El patrimonio monumental de Guadalcanal a través de la historiografía artística: aproximación bibliográfica
por
Salvador Hernández González
Publicado en Revista de Feria y Fiestas
de Guadalcanal (2004), págs. 171 – 188.
1.- Visiones globales del
patrimonio artístico de Guadalcanal: de los diccionarios geográficos a los
catálogos monumentales y guías artísticas.
Como testimonio de
su pasado, Guadalcanal conserva un interesante patrimonio monumental integrado
como es sabido por una serie de construcciones tanto religiosas como civiles
que guardan en su interior piezas artísticas de diferente valor, pero que son
elocuente muestra de la religiosidad popular y formas de vida de otras épocas.
En torno a las fundaciones eclesiásticas y piadosas establecidas en la
localidad, como las parroquias de Nuestra Señora de la Asunción, San Sebastián
y Santa Ana, los conventos de San Francisco, la Concepción, Espíritu Santo y
Santa Clara, los antiguos hospitales, el santuario de Nuestra Señora de
Guaditoca, las ermitas y cofradías, etc. se desenvolvió la actividad de diversos
artistas (arquitectos, escultores, pintores, orfebres, etc.) que se dieron cita
para el ornato de estos recintos sagrados.
Patrimonio que
viene marcado a lo largo de su historia por la peculiar circunstancia de
constituir una interesante encrucijada artística, punto de encuentro entre el
arte andaluz y el extremeño, en virtud de la pertenencia de Guadalcanal a
Extremadura hasta que los cambios administrativos del siglo XIX determinaron la
adscripción de nuestra localidad a Andalucía. Como sabemos, la dependencia
jurisdiccional de la localidad con respecto a la Orden de Santiago – presente
en buena parte del territorio extremeño – y su inclusión dentro del marco
administrativo de la denominada Provincia
de León de dicha orden militar marcaron el desarrollo de su vida tanto
civil como eclesiástica. De ahí que Guadalcanal haya formado parte hasta el
siglo XIX del territorio de la Baja Extremadura, destacando las relaciones de
dependencia jurisdiccional que mantenía con respecto a Llerena, capital
religiosa y sede del Priorato de San Marcos de León, del que como ya hemos
apuntado dependían jurisdiccionalmente los templos y clerecía de la localidad.
Y si a ello unimos la condición de Llerena como importante centro artístico,
donde laboran numerosos artífices que abastecen la demanda de piezas destinadas
tanto a sus propios templos como a los de otras localidades de la zona, es
lógico que Guadalcanal fuese también destinataria de la producción de los
obradores llerenenses, que acabarían dejando su impronta estilística en nuestro
legado monumental. Sin embargo, este componente extremeño de nuestro patrimonio
queda matizado por las influencias andaluzas que suben desde Sevilla, verdadero
emporio artístico cuyo peso irradia a las regiones limítrofes, determinando que
los encargos de obras de cierta envergadura se encomendasen a los prestigiosos
talleres hispalenses.
Esta maraña de
relaciones explica que ante la contemplación de los edificios religiosos de
Guadalcanal puedan advertirse rasgos formales propios de la arquitectura
bajoextremeña, como pueden ser los modelos de portadas, el diseño de torres y
espadañas, la tipología de las cubiertas, etc., elementos obviamente
compartidos por otros templos de las localidades pacenses vecinas y matizados
en nuestro caso por el sello andaluz presente en la imaginería de origen
sevillano venerada por nuestra cofradías, obra como se sabe en su mayor parte
de destacados imagineros del siglo XX. Pero esta presencia del arte sevillano
ya se había dejado sentir, como veremos, de antiguo, pues ya desde el siglo XVI
la documentación de los archivos hispalenses revela los encargos hechos en la
ciudad del Guadalquivir de retablos, esculturas y pinturas con destino a los
templos de Guadalcanal, que venían a rivalizar con las ejecutadas en los
talleres llerenenses. Por desgracia, los reveses de nuestra historia
contemporánea, en especial los desgraciados sucesos de la Guerra Civil,
acabaron reduciendo drásticamente esta herencia artística, que sólo podemos
evocar a través de las noticias documentales, algunos testimonios fotográficos
y las pocas piezas salvadas de la hecatombe, como el retablo mayor de la
iglesia del convento del Espíritu Santo y algunas pocas esculturas, como la del
Señor de la Humildad y Paciencia.
Ante tantas
pérdidas, resulta complicado el análisis de la evolución del patrimonio
monumental de Guadalcanal, dificultad acrecentada por la dispersión de las
fuentes documentales para su estudio, repartidas entre la propia localidad, las
ciudades de Sevilla y Badajoz y los ricos fondos de la sección de Ordenes
Militares del Archivo Histórico Nacional, sin olvidarnos de otros archivos de
diferente naturaleza y ámbito que potencialmente pueden tener interés para
nuestro tema, como los de San Marcos de León [1] ,
Simancas, Chancillería de Granada, Indias, etc., amén de los fondos de nutridas
bibliotecas como la Nacional de Madrid, entre otras que pudiéramos señalar.
En un primer
escalón de estudio y sin salir de la localidad, el Archivo Parroquial – que
recoge la documentación de las tres parroquias con las que antaño contamos [2] , hoy
reducidas a la de Santa María de la Asunción – registra en las páginas de sus
Libros de Fábrica la actividad de aquellos artífices – arquitectos, alarifes,
canteros, escultores, pintores, orfebres, etc. – que de una u otra forma
laboraron en el ornato de nuestras iglesias, cuyos nombres quedan registrados
en los pagos que por su labor recibían por de parte de la Fábrica Parroquial.
Esta relación laboral entre artista y cliente (que en este caso es el estamento
eclesiástico) quedaba regulada mediante escritura notarial que fijaba las
características, precio y plazos de ejecución y entrega del trabajo
encomendado, documento que se otorgaba por ambas partes ante escribano público,
bien de nuestra localidad, cuyas escrituras se conservan hoy en el Archivo
Municipal [3] , o
bien de otros lugares en los que radicase el taller artístico al que se le
encomendaba la obra, como Llerena o Sevilla, de los que en estos dos últimos
casos sus escrituras notariales se hallan depositadas en el Archivo Municipal
llerenense y el Archivo Histórico Provincial sevillano, respectivamente.
Completando los
archivos locales, hay que referirse seguidamente a los archivos eclesiásticos
de Sevilla y Badajoz. Sabido es que al extinguirse en la recta final del siglo
XIX el Priorato de San Marcos de León e incorporarse los territorios que lo
integraban a la jurisdicción del obispado de Badajoz, Guadalcanal formaba ya
parte en lo civil de la provincia de Sevilla, por lo que por lógica administrativa
pasó en lo eclesiástico a la Mitra hispalense, adscribiéndose al Arciprestazgo
de la vecina Cazalla como escalón intermedio de la jerarquía eclesiástica.
Estos cambios de filiación canónica, consecuencia como vemos de la supresión de
la jurisdicción eclesiástica que hasta ahora había mantenido la orden de
Santiago, determinaron que la documentación que hasta entonces obraba en el
extinguido Provisorato de Llerena, del que como ya sabemos dependía
Guadalcanal, pasase a engrosar los fondos del Archivo del Obispado de Badajoz,
remitiéndose al Palacio Arzobispal de Sevilla sólo una parte de los documentos
de nuestra localidad, especialmente autos judiciales de asuntos civiles,
conventos y capellanías de los siglos XVI al XIX, hoy conservados en el Archivo
General del Arzobispado, cerrado a la consulta cuando se escriben estas líneas
a causa de las obras de remodelación acometidas en sus instalaciones para
adecuarlas a las nuevas necesidades de consulta por los investigadores. Deciamos
que al pie de la Giralda se halla una parte de la documentación de Guadalcanal,
porque en el archivo diocesano de Sevilla faltan expedientes de otros asuntos,
como obras de fábrica, cofradías y hermandades, diezmos, informes de visitas
canónicas, etc., de los que gracias a ciertas citas bibliográficas y a las
referencias verbales facilitadas por algunos investigadores extremeños que nos
honran con su amistad, sabemos que se conservan en el archivo diocesano de la
capital pacense, aunque su consulta no resulta nada fácil por el especial celo
con que el archivero los custodia y regatea a los afanes de los investigadores.
