La Parroquia de Nuestra Señora de Consolación de Azuaga
y la emigración a América.
Fundaciones de Capellanías y donaciones artística
con capital indiano durante los siglos XVI y XVII
por
Salvador Hernández González
En
la edición del año pasado de 2004 de esta misma publicación tuvimos ocasión de
referirnos a los estrechos vínculos entre Azuaga y la emigración a América
durante los siglos XVI y XVII, poniendo como ejemplo de esta relación la
fundación de una capellanía en la iglesia del convento de Nuestra Señora de la Merced [1]. Allí
explicamos en líneas generales las características y mecanismos de
establecimiento de estas fundaciones piadosas, lo que nos exime de repetir lo
allí dicho. Lo que sí vamos a hacer en esta ocasión es presentar un muestreo,
basado en la documentación del Archivo General de Indias, de las fundaciones de
este tipo que sufragadas por capital indiano radicaron en la parroquia de Nuestra
Señora de Consolación, con la intención de contribuir a un mejor conocimiento
de la historia de este importante monumento.
Aunque
la principal función de estas capellanías era, como en su lugar vimos, servir
de sufragio por las almas de los fundadores y sus descendientes, la puesta en
marcha de estas obras pías, con la asignación de determinados bienes para el
cumplimiento de las cargas espirituales anexas, qué duda cabe que supuso una
saludable inyección económica para el templo donde radicasen. La primera
consecuencia fue un evidente aumento de la población clerical destinada en
calidad de capellanes a atender las funciones religiosas prescritas por los
fundadores. Igualmente al recaer el pago de estos sufragios sobre las
propiedades, tanto rústicas como urbanas, asignadas por los fundadores, se
producía un fenómeno de amortización de tales propiedades, que tuvo un peso
decisivo en la conformación de un nutrido patrimonio inmobiliario eclesiástico,
que convirtió a la Iglesia
en un gran propietario, al igual que la nobleza. Y junto a las consecuencias
socio – económicas, no podemos olvidar las artísticas, si tenemos en cuenta que
una porción de las rentas de estas capellanías se invertían en el adorno de la
capilla donde se cumplían las celebraciones religiosas. Así se dotaron de
rejas, retablos, esculturas, pinturas, ornamentos sagrados, etc., cuyas
características eran en muchos casos claramente prescritas por los fundadores.
De ahí que el estudio de las capellanías nos arroje luz no sólo sobre la biografía
de los fundadores, sino también sobre el historial del templo en el que radicaron,
al beneficiar al mismo en el plano religioso, económico y artístico.
Qué
duda cabe que la iglesia de Nuestra Señora de Consolación, como eje de la vida
religiosa de Azuaga, fue beneficiaria de un nutrido número de este tipo de
fundaciones, acometidas tanto por los residentes en la propia localidad como
por aquellos que emigraron al Nuevo Mundo y, siendo favorecidos por la fortuna,
quisieron agradecer a la
Divinidad su buena estrella mediante el establecimiento de
una capellanía con la que al tiempo que se garantizaban sufragios por su alma y
la de sus familiares y descendientes, se pregonaba el nuevo status socio –
económico adquirido, haciendo ostentación so capa de devoción, aunque al mismo
tiempo se favorecía el desarrollo de la economía parroquial y el
enriquecimiento de su patrimonio artístico.
Aunque
como decimos fueron muchas las capellanías radicadas en este monumental templo
gótico, nos vamos a referir aquí a aquéllas establecidas con capital indiano
por aquellos azuagueños que fallecieron en América lejos de su tierra y que con
estas dádivas piadosas patentizaban el amor a su tierra. Las huellas materiales
de estas fundaciones no siempre han llegado a nuestros días, en virtud de los
avatares históricos sufridos por el templo, perdurando su recuerdo en una
variada y dispersa documentación histórica repartida entre archivos notariales,
diocesanos, nacionales, etc. Aquí vamos a esbozar, utilizando los expedientes
conservados en el Archivo General de Indias, y combinándolos con otras
referencias documentales recogidas por Méndez Venegas en el Archivo Diocesano
de Badajoz, una relación de fundadores de capellanías. Dada la dificultad de no
poder siempre ordenar cronológicamente a estos individuos, a causa de lo
escueto de los datos disponibles, hemos optado por presentarlos por orden
alfabético de apellidos. De todos modos, la relación expuesta resulta muy
ilustrativa de la intensidad de este flujo de capitales repatriados a Azuaga
desde aquel continente en el que tan destacado papel jugaron los extremeños.
