales sin inscribirlos en su contexto urbanístico, las corrientes
historiográficas de las últimas décadas han hecho especial hincapié en el
estudio del urbanismo, entendido como el análisis de la trama urbana y su
evolución a lo largo de la historia.
Esta nueva línea de estudio del casco urbano
cuenta para el caso de nuestra localidad con algunas interesantes aportaciones,
en las que se estudia el emplazamiento de la ciudad, su estructura y
morfología, las tipologías de sus edificaciones y los edificios de interés cultural.
Ya en 1984 el arquitecto Ramón Queiro Filgueira analiza en su tesis la
evolución urbanística de buena parte de las localidades de la provincia de
Sevilla, entre ellas la nuestra, señalando, a la luz de diversas noticias
bibliográficas, el proceso de crecimiento de la ciudad desde el primitivo
núcleo en torno al castillo, para concluir con la expansión de los siglos XIX y
XX, proceso que viene marcado por una serie de hitos monumentales – iglesias,
conventos y otros establecimientos religiosos – reseñados por el autor, datos
todos que quedan convenientemente engarzados en las líneas maestras del devenir
de la historia local [27].
Más recientemente, Pascual Sanchiz Domínguez aborda la evolución urbana a lo
largo de la Edad Moderna [28]
, y Luis Javier Capa Cepeda traza la evolución urbana de Lora del Río a través
de la reseña de una serie de hitos urbanísticos y constructivos tan
significativos de los cambios traídos por la Edad Contemporánea como el nuevo
cementerio, el matadero, la cárcel, la estación del ferrocarril, nuevas plazas
o el mercado de abastos [29].
Pasando ya al análisis de las referencias
bibliográficas específicas sobre el elenco monumental de Lora del Río, los
trabajos se centran fundamentalmente en torno a los restos del castillo de la
localidad y la fortaleza de Setefilla, la arquitectura religiosa y algunas
muestras de la civil.
Los restos del castillo de Lora y de la
fortaleza de Setefilla han sido estudiados, desde el punto de vista de la
arqueología medieval, por Magdalena Valor Piechotta, a través de una ajustada
clasificación de sus materiales constructivos y técnicas edilicias, la
descripción de los restos subsistentes y la recopilación de los datos
históricos conocidos [30].
La arquitectura religiosa, que cuenta en la
localidad con espléndidas muestras, ha sido objeto preferente de estudio por
parte de la historiografía. Para la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción,
además de las descripciones recogidas en guías artísticas e inventarios
generales de la provincia de Sevilla, contamos con trabajos que atienden a
aspectos más concretos del edificio. Sobre la historia constructiva de la
iglesia aportan interesantes noticias documentales Francisco Herrera García en
un artículo de revista [31] Fernando Quiles García en su monografía sobre
la colección de orfebrería conservada en el propio templo [32]
y José González Carballo en su tesis sobre la Orden de San Juan en Andalucía [33].
Los rasgos arquitectónicos mudéjares del templo son destacados por Diego Angulo
Iñíguez, en especial la cabecera abovedada y la portada lateral [34].
La construcción de la torre a fines del siglo XIX ha sido reseñada por Rafael
Molina del Valle [35] y por Luis Javier Cava Cepeda y Fernando
Quiles García [36]. Y
en las Jornadas Europeas de Patrimonio de 2000, dedicadas a la arquitectura
mudéjar y celebradas en la provincia de Sevilla con jornadas de puertas
abiertas en los templos de ese estilo, la parroquia loreña fue reseñada en el
catálogo de edificios que se publicó para la ocasión [37].
Habiendo sido Lora del Río cabeza del bailiato
de su nombre dentro de la Orden de San Juan de Jerusalén, lo que le otorgaba
notoria preeminencia jurisdiccional, se convirtió en escenario de algunas
fundaciones conventuales, no todas en pie en nuestros días, pero que por su
importancia en la vida local han despertado la atención de los estudiosos,
aportando noticias sobre su historia y patrimonio. Así, los orígenes del
desaparecido convento franciscano de San Antonio han sido abordados en sendos
artículos por José Manuel Lozano Nieto [38]
y Rafael Mauricio Pérez García [39].
El convento de la Inmaculada Concepción, de Mercedarias Calzadas, cuenta con la
monografía elaborada por José Manuel Lozano Nieto [40]
y una breve reseña de Elodia Hernández León en su guía de los conventos de
clausura de la provincia de Sevilla [41].