Y como colofón de
este panorama archivístico, la sección de Ordenes Militares del Archivo
Histórico Nacional [4]
completa el conocimiento ya no sólo de nuestro arte, sino de nuestra propia
historia, gracias a la continua presencia de Guadalcanal en los fondos
correspondientes a la Orden de Santiago, lo que se advierte en documentos de
muy diversa naturaleza, como pleitos, peticiones, memoriales, privilegios, probanzas,
etc., que patentizan nuestra rica e intensa historia local. Para el estudio de
nuestro patrimonio artístico contamos dentro de esta sección con una fuente de
especial valor, los denominados Libros de
Visitas, que contienen los informes efectuados sobre las localidades
santiaguistas por los Visitadores desplazados a las mismas para su inspección
durante el último tercio del siglo XV y a lo largo del siglo XVI.
En estos
documentos se recoge una auténtica radiografía de la localidad, ya que se
atiende a aspectos tan variados como efectivos poblacionales, aspectos socio –
econónicos e institucionales, y como no podía ser menos en siglos de tan
extrema religiosidad, todo lo relacionado con la vida religiosa, tanto a través
de las instituciones eclesiásticas – parroquias, conventos, ermitas, cofradías,
etc. – como en los edificios que les servían de sede, minuciosamente descritos
en estos informes. Visto el amplio abanico temático y la remota cronología de
esta documentación, no hace falta insistir en su valor como excepcional fuente
histórica para los territorios santiaguistas en general y Guadalcanal en
particular, como lo prueba el que estos informes hayan sido ampliamente
utilizados por algunos autores, que en su lugar serán citados, y por nosotros
mismos, decididos a divulgar el contenido de estos Libros de Visitas al ser
conscientes no sólo de su extraordinario interés, sino de la dificultad de su
consulta, ya felizmente mitigada al existir copia microfilmada de los mismos en
el Archivo Histórico Provincial de Badajoz.
Esta abundancia de
potenciales fuentes de información no debe hacernos perder de vista que la obra
de arte es el documento primario e insustituible para su estudio por el
historiador. De ahí que la historia del arte deba construirse no sólo con el
trabajo de gabinete en el archivo y la biblioteca, sino obviamente con el
análisis de la propia obra, de la que hay que estudiar todo un mundo de
aspectos: tema, materiales, estilo, autoría, cronología, génesis, antecedentes,
consecuentes, relaciones, influencias, etc., cuestiones que en el caso de
Guadalcanal cobran especial interés dada su ya aludida condición geográfica y
cultural de cruce de caminos entre Andalucía y Extremadura. Aspectos como la
tipología de nuestros templos, soluciones arquitectónicas, repertorios
ornamentales, patrimonio mobiliar como retablos, canceles, etc., artes
figurativas como la escultura y la pintura, las artes suntuarias en sus
diversas manifestaciones como la orfebrería, la rejería o el bordado, han sido
desigualmente abordados hasta ahora por la historiografía artística en relación
con nuestra localidad.
Por ello, antes de
plantearnos nuevos retos y objetivos debemos presentar en esta ocasión, y éste
es el objetivo de este artículo, un estado de la cuestión sobre la historia del
arte en Guadalcanal, que nos dé idea de los monumentos y obras objeto de
estudio, fuentes utilizadas, metodología y aspectos analizados, como un
obligado punto de partida para estudios futuros de un rico patrimonio que poco
a poco va saliendo de un largo abandono para su uso y disfrute por los
ciudadanos.
Si tenemos en
cuenta que la Historia del Arte, como disciplina científica independiente de la
literatura, la historia propiamente dicha y la arqueología, se consolida a lo
largo de los siglos XIX y XX, nos encontramos con que las primeras semblanzas
que conocemos sobre el patrimonio artístico de Guadalcanal proceden – dejando
aparte las fuentes propiamente archivísticas – de algunas producciones
bibliográficas de dichas centurias, que sin ser obras específicamente dedicadas
a las Bellas Artes, sí aportan referencias sobre nuestros monumentos, con valor
puramente estadístico más que descriptivo. Este es el caso de algunos
diccionarios geográficos y guías provinciales que, sin entrar en el análisis de
los edificios y su contenido artístico, aportan al menos la nómina de los
monumentos existentes en la localidad.
Ya a fines del
siglo XVIII el interés despertado por la Ilustración en torno al estudio de la
geografía, la historia y la arqueología había provocado algunos intentos de
realización de diccionarios geográficos de España que diesen una visión
panorámica de nuestros pueblos, abarcando aspectos tan variados como el medio
físico, población, recursos económicos, urbanismo y edificios notables, como
iglesias, conventos, ermitas, castillos o restos arqueológicos. Este es el caso
del proyecto emprendido por Tomás López, geógrafo real de Carlos III, quien
envió una encuesta a los párrocos de los pueblos pidiendo datos para la
redacción de su nunca publicado diccionario, del que sólo han visto la luz y en
fechas recientes los textos correspondientes a unas pocas provincias, entre
ellas la de Sevilla.
Pero como sucede en tantas ocasiones, la histórica
adscripción de Guadalcanal a Extremadura escamotea su presencia en el volumen
dedicado a la provincia sevillana [5],
aunque como compensación, en las respuestas correspondientes a la vecina
Llerena se contiene algunas alusiones a Guadalcanal, referidas a aspectos
geográficos y paisajísticos evidentemente ajenos a nuestro tema [6]. Otro
proyecto, marcado igualmente por este afán descriptivo de la realidad local en
vísperas de la crisis del Antiguo Régimen y felizmente llevado a término fue el
Interrogatorio promovido por la Audiencia de Cáceres en 1790, en el que se
recoge, atendiendo a cuestiones similares a las planteadas por el geógrafo
Tomás López, la situación de las localidades extremeñas a finales del siglo de
la Ilustración, y cuyos textos, conservados en el Archivo Histórico Provincial
de Cáceres, han visto la luz hace algunos años, como los correspondientes al
partido de Llerena [7].
De las poblaciones antaño extremeñas y hoy adscritas a otras regiones sabemos
que también se han publicado sus correspondientes informes [8] ,
entre los que desde luego figura Guadalcanal, aunque no hemos tenido la
oportunidad de poder manejar esta obra. Como tampoco hemos conseguido ver la
descripción que de nuestra localidad hace en el siglo XVIII el franciscano
Ortiz de Tovar, natural de Hornachos, en sus Partidos triunfantes de la Beturia túrdula, cuyo manuscrito,
conservado en el Monasterio de Guadalupe, e inicialmente publicado por entregas
en varios números de la revista Guadalupe,
fue finalmente editado en un solo volumen, en el que al igual que en el Informe
de la Audiencia de Cáceres, deben contenerse con seguridad datos de gran
interés para las cuestiones que nos ocupan y de los que esperamos poder
disponer para otra ocasión.
Ya a mediados del
siglo XIX, nos encontramos con ese monumento bibliográfico de la historiografía
española que es el Diccionario geográfico
– histórico – estadístico de Pascual Madoz, obra modélica entre las de su
género y que ciertamente debió aprovechar el material recogido por Tomás López.
En su obra, Madoz atiende a aspectos tan variados como la situación de la
localidad dentro del marco provincial, distancias a los centros administrativos
de los que depende y localidades vecinas, situación del casco urbano, límites
municipales, red hidrográfica y características del terreno, abordando además
la cuantificación no sólo de la producción agropecuaria, industrial, comercial
y de los efectivos poblacionales, sino también del personal eclesiástico y
edificios religiosos, que inserta dentro del marco descriptivo del urbanismo
local planteado en su obra. En el caso de Guadalcanal, el autor cita de pasada
las tres parroquias, el hospital de la Caridad, y las iglesias de los Milagros,
San Vicente, la Concepción y el Espíritu Santo, las ermitas de Nuestra Señora
de Guaditoca, San Benito y el Cristo, más el convento de San Francisco, que
para entonces ya había sido derribado [9].
La segunda mitad
de la centuria, marcada ya por el signo de la historiografía romántica,
conocerá la proliferación de diccionarios histórico – geográficos que no suelen
prestar excesiva atención al patrimonio artístico (salvo en el caso de los
grandes monumentos de las capitales de provincia, generalmente), sin que se
aborde el análisis sistemático de los monumentos ubicados en los pueblos,
situación de desinterés que afecta igualmente a la provincia de Sevilla, cuya
escasez de estudios sobre el arte en sus diversas localidades contrasta con la
abundante nómina de trabajos sobre la capital, entre los que ocupa lugar
primordial la producción de José Gestoso y Pérez, auténtico punto de partida de
la historiografía artística sevillana posterior.