Residente
en América, sin indicar Méndez Venegas lugar concreto ni fecha, fundó
capellanía en su pueblo para ayudar a parientes pobres [2].
Hijo
de Tomás García Ballesteros y Juana Martín Rincona, falleció en la villa de San
Bernardo de la frontera de Tarija, en tierras de la actual Bolivia. En su
testamento, otorgado el 8 de marzo de 1610, aunque dejaba como herederas a sus hermanas
María Hernández, Catalina Martín del Castillo y Elvira González del Castillo,
establecía que si una vez cumplidas todas sus mandas sobrase dinero, éste se
invirtiese en la fundación de una capellanía de misas por su alma, la de sus
padres y descendientes, fijándose el número de estos sufragios en función de lo
que alcanzase la renta disponible. Para el control del buen funcionamiento de
esta fundación nombró como patrón a su hijo Pedro de Arredondo. Como era
habitual, la complejidad de la administración indiana y la lentitud de las
comunicaciones con el Nuevo Mundo retrasó la entrega de la herencia hasta
febrero de 1613, fecha en que los herederos otorgaron la preceptiva carta de
pago por haber recibido su legado [3].
Llamado
también “ el Maestre o Maestro “, otorgó testamento en 1592. Envió desde Mérida
de Yucatán 164.000 maravedís en varias partidas [4].
Para
su fundación piadosa, de la que Méndez Venegas no indica fecha, impuso censos
por valor de 11.000 ducados [5].
Dotó
su capellanía con 4.000 ducados [6]. Debe
ser la persona del mismo nombre que pasó en 1576 a Popayán [7].
Funda
capellanía, sin más datos [8].
Lorenzo Cano.
No
sabemos si pariente de los anteriores, estableció capellanía, igualmente con la
misma carencia de datos [9].
Dotó
su fundación con una renta de 33 reales y 21 maravedís. Murió en Indias en 1591
[10].
Rodrigo García Carrillo.
Vecino
de San Francisco de Quito, fundó su capellanía en 1631, a la que anejó 1.600
reales, con la obligación de aplicar por él, sus familiares y deudos, cien
misas anuales [11].
Junto
con su mujer María García, también ausente en Indias, fundó en 1590 una
capellanía en la iglesia parroquial de Consolación, a la que anejó 1.000
ducados, ordenando pagar el estipendio de misas a cuatro reales [12].
Vecino
de la localidad mejicana de Labradores de Arriba de Guanajuato de los
Chichimecas, otorgó testamento en 1576, mediante el cual mandó erigir una capilla
en la parroquia de Azuaga, dotándola de los correspondientes ornamentos
sagrados, aunque matizando que se adquiriesen sólo los imprescindibles,
destinándose lo superfluo a su reparto entre los pobres. También envió 1.000 ducados
para la fundación de la correspondiente capellanía de misas, las cuales serían
cuatro rezadas a la semana, a lo que hay que añadir los 100 ducados enviados al
mismo templo y otros 100 para costear una lámpara de plata destinada a alumbrar
al Santísimo Sacramento, legando además diversas cantidades a otras iglesias y
ermitas de Azuaga [13].
Fundó
una capellanía en 1608 [14].
Murió
en la ciudad de Méjico, otorgando testamento en 1636 ante el escribano Martín
Cariñano, por el que ordenó establecer una capellanía en su pueblo natal [15].
