NOTICIAS EN TORNO A LOS CULTOS DE
NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO EN EL SIGLO XIX
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Salvador Hernández González
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En “Boletín de
la Hermandad de Montesión”, nº 63
(Sevilla, octubre
de 2003)
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Desde
los mismos orígenes de nuestra hermandad la devoción al Santo Rosario ha
desempeñado, como es sabido, un papel trascendental, advocando a nuestra
Amantísima Titular con el nombre de Nuestra Señora del Rosario en sus Misterios
Dolorosos, en honor de la cual se han dispuesto tradicionalmente un amplio
calendario de cultos en octubre, mes rosariano por antonomasia.
En
los primeros siglos de existencia de la corporación alcanzó importante aparato
festivo la conmemoración de la festividad de Nuestra Señora del Rosario, ya que
la cofradía, en la concordia celebrada con los frailes en 1574, se comprometía
a costear los cultos de la Virgen del Rosario de los dominicos, a cambio de la
cesión de los terrenos para construir la capilla de la hermandad [1].
Desde estos años finales del siglo XVI hay noticias de la conmemoración de la
festividad de Nuestra Señora del Rosario, que se celebraba, según prescribían
las Reglas, el primer domingo del mes de octubre. Impulsada la celebración de
esta fiesta por Breve de Gregorio XIII, de fecha 1 de abril, en conmemoración
de la victoria de Lepanto, obtenida gracias a la mediación de la Virgen del
Rosario, en nuestra hermandad destacó siempre la profusión y riqueza ornamental
con la que se engalanaban la capilla y el vecino convento, todo encaminado al
mayor realce de las actividades cultuales, que se iniciaban en la víspera con
el Sermón de Nuestra Señora, a cargo normalmente de algún dominico del Colegio
y acompañado con la música de ministriles. El día de la fiesta, por tarde,
tenía lugar la procesión de la Virgen, engalanándose con colgaduras y doseles
los claustros, el zaguán y la portería del Colegio, así como la acera de la
calle a lo largo del frente de la iglesia [2]. A lo
largo del siglo XVIII la Hermandad seguía organizando la procesión con la
imagen gloriosa de Nuestra Señora del Rosario del vecino convento de Montesión
– imagen distinta a la Dolorosa titular de nuestra corporación – , haciendo
estación en su recorrido a los conventos de Santa María de Gracia y la
Concepción junto a San Miguel, en cuyos templos las religiosas cantaban ante el
paso de la Señora, cuyas andas iban escoltadas por cuatro frailes de capa [3]. Y
como ya dimos a conocer en otro número de esta mismo boletín [4] , el
uso de las alhajas de plata de esta efigie mariana quedó regulado por convenio
suscrito entre hermandad y comunidad dominica en 1796.
Ya
bien entrado el siglo XIX, coincidiendo con la reorganización de la Hermandad y
la superación de la profunda postración en que la habían sumido la invasión
napoleónica y la Desamortización, los cultos de octubre van a cobrar un nuevo
impulso. Así, en 1839 se acordó celebrar para dicho mes una solemne función,
procesión y novena en honor de la Santísima Virgen. Para estos cultos se pintó
el templo conventual, más adecuado para la celebración por su mayor capacidad
que la capilla de la Hermandad, lo que despertó en septiembre las quejas del párroco de San Juan de la
Palma, que acusaba a los hermanos de disponer del antiguo templo dominico como
de cosa propia [5]
y recordaba “ los desórdenes que se
notaron en el Septenario de Dolores de este año, por lo que fue preciso implorar
la fuerza armada “.
En vista de estas denuncias, el Provisor decretó, el siguiente 5 de octubre, que la Hermandad no usase la iglesia de Montesión sin el correspondiente permiso del Cura de San Juan de la Palma, añadiendo que la procesión de Nuestra Señora del Rosario, prevista según tenía entendido para el día siguiente, debería contar con igual autorización y la presencia de la cruz parroquial. Notificado el mismo día este decreto al Hermano Mayor Don José de Molina, vecino en la calle Campanas de San Martín, éste puntualizó que la procesión estaba fijada para el día 20, sin que todavía se hubiesen fijado las convocatorias de culto.
Días más tarde, el 17, el cura de San Juan de la Palma expresaba su sorpresa por haberse enterado, a través de las convocatorias, que el lunes 21 comenzaba la novena a las cinco de la tarde, con sermón a las siete y acompañamiento musical, lo que contravenía la normativa que prohibía la música de noche en los templos “ por los desacatos repetidos que se advierten “, como había ocurrido, según volvía a recordar, en Montesión durante el Septenario de Dolores, cuando “ fue necesario llamar tropa para contener los excesos “. A pesar del alarmismo del párroco, el Provisor del Arzobispado concedió, el 19, licencia para celebrar la procesión rosariana, “ con la cualidad de que concluya antes de anochecer y que después no se practiquen otros ejercicios en la iglesia “.
Sin embargo, como llovió el domingo 20 de octubre, fecha prevista para la función y procesión, esta última se trasladó al siguiente día 27, efectuándose con mucho lucimiento. La imagen mariana del convento, ricamente vestida y en hermoso paso, iba acompañada por las de San Buenaventura y Santo Domingo de Guzmán. En el templo del vecino ex – colegio dominico comenzó el lunes 21 del propio mes la novena, amenizada por una brillante orquesta y contando con numerosa concurrencia de público.