La iglesia de Jesús Nazareno, obra realizada
como se sabe por el arquitecto Diego Antonio Díaz entre 1733 y 1764, es
monumento bien conocido por la historiografía artística. Fue Antonio Sancho
Corbacho en su clásico estudio sobre la arquitectura barroca sevillana del
siglo XVIII quien precisó la cronología del edificio y acometió su descripción,
subrayando el interés de la ornamentación de yeserías de la bóveda del crucero
y la riqueza de diseño de sus portadas, al tiempo que estableció la relación
del templo loreño con la producción de dicho arquitecto en virtud de las
relaciones que advertía con la parroquia de la localidad aljarafeña de Umbrete [42].
Las conclusiones de Sancho Corbacho son sintetizadas por George Kubler en su
estudio sobre la arquitectura española de los siglos XVII y XVIII [43]
y recogidas en un artículo de José González Carballo [44] y en la monografía que María del Prado Lázaro
dedicó al citado arquitecto Diego Antonio Díaz [45].
Estrechamente vinculada a las tradiciones del
culto a la Virgen de Setefilla, la ermita de Santa ha sido estudiada por María
Teresa Castellanos Cuesta, mediante una completa recopilación de fuentes
documentales y bibliográficas con las que se perfila el historial de este
antiguo templo hoy dedicado como se sabe a usos culturales [46].
Una visión panorámica de la situación de las ermitas de la localidad en el
siglo XVIII, a la luz del informe de la Visita Pastoral de 1756, fue presentada
por nosotros en las II Jornadas de Historia Local de 1994 [47].
Verdadero epicentro de la religiosidad
loreña, el santuario de Nuestra Señora de Setefilla ha sido objeto de densas
monografías, como las de Nicolás Montalbo Coronel [48]
, José Montoto [49] ,
Juan Manuel Lozano Nieto [50]
y Cesáreo Montoto de Flores [51]
, en las que se combinan los aspectos históricos, artísticos y los puramente
devocionales, sin contar con la variopinta gama de artículos en prensa,
revistas, etc., que de una forma u otra se acercan al intenso fenómeno
devocional mariano que constituye el culto a la Patrona de Lora del Río. Con
carácter mucho más divulgativo, el templo de Setefilla es reseñado
sintéticamente en el volumen colectivo dedicado a los santuarios marianos de
Andalucía Occidental [52].
Tampoco se ha descuidado el estudio de la
interesante arquitectura civil loreña, muy expresiva de la importancia
histórica de la localidad y en la que se advierten rasgos estilísticos que la
relacionan con importantes focos arquitectónicos del barroco andaluz como
Ecija. Ya el pionero estudio de Sancho Corbacho sobre la arquitectura barroca
sevillana del siglo XVIII, al que aludimos a propósito de la iglesia de Jesús,
describe algunas de las edificaciones claves, como la Casa de los Leones y las
Casas Capitulares [53].
Estas construcciones civiles, integradas
tanto por edificios públicos como residenciales, cuenta con la excelente
monografía de María Mercedes Fernández Martín, donde se estudian las obras
públicas (representadas por los puentes), las Casas Consistoriales y
representativas muestras de la arquitectura doméstica, como la Casa de los
Leones, la Casa de los Montalbo (Casa de la Virgen) y otras viviendas de menor
entidad dispersas por el casco urbano, para concluir con la arquitectura
industrial, ejemplificada en algún ejemplo de molino, construcciones que son
minuciosamente descritas en su análisis morfoógico y sobre las que se aportan
interesantes noticias documentales referidas a los artistas que intervienen en
las obras, materiales utilizados y aspectos económicos, extraídas
fundamentalmente del Archivo Municipal de Lora [54]. La propia autora ha dedicado un artículo al
antiguo Pósito de Bailío, del que traza su descripción arquitectónica [55]
, edificio al que por otra parte se dedican unas cortas líneas en el volumen
colectivo dedicado a los pósitos, cillas y tercias de Andalucía, en el que se
catalogan estas interesantes construcciones antaño concebidas para el
almacenamiento de granos y hoy mal adaptadas a otros usos bien distintos o
cuando no destruidas [56].