Esta situación de
inercia va a experimentar un profundo giro a comienzos del siglo XX. Los nuevos
planteamientos historiográficos, de acuerdo con la ilusión de un resurgimiento
cultural y científico que hiciese superar el trauma de la crisis de 1898,
reclamaban la necesidad de catalogar nuestra riqueza artística, como
instrumento básico e imprescindible para su estudio y difusión. De acuerdo con
este sano criterio, un decreto de 1 de junio de 1900 ordenaba la formación de
un Catálogo monumental de España,
usando de criterios más científicos, rigurosos y precisos, tarea que se haría
por provincias y sería publicada por el Estado [10]. Tan
ambicioso proyecto nació marcado por la penuria tanto de medios como de
personal cualificado para llevarlo a cabo, por lo que sólo aparecieron, muy
irregularmente, los catálogos de unas pocas provincias. El de Sevilla,
encomendado al arquitecto Adolfo Fernández Casanova y terminado en 1909, fue
uno de los que quedaron sin publicar, estando depositado el manuscrito original
en Madrid, concretamente en la Biblioteca del “ Instituto Diego Velázquez “,
organismo especializado en la investigación de la Historia del Arte y
dependiente del C.S.I.C. [11]
Paralelamente, la
labor documentalista emprendida desde las primeras décadas del siglo XX por los
investigadores sevillanos en el Archivo de Protocolos de la capital hispalense
aportaban diversas referencias relativas a Guadalcanal. Iniciada esta labor de
exhumación documental por el ya citado Gestoso y Pérez, su línea fue continuada
por la labor personal de López Martínez y la de los investigadores agrupados en
el entonces recién nacido Laboratorio de
Arte de la Universidad de Sevilla, con nombres tan señeros para la
historiografía artística como Bago y Quintanilla, Hernández Díaz, Muro Orejón y
Sancho Corbacho. En el caso de Guadalcanal, las noticias aportadas se centran
en los contratos de ejecución de diversas obras de arte para los templos de la
localidad, que por desgracia no nos es dado contemplar a causa del
aniquilamiento sufrido por su patrimonio artístico en los trágicos días de
julio de 1936. La mayoría de los encargos se suceden a lo largo del siglo XVI,
época dorada para la actividad artística en Guadalcanal, cuando a causa de la
inyección económica que supuso tanto los caudales procedentes de los emigrantes
a Indias como la actividad de las minas de plata, se prodigaron las fundaciones
piadosas polarizadas en torno a las iglesias, conventos y ermitas, para las que
no se ahorraron medios en lo tocante a su ornato con preseas artísticas.
Abriendo esta
corriente de encargos en el Quinientos, Gestoso refiere como en 1515 el
escultor Jorge Fernández concierta la ejecución de un Crucifijo para Pedro
Ramírez, vecino de Guadalcanal [12],
obra hasta ahora no identificada.
A mediados de la
centuria, concretamente en 1564, el pintor Antón Pérez se compromete a ejecutar
las labores de pintura y dorado del retablo que el entallador Francisco de Vega
había realizado para una capilla “ que
está en la iglesia de la villa de Guadalcanal “, templo que debe ser el de
Santa María. El retablo en cuestión, de estilo renacentista, contaba con seis
registros u hornacinas separadas por balaustres, por las que se repartían, en
el primer cuerpo, las pinturas de San Juan Bautista acompañado por dos
donantes, San Andrés y Santa Ana con la Virgen y el Niño, mientras que en el
segundo figuraba el Calvario al centro y a los lados Santa Catalina y el
apóstol Santiago [13].
Dos décadas
después, en 1584, el escultor Juan de Salcedo contrata la hechura de una Virgen
con el Niño para la cofradía de la Vera – Cruz, que tampoco se ha identificado [14].
Al año siguiente
Antonio Rodríguez de Cabrera concertaba con el renombrado escultor Juan
Bautista Vázquez el Viejo la ejecución de un retablo destinado a la iglesia de
Santa María compuesto por banco, un cuerpo articulado por pilares de orden
corintio y ático. La hornacina del único cuerpo albergaría una pintura de la
Anunciación, mientras que el ático estaría presidido por la figura de Dios
Padre [15].
El hijo y homónimo
del citado escultor, denominado “ el Mozo “ para distinguirlo de su progenitor,
recibe en 1587 por parte de Alonso de Ramos, en representación del difunto
Fernando de Ramos, el encargo de otro retablo, destinado para la capilla
funeraria donde reposaban los restos del finado en la iglesia de San Sebastián,
conjunto compuesto por banco, un cuerpo y ático, presidido por un grupo
escultórico del Calvario acompañado, en las calles laterales, por las efigies
de San Juan Bautista y San Benito [16]. En
opinión de Palomero Páramo, los únicos elementos conservados de este retablo
son dos relieves con las figuras de los santos citados y un Crucificado, que
hoy día forman parte de un retablo recompuesto con piezas de acarreo y
conservado a los pies de la nave de la parroquia de Santiago en la vecina
localidad de Llerena [17].
Y cerrando este
ciclo retablístico quinientista, en 1591 Luis de Porres, Abogado de la Real
Audiencia de Sevilla y tutor de García Díaz de Villarrubia de Ortega,
concertaba con Diego López Bueno y Francisco Pacheco, quienes se ocuparían de
la parte arquitectónica y escultórica respectivamente, un retablo compuesto por
banco, un cuerpo compuesto por banco, un cuerpo articulado en tres calles por columnas
y pilastras estriadas, y ático. En el banco se representaba a los Evangelistas,
flanqueando el tema de la Sagrada Cena, mientras que en la hornacina central
figuraba la Asunción de la Virgen, acompañada en las hornacinas de las calles
laterales por Santo Domingo y San Francisco, cuyas efigies eran rematadas por
los bustos de la Magdalena Penitente y Santa Catalina Mártir, apareciendo la
Trinidad en el ático y la figura de Jesús en el remate del retablo [18].
Otro importante
retablo documentado por estos investigadores sevillanos de comienzos del siglo
XX e igualmente desaparecido fue el mayor del convento de Nuestra Señora de la
Piedad o de San Francisco, contratado en 1702 con el ensamblador Cristóbal de
Guadix y que articulado por columnas salomónicas, albergaría en sus hornacinas
las imágenes de San Buenaventura, San Francisco, Nuestra Señora de la Piedad,
el Ecce Homo y Cristo Crucificado. El artista se comprometía además a realizar
otro retablo lateral en el que se colocaría la imagen del Santo Cristo
Crucificado procedente de la ermita de San Benito [19].
Siguiendo esta
línea de investigación archivística, en la pasada década de los noventa la
colección de Fuentes para la Historia del
arte andaluz, retomando la tradición documentalista del universitario Laboratorio de Arte, ahora convertido en
departamento de la Facultad de Geografía e Historia, no ha dejado de brindar
referencias sobre intervenciones en el patrimonio monumental de Guadalcanal.
Así, podemos citar el dorado del primitivo retablo mayor de Santa María entre
1703 y 1707 por Antonio Gallardo, maestro dorador vecino de Sevilla [20].
En
la misma tónica de exhumación documental, los Documentos inéditos para la Historia del Arte en la provincia de
Sevilla publicados en 1993 por Fernando de la Villa Nogales y Esteban Mira
Caballos aportan algunas noticias documentales sobre el patrimonio de nuestra
localidad, a saber: el retablo mayor de la ermita de Nuestra Señora de
Guaditoca, obra realizada en 1675 por los maestros Francisco de Saavedra Roldán
y Juan de Vargas, vecinos de Zafra; la pintura y dorado del mismo retablo por
parte del pintor y dorador Antonio de Granada en 1678; el dorado del retablo
mayor de Santa María, que como ya vimos se encomendó a Antonio Gallardo en
1703; otro retablo para la capilla de la cofradía de Nuestra Señora del Rosario
en Santa María, concertado en 1712 con José García Zambrano, maestro escultor
vecino de Llerena; las reparaciones emprendidas en 1719 en la parroquia de
Santa María por los también llerenenses Francisco del Toro y Antonio Gonzalez,
maestros de albañilería y de carpintería, respectivamente; y el arreglo del
artesonado y unas puertas nuevas para la capilla del bautismo de la iglesia de
San Sebastián, tarea que se encomienda al maestro carpintero local Jerónimo
Espino en 1778, emprendiéndose en el mismo año y para el mismo templo la
reparación de la bóveda del baptisterio y otras obras menores por parte del
alarife Francisco de Avila [21].