El templo estaba profusamente iluminado y adornado con colgaduras, arañas y otros ornamentos, siendo especialmente llamativo el decorado del altar mayor, en el que se había representado el huerto de Getsemaní, figurando al centro la imagen del Señor orando y el Angel, acompañados a un lado por los apóstoles dormidos y la puerta del huerto por la que entraba Judas, mientras que al otro lado aparecía una cascada de la que descendía un torrente de agua natural [6].
En vista de estas denuncias, el Provisor decretó, el siguiente 5 de octubre, que la Hermandad no usase la iglesia de Montesión sin el correspondiente permiso del Cura de San Juan de la Palma, añadiendo que la procesión de Nuestra Señora del Rosario, prevista según tenía entendido para el día siguiente, debería contar con igual autorización y la presencia de la cruz parroquial. Notificado el mismo día este decreto al Hermano Mayor Don José de Molina, vecino en la calle Campanas de San Martín, éste puntualizó que la procesión estaba fijada para el día 20, sin que todavía se hubiesen fijado las convocatorias de culto.
Días más tarde, el 17, el cura de San Juan de la Palma expresaba su sorpresa por haberse enterado, a través de las convocatorias, que el lunes 21 comenzaba la novena a las cinco de la tarde, con sermón a las siete y acompañamiento musical, lo que contravenía la normativa que prohibía la música de noche en los templos “ por los desacatos repetidos que se advierten “, como había ocurrido, según volvía a recordar, en Montesión durante el Septenario de Dolores, cuando “ fue necesario llamar tropa para contener los excesos “. A pesar del alarmismo del párroco, el Provisor del Arzobispado concedió, el 19, licencia para celebrar la procesión rosariana, “ con la cualidad de que concluya antes de anochecer y que después no se practiquen otros ejercicios en la iglesia “.
Sin embargo, como llovió el domingo 20 de octubre, fecha prevista para la función y procesión, esta última se trasladó al siguiente día 27, efectuándose con mucho lucimiento. La imagen mariana del convento, ricamente vestida y en hermoso paso, iba acompañada por las de San Buenaventura y Santo Domingo de Guzmán. En el templo del vecino ex – colegio dominico comenzó el lunes 21 del propio mes la novena, amenizada por una brillante orquesta y contando con numerosa concurrencia de público.
El templo estaba profusamente iluminado y adornado con colgaduras, arañas y otros ornamentos, siendo especialmente llamativo el decorado del altar mayor, en el que se había representado el huerto de Getsemaní, figurando al centro la imagen del Señor orando y el Angel, acompañados a un lado por los apóstoles dormidos y la puerta del huerto por la que entraba Judas, mientras que al otro lado aparecía una cascada de la que descendía un torrente de agua natural [6].
A
mediados de la centuria seguía celebrándose la Novena en honor de Nuestra
Señora del Rosario con gran afluencia de fieles y devotos. Así sabemos que el
21 de septiembre de 1858 Manuel Rosado y José María Baquero, miembros de la
Hermandad y Alcaldes de Barrio de las Parroquias de San Gil y San Martín,
respectivamente, solicitaron al Ayuntamiento la cesión de un toldo con el que
resguardar del a las personas que
asistían a los cultos desde el exterior de la Capilla de la cofradía, más seis
colgaduras y una alfombra par el ornato del templo, petición a la que accedió
la Corporación Municipal [7].
Datos,
en definitiva, que avalan la larga raigambre que gozan nuestros cultos en honor
de María Santísima del Rosario en sus Misterios Dolorosos, que han ido variando
en cuanto a sus formas externas, pero siempre bajo el común denominador del
intenso fervor rosariano, devoción del Santo Rosario de la que nuestra
Hermandad ha sido abanderada y bastión a lo largo de su historia.
[1]
CARRERO RODRIGUEZ, Juan: Anales de las
Cofradías sevillanas. Sevilla, 1991. Pág. 278.
[2]
RODRIGUEZ MATEOS, Joaquín: “ Pontificia, Real, Ilustre y Antigua Hermandad y
Archicofradía de Nazarenos de la Sagrada Oración de Nuestro Señor Jesucristo en
el Huerto, Santísimo Cristo de la Salud y María Santísima del Rosario en sus
Misterios Dolorosos. Capilla de Montesión. Sevilla “, en Misterios de Sevilla. Ediciones Tartessos, Sevilla, 1999. Vol. II,
pág. 136.
[3]
CARRERO RODRIGUEZ, Juan: Op. cit., pág. 279.
[4] HERNANDEZ GONZALEZ,
Salvador: “ Un convenio entre nuestra Hermandad y el Colegio dominico de
Montesión, sobre el uso de unas alhajas de plata de la imagen de gloria de
Nuestra Señora del Rosario (1796) “, en Boletín
de Monte – Sión n º 61 (septiembre de 2002), págs. 40 – 41.
[5]
ARCHIVO GENERAL DEL ARZOBISPADO DE SEVILLA, sección III (Justicia), serie
Hermandades, legajo 211.
[6]
BERMEJO Y CARBALLO, José: Glorias
religiosas de Sevilla. Noticia histórico – descriptiva de todas las cofradías
de Penitencia, Sangre y Luz fundadas en esta ciudad. Edición facsímil,
Sevilla, 1994. Págs. 126 – 127.
[7]
ARCHIVO HISTORICO MUNICIPAL DE SEVILLA, Colección Alfabética, serie Fiestas
Religiosas, legajo 423: Expediente
formado a solicitud de Don Manuel Rosado y Don José María Baquero sobre que le
facilite el Excelentísimo Ayuntamiento un toldo y seis colgaduras para la
Novena que le consagran los hermanos de Nuestro Padre Jesús Orando en el Huerto
y María Santísima del Rosario (1858).
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