Otras construcciones de funcionalidad pública
han sido objeto de trabajos más específicos en los que se traza su historia y
se describen su morfología arquitectónica. Así, el primitivo cementerio de la
ermita de Nuestro Padre Jesús y el actual de San Sebastián – proyectado por el
arquitecto Balbino Marrón, al igual que el de San Fernando en la capital
hispalense – han sido estudiados por José María Pérez Serrano a la luz de la
documentación del Archivo Municipal de Lora [57].
El mismo autor ha prestado atención a la génesis de la barriada del Llano de
Jesús [58].
Marcando con su construcción la entrada del siglo XX, el mercado de abastos,
obra de Aníbal González, ha sido objeto de análisis por Luis Javier Cava Cepeda
[59].
Y dentro de la morfología urbana, un elemento tan popular y de tanto
protagonismo visual en la imagen de la ciudad, como son las fuentes, es evocado
por el antropólogo Pedro Cantero, dentro del estudio que realiza sobre la
arquitectura del agua en nuestra provincia [60].
Por su protagonismo en el sistema de vías de comunicación de otros siglos, los
puentes han sido analizados por Pascual Sanchís Domínguez – quien se ha ocupado
del popular puente del Churre gracias a la documentación sobre la
reconstrucción que sufrió en 1753, conservada en el Archivo Municipal – [61]
y María Mercedes Fernández Martín [62]
. Y finalmente, la olvidada y desconocida arquitectura rural, de la que Lora
cuenta con no pocos e interesantes ejemplos, ha sido reivindicada mediante su
catalogación gracias a los trabajos de Miguel Castillo Guerrero y Araceli
Montoto Sarriá [63].
3.
Estudios sobre
otras manifestaciones artísticas: escultura, pintura y artes suntuarias.
Mucho más corto es este apartado, todavía
necesitado de estudios que clarifiquen el desarrollo de las artes plásticas a
lo largo de la historia de Lora del Río, labor difícil si tenemos en cuenta las
fuertes pérdidas sufridas por los templos de la localidad en 1936, catástrofe
que se ha intentado paliar con la adquisición de nuevas obras – especialmente
por parte de las cofradías – que si bien forman ya parte de la historia del
arte del siglo XX, indudablemente no pueden compensarnos de las piezas
destruidas, conocidas a través de las noticias documentales y bibliográficas
facilitadas como vimos por la historiografía de comienzos del Novecientos.
Comenzando por la escultura, una de las
piezas estrellas era la primitiva imagen de la Virgen de Setefilla, interesante
muestra de la plástica gótica del siglo XIV, según la catalogó el profesor
Hernández Díaz [64]. En
torno a la imagen y su culto la investigación ha ido exhumando diversas
noticias documentales, desde el ya clásico artículo de José Alonso Morgado [65]
hasta los trabajos de autores como Cesáreo Montoto de Flores [66] o José González Carballo [67]
, en los que se trazan los orígenes y evolución de la devoción desde la Baja
Edad Media hasta nuestros días.
Una
buena muestra de la plástica barroca era la primitiva imagen de Nuestro
Padre Jesús Nazareno, obra documentada de José Montes de Oca en 1740 y recogida
en la producción del artista catalogada por José Torrejón Díaz [68].
Y dentro de la escultura contemporánea, el
estudio de la imaginería cofradiera conservada en los templos loreños ha
recibido algunas aportaciones. Así, Cesar Gutiérrez Moya se ha ocupado del
análisis iconográfico de la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, obra como
se sabe de Castillo Lastrucci [69].
María Teresa Ruiz Barrera, investigadora del patrimonio artístico poseído de la
Orden de la Merced, ha analizado la escultura del Santo Cristo del Amor
Misericordioso, del convento loreño de dicha orden, esclareciendo su ejecución
por el escultor Manuel Cerquera Becerra y la llegada de la imagen al cenobio,
sin olvidar el análisis estilístico de la efigie [70].
Y la producción religiosa en Lora del Río del imaginero Francisco Buiza –
Nuestra Señora de los Dolores en su Soledad, María Santísima de las Angustias,
Inmaculada, San Tarsicio y San Pascual Bailón y dos ángeles lampareros – ha
sido catalogada y analizada por Pedro
Ignacio Martínez Leal [71].
Capítulo especialmente interesante pero
todavía mal estudiado es el de la retablística, de la que a pesar de las
pérdidas sufridas en los avatares históricos quedan algunas muestras de
retablos de los siglos XVII y XVIII, de autoría por el momento desconocida.