En la misma línea
de aportación documental y desde publicaciones de la vecina Extremadura nos
llegan referencias sobre algunas piezas artísticas ejecutadas para Guadalcanal
por los artífices activos en aquella región y todas ya inexistentes, como el
retablo pintado para la capilla mayor de la iglesia de San Sebastián entre 1514
y 1515 por Antonio de Madrid; la imagen titular del mismo templo, esculpida por
Juan de Valencia entre 1565 y 1566; o el retablo mayor de la parroquia de Santa
Ana contratado en 1571 con el escultor Antonio Florentín [22].
Volviendo a los
años de comienzos del siglo XX, éstos contemplan un primer ensayo de guía
artística provincial, por parte de Manuel Serrano Ortega, quien en su Guía de los monumentos históricos y
artísticos de los pueblos de la provincia de Sevilla nos dejó una visión
panorámica pero excesivamente superficial e incompleta de nuestros monumentos [23] :
“ Posee tres templos parroquiales, Santa María de la Asunción,
Santa Ana y San Sebastián, siendo el primero muy notable por su época. Venérase
en el primero la antiquísima imagen de la Virgen con el título de Guaditoca,
del lugar donde tuvo erigida ermita, que debió ser morabito arábigo. La imagen
a causa de los toques y repintes que ha sufrido en distintas restauraciones ha
perdido todo su carácter de época “.
Ya en la década de
los treinta, las repercusiones que la tragedia de la Guerra Civil tuvo en el
patrimonio artístico de Guadalcanal fueron analizadas por Hernández Díaz y
Sancho Corbacho, quienes al evaluar las pérdidas y daños de obras de arte
sufridas por los templos, nos dejan en su texto la que podemos considerar como
primera descripción científica de dichos edificios, donde se analiza su planta,
alzados, soportes, cubiertas y elementos decorativos, al tiempo que se apunta
su cronología y filiación estilística y se incluyen reproducciones fotográficas
(procedentes del riquísimo fondo de la Fototeca del Laboratorio de Arte de la
Universidad Hispalense, recientemente digitalizado para salvarlo de su segura
pérdida y ya consultable a través de Internet) de algunas de las obras
destruidas o destrozadas, como es el caso, en la iglesia de Santa María, del
retablo mayor y el de San José, las imagenes de San Francisco y del Cristo
atado a la Columna, y algunas piezas de orfebrería; el San José que se veneraba
en la iglesia de San Vicente; el Crucifijo de marfil y una pintura en tabla de
la iglesia de Santa Ana; y los retablos mayores de las iglesias de San
Sebastián y del Espíritu Santo [24].
Ya en la
postguerra y por parte de los mismos autores – junto con Francisco Collantes de
Terán – se acomete un gran proyecto historiográfico sobre el patrimonio
provincial, que por desgracia quedó inconcluso sin haber llegado siquiera a su
mitad. Nos referimos al monumental Catálogo
arqueológico y artístico de la provincia de Sevilla, modélico por su aporte
de obras, noticias documentales, juicios estilísticos y material gráfico. Al
seguir una ordenación alfabética por localidades, el texto de Guadalcanal fue
de los últimos en aparecer, concretamente en 1953, dejándonos en sus páginas,
junto con una breve síntesis histórica de la localidad, el estudio de sus
monumentos.
Así, se reseñan la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción (de
la que destacan su interés arquitectónico en virtud de la combinación de
elementos de diferente época y estilo), iglesias de Santa Ana (subrayando el
interés de su torre y la decoración de azulejería del interior del templo), San
Sebastián (interesante modelo del tipo de iglesias mudéjares propias de la
Sierra), Espíritu Santo (con retablo mayor de interés), Concepción, San Vicente,
y los restos de los antiguos hospitales de la Caridad y del Milagro, los
vestigios del convento de Santa Clara, prosiguiendo con la descripción de las
ermitas de San Benito, Cristo de la Salud y Nuestra Señora de Guaditoca, para
llegar a la reseña de los restos de diversas fortificaciones, como el arco de
herradura – hoy puerta de la sacristía de la parroquia de Santa María – que
formó parte del alcázar musulmán de Guadalcanal y otros castillos que hubo
dispersos por el término municipal, como los del Castillejo, Valjondo, La
Ventosilla, Portichuelo y La Atalaya. Tan exhaustivo balance del patrimonio
finaliza con el análisis de una muestra de arquitectura civil medieval tan
excepcional como es la almona y con la cita de las obras de arte que entonces
poseía la viuda de Adelardo López de Ayala, integradas fundamentalmente por
esculturas en marfil y pinturas de los siglos XVI y XVII [25].
Tan básica fue la
aportación de este Catálogo que sus
descripciones y análisis han sido recogidos y seguidos prácticamente al pie de
la letra durante décadas, ante la falta de una obra que lo pusiese al día
incorporando los avances de la investigación histórico – artística. En este
sentido, en diversas publicaciones, como por ejemplo la Guía artística ilustrada de Sevilla y su provincia de Antonio
Casado Sellas de 1950 o la obra de Jerónimo Pou Díaz, Sevilla a través de sus pueblos, publicada en 1971, se extracta lo
dicho por Hernández Díaz, Sancho Corbacho y Collantes de Terán.
Habrá que esperar
a comienzos de la década de los ochenta para que la Guía artística de Sevilla y su provincia auspiciada por la
Diputación Provincial actualice y complete el inconcluso Catálogo arqueológico y artístico a la luz de las últimas
aportaciones de la historiografía. Las descripciones de la Guía, algo más concisas que las de su antecesor, ganan en agilidad
de lectura y en precisión a la hora de inventariar las piezas lo que pierden en
aparato crítico de notas, mapas, planos y reproducciones fotográficas, que le
daban al Catálogo un tono algo retórico
y solemne muy en consonancia con los planteamientos de los historiadores de la
postguerra. En el texto dedicado a Guadalcanal se aborda el estudio de la
parroquia de Santa María, iglesia de Santa Ana, iglesia del convento del
Espíritu Santo, ermita de Nuestra Señora de Guaditoca, antigua iglesia de San
Sebastián, iglesia de la Concepción, portada del antiguo Hospital del Milagro y
antigua iglesia de San Vicente [26]. El
mismo texto de la Guía se reprodujo,
con escasas variantes en el Inventario
artístico de Sevilla y su provincia, publicado por el Ministerio de Cultura
entre 1982 y 1985 y que gozó de mucha menor difusión que la obra de la
Diputación Provincial [27].
Al igual que le
ocurrió al Catálogo arqueológico y
artístico, el texto de la Guía será
ampliamente seguido por la amplia y variopinta gama de guías tanto locales como
turísticas y de viajes nacidas al calor del turismo rural de las últimas
décadas y de los fastos de la Expo 92, que al proponer al visitante recorridos
por la provincia de Sevilla incluyen obviamente el de nuestra Sierra Norte,
recomendándose, para el caso de Guadalcanal, la visita a sus distintos templos [28]. En
la misma línea de difusión y puesta en valor del patrimonio local se incluyen
nuestros propios trabajos recogidos en diversos números de la Revista de fiestas de Guadalcanal, en
los que a la luz de la bibliografía que estamos comentando revisamos el estado
de la cuestión y trazamos una visión panorámica del devenir de algunos de los
templos desde sus orígenes hasta la actualidad, aportaciones a las que en su
lugar nos referiremos.
2. Estudios sobre
arquitectura religiosa y civil.
Configurado el
casco urbano de Guadalcanal a partir de la Baja Edad Media, a esta época
corresponden sus principales monumentos, como la parroquia de Santa María y las
iglesias de Santa Ana y San Sebastián, cuyos rasgos estilísticos vienen
marcados por la combinación de elementos góticos y mudéjares propios de los
siglos XIV y XV, a lo que hay que añadir los rasgos renacentistas y barrocos
derivados de las reformas acometidas con posterioridad.