Vecino
de Santiago de Veragua en fecha sin precisar, otorgó poder a Bernardino de la Tabla, vecino de Azuaga,
para que fundara una capellanía en su nombre en dicho pueblo. La renta asignada
de 400 ducados gravitaba sobre unas casas y tierras [16].
Fallecido
en Perú, otorgó testamento en 1601, ordenando la fundación de una capellanía a
la que anejó una hacienda por valor de 9.600 reales [17].
Residente
en Carrión, del valle de Atrisco, en su testamento redactado en 1624 estableció
la cláusula de que si moría sin herederos se fundase una capellanía con sus
bienes [18].
Méndez
Venegas señala que vivió en Celaya, población de Méjico en el estado de
Guanajuato, sin indicar fecha, fundando una capellanía en su pueblo natal, a la
que asignó una renta de 1.200 pesos de a ocho reales. Mandó comprar dos
lámparas por valor de cien ducados cada una, para la capilla de Santa Ana y el
altar mayor, respectivamente [19].
Natural
de Azuaga y residente en la ciudad de Méjico, envió 4.000 reales para dotar una
capellanía [20].
Debe tratarse de la persona del mismo nombre que pasó a Nueva España, es decir,
las actuales tierras mejicanas, en 1565 [21].
Este
azuagueño, hijo de Juan Pérez Carrasco y Catalina González la Merchana, había pasado a
Nueva España en virtud de la licencia de pasajero concedida por la Casa de la Contratación el 22 de
enero de 1593, junto con su mujer María Ortiz, igualmente natural de Azuaga,
hija de Martín Gómez Rico y de Catalina López [22].
Otorgó testamento en Apaceo, localidad perteneciente a la jurisdicción de
Celaya, ciudad mejicana perteneciente hoy al estado de Guanajuato, el 24 de
julio de 1607, designando como albaceas a su mujer y el prior del convento de
Nuestra Señora del Carmen de Celaya. Como heredera designa a su esposa, aunque
asigna otras mandas a algunos familiares residentes en Azuaga: su hermano el
presbítero Fernando Carrasco, al que envía 2.000 pesos con la condición de que
haga decir tres misas rezadas semanales, y sus sobrinos, hijos de sus otros
hermanos Cristóbal y Pedro Merchán, a los cuales lega otros 1.000 pesos. En
caso de que su hermano Fernando hubiese fallecido, el dinero se invertiría en
el dorado del retablo mayor de la parroquia de Nuestra Señora de Consolación de
su localidad natal. La herencia fue finalmente entregada en 1611, tras las
probanzas, declaraciones y gestiones de rigor [23].
Fallecido
en Manila en 1609, estipula en su testamento su voluntad de establecer una
capellanía con la obligación de decir misas hasta donde alcanzare la renta, a
razón de siete reales por el estipendio al capellán [24].
Natural
de Azuaga, falleció en la localidad colombiana de Mompox, donde había contraído
matrimonio con Lorenzo Martín. En su testamento, otorgado el 30 de noviembre de
1598, dejó como herederas a sus sobrinas María Sánchez e Isabel Rodríguez. Por
otra de las cláusulas de su declaración de última voluntad estableció la
fundación de una capellanía en la Iglesia
Mayor de Azuaga, dotada con 2.500 ducados. Las cargas de esta
fundación consistían en decir cinco misas a la semana: el domingo una misa
rezada a la Santísima Trinidad,
el miércoles a la Inmaculada Concepción,
el viernes a la Pasión
de Cristo, y el sábado a Nuestra Señora del Rosario, a lo que hay que añadir
una misa cantada en la festividad de la Asunción de la Virgen. Para garantizar el pago
de estos sufragios puso como condición que la renta se invirtiese en censos y
juros sobre propiedades inmuebles como tierras y viñas. Sin embargo, la
lentitud de los trámites burocráticos de la administración indiana hizo que el
dinero legado por Isabel Sánchez no llegase a la Casa de la Contratación de
Sevilla hasta 1609. El 1 de abril de dicho año Juan de Amor Pulgarín, sacerdote
de Azuaga, a través del también presbítero Alonso García Núñez reclamaba a la Casa de la Contratación la
entrega de 976 pesos de oro que habían llegado en la flota destinados a la
fundación de la capellanía en cuestión. Tras las probanzas oportunas que
certificaban la legalidad del parentesco del citado Juan de Amor con la
fundadora, aquél fue nombrado primer capellán, estando plenamente constituida
la fundación pía en el siguiente mes de agosto, al descansar su renta sobre el
pago de réditos por parte de algunos vecinos de Azuaga, Llera y Llerena [25].