Recientemente, los autores de la monumental obra sobre El retablo barroco sevillano, patrocinada por la Universidad de
Sevilla y la Fundación El Monte, han catalogado y analizado las muestras de
esta modalidad artística en la provincia de Sevilla, incluyéndose, en el caso
de nuestra localidad, los retablos mayores de la parroquia de Nuestra Señora de
la Asunción y la ermita de Nuestra Señora de Setefilla, este último relacionado
con círculos cordobeses [72].
En este mismo campo de la arquitectura en madera, Federico García de la Concha
y José Francisco Sáez Guillén han estudiado el neoclásico retablo que,
procedente de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, preside el
presbiterio de la iglesia de Jesús [73].
Casi inexistentes son los estudios dedicados
a la pintura. Para la pintura barroca sólo tenemos un artículo de María Teresa
Ruiz Barrera sobre el lienzo que representa a Santa María de Montserrat y dos peregrinos, obra firmada y fechada
por Bernardo Germán Lorente en 1729 y conservada en el convento de la
Inmaculada Concepción, trabajo en el que se estudia la interesante iconografía
de esta obra y sus rasgos estilísticos [74].
Cesáreo Montoto de Flores ha tratado de algunas pinturas de la Virgen de
Setefilla dispersas por la localidad [75]
Algo más crecido es el apartado dedicado a
las artes suntuarias, encabezadas por las interesantes y nutridas muestras de
platería que se conservan, pese a los avatares de nuestra historia reciente, en
la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, cuyo valor fue ya subrayado en
la década de los treinta por Hernández Díaz y Sancho Corbacho al hacer balance
de las pérdidas artísticas sufridas por el templo. Ya en los años setenta
algunas piezas – concretamente el incensario gótico, la cruz parroquial y la
custodia procesional – fueron fichadas por Antonio Sancho Corbacho en el
catálogo de la exposición de orfebrería sevillana celebrada en 1970 en el Museo
de Bellas Artes de la capital hispalense [76].
Entrada la misma década, la profesora Sanz Serrano, en su tesis sobre la
orfebrería sevillana del barroco, destacó la importancia de la cruz parroquial
y la custodia procesional realizadas para Lora por Hernando de Ballesteros el
Mozo [77].
Más recientemente, Fernando Quiles García se ha ocupado de la catalogación de
estas manifestaciones suntuarias, describiendo piezas e identificando autorías
y punzones [78]. El
gran interés de esta colección ha hecho que algunas de sus piezas hayan
participado en exposiciones de orfebrería, como la de Cinco siglos de platería sevillana celebrada en 1992 en la capital
hispalense [79].
La historia y el patrimonio artístico de las
cofradías de Lora del Río cuentan, además de la monografía de Luis Javier Cava
Cepeda y Fernando Quiles García, basada en un nutrido aparato documental y
bibliográfico [80] ,
con los capítulos correspondientes a la localidad – redactados por Silvia María
Pérez González y José Antonio Ruiz Domínguez – dentro de los enciclopédicos
volúmenes de Nazarenos, Crucificados y
Misterios de Sevilla, publicados a fines de la pasada década de los 90 con
amplio despliegue gráfico que completa la riqueza informativa de los textos [81].
En definitiva, a través de estos trabajos nos
encontramos con un punto de partida y apoyo para seguir profundizando en el
conocimiento y valoración del patrimonio artístico y monumental de Lora del
Río, que si bien nos ha llegado mermado a causa de los avatares históricos, es
legado de nuestra historia que tenemos obligación no sólo de estudiar y
apreciar, sino de entregar a las generaciones venideras, como señas de
identidad de nuestro pueblo.
[1]
REMON, FRAY ANDRES. Historia general de
la Orden de Nuestra Señora de la Merced, Redención de Cautivos. Madrid,
1633 (folios 234 vto. – 235 vto.).
[2]
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[11]
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[12] MURO
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[13]
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[74] RUIZ
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[75]
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[76]
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[77] SANZ
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[79]
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[80] CAVA
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Sevilla, vol. IV. Sevilla, Ediciones Tartessos, 1997. (P.p. 33 – 37); “
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Lora del Río “ y “ Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Santo Entierro de
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de Nuestra Señora de la Asunción. Lora del Río “, en Misterios de Sevilla, vol. IV. Sevilla, Ediciones Tartessos, 1999.
(P.p. 411 – 421).
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