El desarrollo
alcanzado por la arquitectura mudéjar en Guadalcanal ha sido objeto de
análisis, dentro del contexto general del arte mudéjar sevillano, dentro de la
ya clásica monografía publicada en 1931 por Angulo Iñíguez, autor que reseña
las características propias que el estilo adopta en la comarca de la Sierra,
como los templos de nave única de arcos transversales apuntados, representada
en nuestro caso por los templos de San Sebastián y Santa Ana, y el modelo de torre – fachada, ejemplificado
en las de las citadas iglesias y la de Santa María, cuyos rasgos quedan
sintéticamente descritos [29]. En
la recta final del siglo XX, las intervenciones arqueológicas de apoyo a la
restauración efectuadas en la iglesia de Santa Ana, a cargo de Miguel Angel
Tabales Rodríguez y Carmen Romero Paredes, han proporcionado interesantes datos
sobre el historial constructivo de este templo, dados a conocer en
publicaciones específicas y congresos sobre arqueología medieval, y que han
permitido fijar con mayor precisión las diferentes fases edilicias que en un
largo proceso escalonado desde la Baja Edad Media hasta la época barroca han
ido conformando la actual fisonomía de este interesante edificio religioso [30].
Otra curiosa muestra de arquitectura medieval como es la Almona ha sido
descrita por el profesor Cómez Ramos en el volumen dedicado a Andalucía dentro
de la colección La España Gótica,
adscribiendo su cronología a mediados del siglo XIV [31]
La revalorización
que en los últimos años ha experimentado el estilo mudéjar, como feliz
simbiosis de elementos islámicos y góticos, ha hecho volver la atención a las
muestras de dicho estilo, como lo puso de manifiesto en el pasado año 2000 las Jornadas Europeas del Patrimonio,
celebradas en la provincia de Sevilla con jornadas de puertas abiertas en
edificios mudéjares, entre ellos las iglesias de Santa María, Santa Ana, San
Sebastián y La Almona, que aparecen reseñados en la Guía que para tal ocasión
se publicó [32].
Estos templos también han merecido nuestra atención, habiéndoles dedicado
sendos artículos en los que recogiendo la bibliografía disponible ofrecemos una
visión panorámica de su historia y acometemos una sintética descripción de sus
valores artísticos [33].
Este campo de
estudio del patrimonio medieval es igualmente compartido por la profesora
Aurora Ruiz Mateos, con su trabajo sobre la Casa de la Encomienda en
Extremadura, donde se analiza la desaparecida de Guadalcanal, cuyo solar ocupa
hoy lo que conocemos como “ El palacio “, expresiva denominación en la que
perdura el recuerdo de este perdido edificio que fue la sede del poder de la
orden santiaguista, evocado en esta obra a la luz de diversas noticias
documentales que permiten reconstruir idealmente su planta y alzados [34]. Desde
el punto de vista de la documentación de archivo, más que del análisis directo
de los edificios, está planteada la tesis de Pilar Flores León sobre la
arquitectura religiosa en el Priorato de San Marcos de León durante los siglos
XV y XVI, en la que se aportan interesantes noticias documentales, procedentes
de los ya citados Libros de Visitas de la Orden de Santiago, sobre los templos
de San Sebastián, Santa Ana, Santa María, conventos de San Francisco y Santa
Clara, y las ermitas de San Benito, San Pedro, Santa María de Guaditoca, Santa
Marina y el Humilladero [35].
También desde esta línea documentalista hay que contar con las aportaciones de
Muñoz Torrado transcribiendo los textos de la Visita Canónica de 1494 [36] , al
igual que lo hace Gordón Bernabé [37] y nosotros
mismos evocando el aspecto de la iglesia de Santa María en tan remota fecha [38] .
Igualmente se basa en estas Visitas santiaguistas, concretamente en la de 1498,
el estudio que desde la vecina Extremadura realiza Eladio Méndez Venegas sobre
el arte en el antiguo Provisorato de Llerena [39].
Cúmulo de aportaciones a través de las cuales queda perfilada, en definitiva,
la situación de las iglesias, conventos, hospitales y ermitas de Guadalcanal en
las postrimerías del Medievo.
Sobre los
restantes edificios religiosos de la localidad contamos con algunas pocas aportaciones, aunque se recogen en ellas
datos de interés. Así, abriendo el siglo XX contamos con la clásica obra de
Muñoz Torrado sobre el Santuario de Nuestra Señora de Guaditoca, en la que con
gran acopio de noticias documentales se traza la historia de este templo,
verdadero epicentro de la religiosidad popular de Guadalcanal [40] .
Más recientemente, en la década de los 70 Porras Ibáñez repasa la historia de
Guaditoca, partiendo de las aportaciones de Muñoz Torrado y con un sentido más
literario y divulgativo [41]. Una
visión muy panorámica y apretada, en cortas páginas, se recoge en la colectiva Guía para visitar los Santuarios Marianos de
Andalucía Occidental, en la que se sintetizan los datos aportados por Muñoz
Torrado [42].
Por otra parte, el convento del Espíritu Santo
ha sido estudiado en la década de los 80 por Julia Mensaque Urbano, quien a la
luz de los archivos parroquial y de protocolos notariales de Guadalcanal narra
su fundación gracias a la iniciativa del indiano Alonso González de la Pava y
traza el proceso constructivo – a cargo de los maestros Pedro Montes y
Cristóbal Hernández Cano – de este edificio, del que igualmente acomete su
reseña artística, describiendo su iglesia, claustro y patrimonio de obras de
arte mueble, reducido al retablo mayor, del que esta investigadora documenta su
autoría a cargo de los artistas llerenenses Mateo Méndez en la parte de
ensamblaje y Manuel Rodríguez en cuanto a las pinturas que ocupan sus registros
[43]. La
personalidad artística de este ensamblador, a quien también se debían los
desaparecidos retablos mayores de las parroquias de Santa María y San
Sebastián, ha sido revalorizada, desde la investigación extremeña, por Tejada
Vizuete, quien subraya el clasicismo de su lenguaje expresivo [44].
Igualmente Gordón Bernabé se ha ocupado de este antiguo convento de monjas
clarisas, del que traza su semblanza histórica a la luz de diversas fuentes
documentales [45].
La capilla de San
Vicente, muestra de la arquitectura barroca dieciochesca, ha sido objeto de un
breve artículo nuestro en el que aportamos una visión panorámica de su historia
en relación con la de la Hermandad del Rosario que en ella tuvo su sede [46].
La arquitectura
civil es la gran olvidada, a excepción de la Almona, por lo que sólo podemos
citar, por su contribución a la definición de la morfología urbana en virtud de
su protagonismo visual, el interés de las fuentes de Guadalcanal, que si bien
no poseen la monumentalidad de la arquitectura religiosa, muestran la gracia y
encanto de lo popular, como se ha encargado de poner de manifiesto el
antropólogo Pedro Cantero, dentro del estudio que realiza sobre la arquitectura
del agua en nuestra provincia [47].
3. Estudios sobre otras
manifestaciones artísticas: escultura, pintura y artes suntuarias.
Mucho más corto es
este apartado, si tenemos en cuenta la prácticamente total destrucción del
patrimonio artístico de los templos de la localidad en 1936, catástrofe que se
ha intentado paliar con la adquisición de nuevas obras – especialmente por parte de las cofradías –
que si bien forman ya forman parte de la historia del arte del siglo XX,
indudablemente no pueden compensarnos de las pérdidas sufridas.
Recogiendo las
noticias documentales suministradas a comienzos del siglo XX por López
Martínez, a las que nos hemos referido páginas atrás, Palomero Páramo en su
tesis doctoral sobre el retablo sevillano del Renacimiento [48]
elabora las fichas de los que existieron en Guadalcanal, igualmente ya citados
anteriormente, como el realizado en 1585 por Juan Bautista Vázquez el Viejo
para la iglesia de Santa María; el de la capilla funeraria de Alonso de Ramos
en la iglesia de San Sebastián, obra de Juan Bautista Vázquez el Mozo en 1585;
y el de la Asunción, para el templo de Santa María, a cargo de Diego López
Bueno y Francisco Pacheco en 1595. De este último retablo también se han
ocupado Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso en su estudio sobre la pintura
sevillana del primer tercio del siglo XVII, planteando la distribución e
iconografía de sus lienzos en base a la documentación del conjunto, del que en
opinión de estos autores parece que llegó a nuestro siglo un lienzo de San
Antonio de Padua, colgado en una de las capillas del templo hasta su
destrucción en la Guerra Civil [49]. El
retablo de la ermita de Guaditoca es descrito por Hernández Núñez como ejemplo
del interés que guardan las piezas artísticas dispersas por las ermitas de la
provincia de Sevilla [50].