Residente
en Indias, sin precisarse lugar ni fecha, envió la cantidad de 1.000 ducados
para fundar una capellanía, con la obligación añadida de casar huérfanas con
sus rentas [26]
, por lo que más que una capellanía de misas debe tratarse de una obra pía.
En
definitiva, y para concluir, este listado de fundaciones pías con capital
indiano, ciertamente incompleto y que debe servir como punto de arranque para
futuras investigaciones, viene a reforzar los vínculos entre Azuaga y América
en los lejanos días de los siglos XVI y XVII, a cuyo mejor conocimiento hemos
querido contribuir con esta aportación documental.
[1]
HERNANDEZ GONZALEZ, Salvador: “ Un aporte documental para la historia del
convento de Nuestra Señora de la
Merced de Azuaga: fundación de capellanía con capital indiano
en el siglo XVII “, en Revista de Feria y
Fiestas de Azuaga (2004).
[2]
MENDEZ VENEGAS, Eladio: Emigrantes a
América (s. XVI – XVIII). Editora Regional de Extremadura, Mérida, 1995.
Pág. 10.
[3]
ARCHIVO GENERAL DE INDIAS (en adelante, A.G.I.), sección Contratación, legajo 469 A, n º 6: Bienes de difuntos: Juan de Arredondo (1613).
[4] MENDEZ VENEGAS, Eladio:
Op. cit., págs. 17 y 63.
[5]
Ibídem, pág. 19.
[6]
Ibídem, pág. 21.
[7]
SANCHEZ RUBIO, Rocío: La emigración
extremeña al Nuevo Mundo. Exclusiones voluntarias y forzosas de un pueblo
periférico en el siglo XVI. Junta de Extremadura, Madrid, 1993. Pág. 456.
[8] MENDEZ
VENEGAS, Eladio: Op. cit., pág. 21.
[9] Idem.
[10]
Ibídem, pág. 35.
[11]
Ibídem, pág. 37.
[12]
Ibídem, pág. 50.
[13]
Ibídem, pág. 63; TEJADA VIZUETE, Francisco: “ Religiosidad de indianos
extremeños a través de sus testamentos “, en Extremadura en la evangelización del Nuevo Mundo. Ediciones Turner,
Madrid, 1990. Pág. 94.
[14] MENDEZ
VENEGAS, Eladio: Op. cit., pág. 63.
[15]
Ibídem, pág. 64.
[16]
Ibídem, pág. 65.
[17]
Ibídem, pág. 67.
[18]
Ibídem, págs. 75 – 76; TEJADA VIZUETE, Francisco: Op. cit., págs. 111 – 112.
[19]
Ibídem, pág. 79.
[20]
Ibídem, pág. 79.
[21]
SANCHEZ RUBIO, Rocío: Op. cit., pág. 461.
[22] A.G.I., sección
Contratación, legajo 5538, libro 3, folio 140 vuelto. Citado por SANCHEZ RUBIO,
Rocío: Op. cit., pág. 461.
[23]
A.G.I., sección Contratación, legajo 943, n º 26: Bienes de difuntos: Juan Pérez Carrasco (1610).
[24]
MENDEZ VENEGAS, Eladio: Op. cit., pág. 100; TEJADA VIZUETE, Francisco: Op.
cit., págs. 102 – 103.
[25]
A.G.I., sección Contratación, legajo 284, n º 1, ramo 5: Bienes de difuntos: Isabel Sánchez (1609).
[26]
MENDEZ VENEGAS, Eladio: Op. cit., pág. 109.
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