"Un pleito entre la Hermandad de Montesión y la de Consolación,
del Gremio de los Pasamaneros (1644)"
por
Salvador Hernández González
en Boletín de la Hermandad de
Montesión de Sevilla n º 59
(septiembre de 2001), pág. 11.
El afán pleitista
que caracterizaba a la vida cofrade de siglos pasados se manifestaba en
cualquier ocasión y por el más nimio motivo, ocasionando, como es sabido, no
pocas fricciones, tanto entre las cofradías y la autoridad eclesiástica como
entre las propias hermandades. En este último caso las razones de disputa eran
tan variopintas que iban desde las habituales cuestiones de etiqueta y
precedencia en el Corpus o el lugar en los llamamientos de Semana Santa hasta
curiosas confusiones y malentendidos a cuenta de las advocaciones de las
imágenes.
Este fue
el caso del conflicto surgido en 1644 entre la Hermandad de Montesión y la de
Nuestra Señora de Consolación, del gremio de los Pasamaneros, corporación mal
conocida y que como especifica la documentación que utilizamos [1] ,
radicaba en la iglesia del mismo título, más conocida por Los Terceros, por su
pertenencia como se sabe a la Tercera Orden Regular franciscana.
El 16 de
febrero de dicho año comparecía ante el Provisor del Arzobispado de Sevilla
Juan de Tapia en nombre de la Hermandad de Montesión, exponiendo como “ de más de setenta años a esta parte la
dicha cofradía sale los Jueves Santos con su disciplina a andar la estación que
las demás cofradías de disciplina que salen en Semana Santa “, para cuyos
gastos contaban con las limosnas pedidas por los hermanos, autorizados para
ello por la oportuna licencia emanada de la autoridad eclesiástica.
Sin
embargo, como nos sigue contando Juan de Tapia, algunos hermanos y oficiales de
esta hermandad se dieron de baja en ella, pasando a engrosar las nóminas de la
citada Hermandad del Consuelo en los Terceros. Pero el problema radicaba en que
estos nuevos hermanos del Consuelo comenzaron a salir por las calles de la
ciudad pidiendo limosnas en nombre de la Cofradía de Nuestra Señora del
Rosario, la que precisamente habían abandonado, con lo que los fieles y devotos
eran víctimas de no pocos fraudes cuando comprobaban que sus limosnas no
llegaban a la imagen mariana de la capilla anexa al convento de los Dominicos,
sino a la de los Terceros. Además se daba el agravante de que la hermandad de
Consolación era de gloria, por lo que carecía del derecho de pedir limosna en
Cuaresma, reservado, como señalaba Juan de Tapia, a las de penitencia, “ que en el dicho tiempo se les da licencia
para pedir limosna “.
Ante
esta situación, el representante de Montesión pedía que se tomasen medidas
contra la Hermandad de Consolación, “
para que no pida limosna para la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario ni en
tiempo de Cuaresma y exhiban la licencia que tienen (...) para poder pedirla “.
El Provisor conminó a los hermanos de Consolación a que se abstuviesen de
pedir tales limosnas en nombre de una cofradía que no era la suya, ordenándoles
que presentasen los permisos que tuviesen para ello junto con las Reglas por
las que se gobernasen. Así lo hizo, en nombre de su Mayordomo, Fernando de
Silva, quien presentó las Reglas solicitadas – aunque en la documentación no se
recoge su texto ni su fecha de aprobación – , argumentando en su defensa la
necesidad de tales limosnas para poder pagar un vestido que se había confeccionado
a su Titular, finalidad para la que insistía en solicitar el oportuno permiso.
Dos días
más tarde el Provisor, que a la sazón lo era Don Cristóbal Mansilla, decretó
una solución de compromiso entre ambas partes. Dos hermanos del Consuelo
podrían pedir limosnas para sufragar el vestido de su imagen, pero sólo durante
dos meses y absteniéndose de solicitarlas en nombre de Nuestra Señora del
Rosario.
A pesar
de su brevedad, el documento analizado es muy revelador, en definitiva, de la
fuerte identificación de la Hermandad de Montesión con la advocación de Nuestra
Señora del Rosario, manifestada como hemos visto en la denuncia que hizo de la
indebida utilización de este título
mariano por parte de los hermanos de Consolación, episodio que viene a ilustrarnos
sobre la conflictiva vida de nuestras hermandades en el complejo y difícil
siglo XVII.
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