Otra pieza clave
del patrimonio local fue la imagen de San José con el Niño, atribuida con toda
seguridad al insigne escultor Juan de Mesa y que por su calidad figuró en la
Exposición Iberoamericana de 1929, siendo destruida durante los sucesos de 1936
en la capilla de San Vicente, donde recibía culto. Su relación estilística con
obras documentadas de Mesa garantiza la atribución, en opinión de Hernández
Díaz, quien la fecha en torno a 1625 [51] ,
aunque María Elena Gómez Moreno la cree obra de un discípulo [52].
Una interesante
obra, llegada a nosotros con grandes desperfectos a causa de los daños sufridos
en la última contienda civil, es el Cristo de marfil que estuvo en la iglesia
de Santa Ana, obra realizada en Flandes y fechada en la segunda mitad del siglo
XVII, que al igual que el San José de Juan de Mesa fue expuesto en Sevilla en
1929. Esta muestra de la eboraria europea ha sido estudiada por la profesora
Estella Marcos, quien destaca la hermosura y expresividad del rostro de Cristo
y su robusto estudio anatómico, vinculando esta escultura con la producción de
un escultor flamenco del círculo de influencia de Artus Quellinus el Joven [53].
Sobre la
imaginería y enseres de las cofradías de Guadalcanal contamos con algunos
trabajos recogidos en obras colectivas dedicadas al estudio de la Semana Santa
en Sevilla y su provincia, como el publicado en la década de los ochenta por
Francisco Ortiz Rodríguez y Plácido de la Hera Pérez [54], y
más recientemente las síntesis elaboradas por Francisco José Flores García [55] y el autor de estas líneas [56]. Por
su parte Carrero Rodríguez reseña las andas procesionales del Santo Entierro y
la Entrada en Jerusalén [57] ,
mientras que Martín Macías subraya el interés de la cruz de carey que posee la
Hermandad de Jesús Nazareno, obra de origen americano fechable en los años
centrales del siglo XVII [58]. También
en relación con el patrimonio artístico cofrade hay que citar la intervención
restauradora del imaginero Francisco Buiza sobre la imagen del Cristo de la
Humildad y Paciencia en 1982, reseñada por Martínez Leal en su monografía sobre
dicho artista [59].
Por último, hay
que referirse al campo artístico de la orfebrería, que cuenta en la parroquia
de Nuestra Señora de la Asunción con piezas de destacado interés. Recogida su
nómina en el Catálogo arqueológico y
artístico de la provincia de Sevilla de 1953, en la Guía artística publicada por la Diputación Provincial en 1981 y en
el Inventario artístico auspiciado
por el Ministerio de Cultura, algunas obras han sido reseñadas por
especialistas en el campo de la platería. Así, en la exposición de orfebrería sevillana
celebrada en 1970 en la capital hispalense figuraron algunas de estas piezas,
como un hostiario gótico del primer cuarto del siglo XVI y un ostensorio
renacentista de fines del citado siglo, que aparecen reseñados en el catálogo
de la muestra elaborado por Sancho Corbacho [60].
Por
su parte, la profesora María Jesús Sanz, experta en este campo de la
orfebrería, señala la procedencia mexicana de un copón de nuestra colección
parroquial, en virtud de sus rasgos estilísticos y de la presencia de un punzón
o marca acreditativo de su origen [61].
Otras piezas se deben, en cambio, a los talleres de la vecina Llerena, que
conoció un interesante florecimiento del arte de la platería, con muestras
repartidas por toda su zona de influencia, en la que como ya hemos venido
comprobando se incluye Guadalcanal. La profesora Esteras Martín, pionera en el
estudio de la platería llerenense, ha identificado la autoría de algunas piezas
de nuestra parroquia de Santa María, como la custodia portátil, obra de Julián
Núñez en 1550 [62].
Otro investigador de la orfebrería extremeña, Tejada Vizueta, cataloga
igualmente algunas piezas de dicha procedencia en nuestra localidad, como dos
cálices de plata sobredorada, uno fechable hacia 1575 y el otro en las primeras
décadas del siglo XVII, y el hostiario gótico de principios del siglo XVI que
estuvo expuesto en la exposición celebrada en 1970 en la capital hispalense [63].
Este mismo investigador se ha ocupado igualmente del estudio de la rejería, que
cuenta en la iglesia de Santa María con excelentes ejemplos, como la que cierra
la capilla de la Soledad, que atribuye al rejero Francisco Medina y puede
fecharse a mediados del siglo XVI; la que desde la capilla mayor conduce a la
colateral de la nave izquierda o del Evangelio, antigua capilla de la familia
Ramos y cuya ejecución pudiera vincularse con el rejero Domingo Hernández,
avecindado en Guadalcanal hacia 1575; y otras dos situadas en la nave derecha o
de la Epístola, que son fechables ya a principios del siglo XVII [64].
De
estas muestras de las artes del hierro ha vuelto a tratar en los últimos años
Josefa Mata Torres en su estudio sobre la rejería sevillana del siglo XVI,
catalogándolas y describiendo su estructura y elementos ornamentales, aunque a
la hora de pronunciarse sobre su autoría y cronología desconoce las
aportaciones de Tejada Vizuete sobre el tema, limitándose a recoger los datos
de Hernández Díaz, que quedan evidentemente ya superados [65].
En definitiva, a
través de estos trabajos nos encontramos con un punto de partida y apoyo para
seguir profundizando en el conocimiento y valoración del patrimonio artístico y
monumental de Guadalcanal, que si bien nos ha llegado mermado a causa de los
avatares históricos, es legado de nuestra historia que tenemos obligación no
sólo de estudiar y apreciar, sino de entregar a las generaciones venideras,
como señas de identidad de nuestro pueblo.
[1]
SIERRA CORELLA, A.: “ El Archivo de San Marcos de León “, en Boletín de la Real Academia de la Historia,
XCIX (1931).
[2] DE LA
PRADA ESPINA, Diego Luis: “ Guadalcanal “ , en Catálogo de los archivos parroquiales de la provincia de Sevilla,
vol. I. Banco Español de Crédito, Sevilla, 1992. Págs. 561 – 574.
[3] V.V.
A.A.: Archivos Municipales sevillanos,
vol. II. Diputación Provincial de Sevilla, 1984.
[4]
JAVIERRE MUR, A. L. – GUTIERREZ DEL ARROYO, C.: Guía de la Sección de Ordenes Militares. Patronato Nacional de
Archivos Históricos, Madrid, 1940, y Catálogo
de los documentos referentes a los conventos de Santiago, Calatrava y Alcántara
que se conservan en el Archivo Secreto del Consejo de las Ordenes Militares. Madrid,
1958.
[5]
LOPEZ, Tomás: Diccionario geográfico de
Andalucía: Sevilla. Editorial Don Quijote, Granada, 1989.
[6] LOPEZ
DE VARGAS MACHUCA, Tomás: Extremadura:
año de 1798. Asamblea de Extremadura, Mérida, 1991. Págs. 274 – 275.
[7] RODRIGUEZ CANCHO, Miguel – BARRIENTOS
ALFAGEME, Gonzalo: Interrogatorio de la
Real Audiencia. Extremadura a finales de los tiempos modernos. Partido de
Llerena. Asamblea de Extremadura, Mérida, 1994.
[8]
BARRIENTOS ALFAGEME, Gonzalo – RODRIGUEZ CANCHO, Miguel: Interrogatorio de la Real Audiencia. Extremadura a finales de los
tiempos modernos: Poblaciones disgregadas de Extremadura. Asamblea de Extremadura,
Mérida, 1996.
[9]
MADOZ, Pascual: Diccionario geográfico -
estadístico - histórico de Andalucía: Sevilla. Reedición, Sevilla, 1986.
(Edición facsímil de la de Madrid, 1845 – 1850). Págs. 88 – 89.
[10] GAYA
NUÑO, Juan Antonio: Historia de la
crítica de Arte en España. Madrid, 1975. Pág. 217.
[11]
HERNANDEZ NUÑEZ, Juan Carlos: “ Reflexiones sobre el Catálogo Monumental de
España “, en Boletín del Instituto
Andaluz de Patrimonio Histórico n º 22 (marzo de 1998), pág. 166.
[12]
GESTOSO Y PEREZ, José: Ensayo de un
diccionario de los artífices que florecieron en Sevilla desde el siglo XIII al
XVIII inclusive, vol. III. Sevilla, 1908. Pág. 103.
[13]
GIMENEZ FERNANDEZ, Manuel: “ Documentos varios “, en Documentos para la Historia del Arte en Andalucía, vol. I. Sevilla,
1927. Págs. 47 – 49.
[14]
LOPEZ MARTINEZ, Celestino: Desde Jerónimo
Hernández hasta Martínez Montañés. Sevilla, 1929. Págs. 199 – 200.
[15]
LOPEZ MARTINEZ, Celestino: Desde Jerónimo
Hernández ..., págs. 113 – 114.
[16]
LOPEZ MARTINEZ, Celestino: Desde Jerónimo
Hernández ..., págs. 120 – 121.
[17]
PALOMERO PARAMO, Jesús Miguel: El retablo
sevillano del Renacimiento: análisis y evolución (1560 – 1629). Diputación
Provincial de Sevilla, 1982. Pág. 339.
[18]
LOPEZ MARTINEZ, Celestino: Arquitectos,
escultores y pintores vecinos de Sevilla. Sevilla, 1928. Págs. 83 y 229 –
230.; Desde Jerónimo Hernández ...,
pág. 183.
[19] BAGO
Y QUINTANILLA, Miguel: “ Arquitectos, escultores y pintores sevillanos del
siglo XVII “, en Documentos para la
Historia del Arte en Andalucía, vol. V. Sevilla, 1932. Pág. 24.
[20]
QUILES GARCIA, Fernando: Noticias de
pintura (1700 – 1720), vol. I de “ Fuentes para la Historia del Arte
andaluz “. Ediciones Guadalquivir, Sevilla, 1990. Pág. 88.
[21] VILLA NOGALES, Fernando
de la – MIRA CABALLOS, Esteban: Documentos
inéditos para la Historia del Arte en la provincia de Sevilla. Sevilla,
1994. Págs. 14, 35, 67, 86, 125 y 166 – 168.
[22]
SOLIS RODRIGUEZ, Carmelo: “ Escultura y pintura del siglo XVI “, en Historia de la Baja Extremadura, vol.
II. Badajoz, 1986. Págs. 582, 596 – 597 y 604.
[23]
SERRANO ORTEGA, Manuel: Guía de los
monumentos históricos y artísticos de los pueblos de la provincia de Sevilla.
Sevilla, 1911. Págs. 101 – 102.
[24]
HERNANDEZ DIAZ, José – SANCHO CORBACHO, Antonio: Edificios religiosos y objetos de culto saqueados y destruidos por los
marxistas en los pueblos de la provincia de Sevilla. Sevilla, 1937. Págs.
118 – 131.
[25]
HERNANDEZ DIAZ, José – SANCHO CORBACHO, Antonio – COLLANTES DE TERAN,
Francisco: Catálogo arqueológico y
artístico de la provincia de Sevilla. Vol. IV. Sevilla, 1953. Págs. 205 –
235. Resumido en HERNANDEZ DIAZ, José: “ Informes y propuestas sobre monumentos
andaluces (I) “, en Boletín de Bellas
Artes, XV (1987). Págs. 245 – 246, 260 y 270, a propósito de los informes
emitidos en 1982 para la declaración de las iglesia de Santa Ana y la
Concepción como monumento histórico – artístico de carácter provincial y local,
respectivamente, y como conjunto histórico – artístico el casco urbano de
Guadalcanal.
[26]
MORALES, Alfredo José – SANZ, María Jesús – VALDIVIESO, Enrique – SERRERA, Juan
Miguel: Guía artística de Sevilla y su
provincia. Diputación Provincial de Sevilla, 1981. Págs. 578 – 583.
[27]
V.V. A.A.: Inventario artístico de Sevilla y su provincia. Vol. I. Ministerio
de Cultura, Madrid, 1982 - 1985. Págs. 151 – 162.
[28]
MIRON, A. – RODRIGUEZ MARQUES, R.: Guía
de Guadalcanal. Ayuntamiento de Guadalcanal, 1989; BLANCO CANO, J. A.: Andar por la Sierra Norte de Sevilla. Acción
Divulgativa, Madrid, 1992; GILPEREZ FRAILE, L.: Guía turística de los Parques Naturales de Andalucía. Acción
Divulgativa, Madrid, 1992; MOLINA, J.: Manual
práctico del Parque Natural Sierra Norte de Sevilla. Consejería de Medio
Ambiente de la Junta de Andalucía, Sevilla, 1998; VALENZUELA, A. - CAMOYAN, A.:
La Sierra Norte. Monte de Piedad y
Caja de Ahorros de Sevilla, 1991; V.V.
A.A.: Sevilla y Andalucía
Occidental. Acento Editorial, 1991; V.V.
A.A.: Sevilla y su provincia. 5
vols. Ediciones Gever, Sevilla, 1983 - 1985.
[29]
ANGULO IÑIGUEZ, Diego: Arquitectura
mudéjar sevillana de los siglos XIII, XIV y XV. Reedición, Ayuntamiento de
Sevilla, 1983. Págs. 85, 130 y 157.
[30]
TABALES RODRIGUEZ, Miguel Angel – ROMERO PAREDES, Carmen: “ Investigaciones
arqueológicas en la iglesia de Santa Ana de Guadalcanal “, en Anuario Arqueológico de Andalucía (1996). Sevilla,
2001. Págs. 486 – 505; y “ La Iglesia mudéjar de Santa Ana de Guadalcanal
(Sevilla). Análisis constructivo “, en Actas
del V Congreso de Arqueología Medieval Española, vol. II. Consejería de
Educación y Cultura de la Junta de Castilla y León, Valladolid, 2001. Págs. 879
– 895.
[31]
COMEZ RAMOS, Rafael: “ Sevilla gótica “, en Andalucía,
colección La España Gótica. Ediciones Encuentro, Madrid, 1992. Págs. 273 – 274.
[32]
V.V. A.A.: Edificios de tradición mudéjar en Andalucía (Jornadas Europeas de
Patrimonio 2000). Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, Sevilla,
2000. Págs. 81 – 88.
[33]
HERNANDEZ GONZALEZ, Salvador: “ La Parroquia de Santa María de la Asunción de
Guadalcanal y su patrimonio artístico “, en Revista
de Guadalcanal (1999), págs. 57 – 67; “ Apuntes histórico – artísticos
sobre la antigua iglesia de San Sebastián de Guadalcanal “, en Revista de Guadalcanal (2002), págs. 57
– 63; “ La iglesia de Santa Ana “, en Revista
de Guadalcanal (2003), págs. 143 – 149.
[34] RUIZ
MATEOS, Aurora: Arquitectura civil de la
Orden de Santiago en Extremadura: la Casa de la Encomienda. Su proyección en
Hispanoamérica. Diputación Provincial de Badajoz, 1985. Págs. 91 – 95.
[35]
FLORES GUERRERO, Pilar: El arte del
Priorato de San Marcos de León de la Orden de Santiago durante los siglos XV y
XVI: arquitectura religiosa. Universidad Complutense, Madrid, 1987. Vol. I,
págs. 479 – 487, y vol. II, págs. 770 – 781 y 1116 – 1120.
[36]
MUÑOZ TORRADO, Antonio: “ Visitas hechas a los pueblos de Andalucía, León y Extremadura
de la referida Orden [de Santiago] “, en Boletín
de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, tomo IX, n º 47 (1925),
págs. 81 – 100, y tomo X, n º 52 (1926), págs. 25 – 40, y n º 53 (1926), págs.
62 – 80.
[37]
GORDON BERNABE, Antonio: “ La Iglesia de San Sebastián “, en Revista de Guadalcanal (1985), sin
paginar; “ Visita Canónica de la Orden de Santiago a Guadalcanal el año 1494 “,
en Revista de Guadalcanal (2002),
págs. 99 – 104.
[38]
HERNANDEZ GONZALEZ, Salvador: “ La Parroquia de Santa María de la Asunción de
Guadalcanal a fines del siglo XV “, en Revista
de Guadalcanal (2001), págs. 85 – 91.
[39]
MENDEZ VENEGAS, Eladio: “ Hospitales de la diócesis de Mérida – Badajoz “, en Memoria Ecclesiae, vol. X (Beneficencia
y hospitalidad en los archivos de la Iglesia). Oviedo, 1997. Pág. 433; y “ Una
visita de la Orden de Santiago al Provisorato de Llerena de la Diócesis de
Mérida – Badajoz: aspectos artísticos en ella señalados “, en Memoria Ecclesiae, vol. XVII (Arte y
archivos de la Iglesia, II). Oviedo, 2000. Págs. 451 – 453.
[40]
MUÑOZ TORRADO, Antonio: El Santuario de
Nuestra Señora de Guaditoca, Patrona de Guadalcanal: notas históricas. Sevilla,
1918. (Reedición, Ayuntamiento de Guadalcanal, 2003).
[41]
PORRAS IBAÑEZ, Pedro: Mi Señora de
Guaditoca. Guadalcanal, 1970.
[42]
V.V. A.A.: Guía para visitar los Santuarios marianos de Andalucía Occidental. Ediciones
Encuentro, Madrid, 1992. Págs. 419 – 422.
[43]
MENSAQUE URBANO, Julia: “ El mecenazgo artístico del indiano Alonso González de
la Pava en Guadalcanal “, en Andalucía y
América en el siglo XVII. Actas de las III Jornadas de Andalucía y América,
vol. II. Sevilla, 1985. Págs. 59 – 79. Reproducido nuevamente en la Revista de Guadalcanal (2003), págs. 157
– 178.
[44]
SOLIS RODRIGUEZ, Carmelo – TEJADA VIZUETE, Francisco: “ Escultura y pintura del
siglo XVII “, en Historia de la Baja
Extremadura, vol. II. Badajoz, 1986. Pág. 703; TEJADA VIZUETE, Francisco: “
La retablística bajoextremeña de los siglos XVI al XVIII y su contexto “, en Actas del Congreso Internacional Llerena,
Extremadura y América. (Llerena, 1992). Junta de Extremadura, Mérida, 1994.
Págs. 196 – 197.
[45]
GORDON BERNABE, Antonio: “ El Convento del Espíritu Santo “, en Revista de Guadalcanal (2003).
[46]
HERNANDEZ GONZALEZ, Salvador: “ La Capilla de San Vicente Ferrer de Guadalcanal
y la antigua Hermandad del Rosario de la Aurora “, en Revista de Guadalcanal (2000).
[47]
CANTERO, Pedro: Arquitectura del agua:
fuentes públicas de la provincia de Sevilla. Diputación Provincial de
Sevilla, 1995. Págs. 125 – 127.
[48]
PALOMERO PARAMO, Jesús Miguel: El retablo
sevillano ..., págs. 188 – 189, 339 y 459.
[49]
VALDIVIESO, Enrique – SERRERA, Juan Miguel: Historia
de la pintura española: escuela sevillana del primer tercio del siglo XVII. Madrid,
1985. Págs. 46 – 47 y 82.
[50]
HERNANDEZ NUÑEZ, Juan Carlos: “ Algunas reflexiones sobre las ermitas de la
provincia de Sevilla y sus bienes muebles “, en Boletín del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico n º 33
(diciembre de 2000), pág. 189.
[51]
HERNANDEZ DIAZ, José: “ Juan de Mesa, imaginero andaluz. Interpretaciones
iconográficas “, en Goya n º 111
(1972), pág. 143; Juan de Mesa. Escultor
de imaginería (1583 – 1627). Diputación Provincial de Sevilla, 1983. Pág.
82.
[52]
GOMEZ MORENO, María Elena: Escultura del
siglo XVII, vol. XVI de “ Ars Hispaniae “. Madrid, 1963. Pág. 179.
[53]
ESTELLA MARCOS, Margarita: La escultura
de marfil en España. Las escuelas europeas y las coloniales, vol. I.
C.S.I.C., Madrid, 1984. Págs. 89 – 90.
[54]
ORTIZ RODRIGUEZ, Francisco – DE LA HERA PEREZ, Plácido: “ Semana Santa en
Guadalcanal “, en Semana Santa en Sevilla,
vol. IV. Sevilla, 1983. Págs. 141 – 155.
[55]
FLORES GARCIA, Francisco José: “ Hermandad de Jesús Nazareno y Nuestra Señora
de la Amargura. Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción.
Guadalcanal “, en Nazarenos de Sevilla,
vol. II. Ediciones Tartessos, Sevilla, 1997. Págs. 291 – 297; “ Real e Ilustre
Hermandad del Santísimo Cristo de las Aguas y Nuestra Señora de los Dolores.
Iglesia de Santa María de la Asunción. Guadalcanal “, en Crucificados de Sevilla, vol. III. Ediciones Tartessos, Sevilla,
1997. Págs. 446 – 449.
[56]
HERNANDEZ GONZALEZ, Salvador: “ Hermandad del Cristo del Amor en su Entrada
Triunfal en Jerusalén y Nuestra Señora del Rosario y de la Palma. Iglesia
Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. Guadalcanal “; “ Hermandad y
Cofradía del Santo Cristo de la Humildad y Paciencia ` Sentado en la Peña ´ y
Nuestra Señora de la Paz. Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción.
Guadalcanal “; “ Hermandad del Santísimo Cristo en el Santo Sepulcro y Nuestra
Señora de la Soledad. Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción.
Guadalcanal “; y “ Hermandad de la Santa Vera Cruz, Santísimo Cristo Amarrado a
la Columna y María Santísima de la Cruz “, en Misterios de Sevilla, vol. IV. Ediciones Tartessos, Sevilla, 1999.
Págs. 255 – 295.
[57]
CARRERO RODRIGUEZ, Juan: “ El arte cofradiero en nuestra provincia. Hermandades
del Santo Entierro “, en Tabor y Calvario
n º 8 (junio de 1990), pág. 5; y “ El arte cofradiero en nuestra provincia.
Hermandades de la Sagrada Entrada en Jerusalén “, en Tabor y Calvario n º 15 (febrero – marzo de 1991), pág. 7.
[58]
MARTIN MACIAS, Antonio: “ Arte colonial en las cofradías sevillanas “, en Buenavista de Indias n º 6 (1992), pág.
29.
[59]
MARTINEZ LEAL, Pedro Ignacio: Francisco
Buiza. Escultor e imaginero (1922 – 1983). Ediciones Guadalquivir, Sevilla,
2000. Pág. 320.
[60]
SANCHO CORBACHO, Antonio: Orfebrería
sevillana (siglos XIV al XVIII). Sevilla, 1970. Fichas números 24 y 37.
[61]
SANZ, María Jesús: “ Relaciones entre la platería española y la americana
durante el siglo XVII “, en Andalucía y
América en el siglo XVII. Actas de las III Jornadas de Andalucía y América,
vol. II. Sevilla, 1985. Pág. 27.
[62]
ESTERAS MARTIN, Cristina: “ Plata y plateros de Llerena en el siglo XVI “, en Actas del Congreso Pedro Cieza de León y su
época. (Llerena, octubre de 1991). Badajoz, 1993. Pág. 130.
[63]
TEJADA VIZUETE, Francisco: Platería y
Plateros Bajo Extremeños (siglos XVI – XIX). Universidad de Extremadura,
Mérida, 1998. Págs. 258 – 259.
[64] TEJADA
VIZUETE, Francisco: “ Artes suntuarias en la Baja Extremadura en los siglos XVI
y XVII “, en Historia de la Baja
Extremadura, vol. II. Badajoz, 1986. Págs. 801 – 806.
[65] MATA
TORRES, Josefa: La rejería sevillana en
el siglo XVI. Diputación Provincial de Sevilla, 2001. Págs. 289 – 298 y
343.
No hay comentarios:
Publicar un comentario