sábado, 8 de agosto de 2015

La Parroquia de Nuestra Señora de Consolación de Azuaga y la emigración a América.



La Parroquia de Nuestra Señora de Consolación de Azuaga 

y la emigración a América. 

Fundaciones de Capellanías y donaciones artística 

con capital indiano durante los siglos XVI y XVII

por 

Salvador Hernández González


                                                                          
En la edición del año pasado de 2004 de esta misma publicación tuvimos ocasión de referirnos a los estrechos vínculos entre Azuaga y la emigración a América durante los siglos XVI y XVII, poniendo como ejemplo de esta relación la fundación de una capellanía en la iglesia del convento de Nuestra Señora de la Merced [1]. Allí explicamos en líneas generales las características y mecanismos de establecimiento de estas fundaciones piadosas, lo que nos exime de repetir lo allí dicho. Lo que sí vamos a hacer en esta ocasión es presentar un muestreo, basado en la documentación del Archivo General de Indias, de las fundaciones de este tipo que sufragadas por capital indiano radicaron en la parroquia de Nuestra Señora de Consolación, con la intención de contribuir a un mejor conocimiento de la historia de este importante monumento.

Aunque la principal función de estas capellanías era, como en su lugar vimos, servir de sufragio por las almas de los fundadores y sus descendientes, la puesta en marcha de estas obras pías, con la asignación de determinados bienes para el cumplimiento de las cargas espirituales anexas, qué duda cabe que supuso una saludable inyección económica para el templo donde radicasen. La primera consecuencia fue un evidente aumento de la población clerical destinada en calidad de capellanes a atender las funciones religiosas prescritas por los fundadores. Igualmente al recaer el pago de estos sufragios sobre las propiedades, tanto rústicas como urbanas, asignadas por los fundadores, se producía un fenómeno de amortización de tales propiedades, que tuvo un peso decisivo en la conformación de un nutrido patrimonio inmobiliario eclesiástico, que convirtió a la Iglesia en un gran propietario, al igual que la nobleza. Y junto a las consecuencias socio – económicas, no podemos olvidar las artísticas, si tenemos en cuenta que una porción de las rentas de estas capellanías se invertían en el adorno de la capilla donde se cumplían las celebraciones religiosas. Así se dotaron de rejas, retablos, esculturas, pinturas, ornamentos sagrados, etc., cuyas características eran en muchos casos claramente prescritas por los fundadores. De ahí que el estudio de las capellanías nos arroje luz no sólo sobre la biografía de los fundadores, sino también sobre el historial del templo en el que radicaron, al beneficiar al mismo en el plano religioso, económico y artístico.

Qué duda cabe que la iglesia de Nuestra Señora de Consolación, como eje de la vida religiosa de Azuaga, fue beneficiaria de un nutrido número de este tipo de fundaciones, acometidas tanto por los residentes en la propia localidad como por aquellos que emigraron al Nuevo Mundo y, siendo favorecidos por la fortuna, quisieron agradecer a la Divinidad su buena estrella mediante el establecimiento de una capellanía con la que al tiempo que se garantizaban sufragios por su alma y la de sus familiares y descendientes, se pregonaba el nuevo status socio – económico adquirido, haciendo ostentación so capa de devoción, aunque al mismo tiempo se favorecía el desarrollo de la economía parroquial y el enriquecimiento de su patrimonio artístico.


Aunque como decimos fueron muchas las capellanías radicadas en este monumental templo gótico, nos vamos a referir aquí a aquéllas establecidas con capital indiano por aquellos azuagueños que fallecieron en América lejos de su tierra y que con estas dádivas piadosas patentizaban el amor a su tierra. Las huellas materiales de estas fundaciones no siempre han llegado a nuestros días, en virtud de los avatares históricos sufridos por el templo, perdurando su recuerdo en una variada y dispersa documentación histórica repartida entre archivos notariales, diocesanos, nacionales, etc. Aquí vamos a esbozar, utilizando los expedientes conservados en el Archivo General de Indias, y combinándolos con otras referencias documentales recogidas por Méndez Venegas en el Archivo Diocesano de Badajoz, una relación de fundadores de capellanías. Dada la dificultad de no poder siempre ordenar cronológicamente a estos individuos, a causa de lo escueto de los datos disponibles, hemos optado por presentarlos por orden alfabético de apellidos. De todos modos, la relación expuesta resulta muy ilustrativa de la intensidad de este flujo de capitales repatriados a Azuaga desde aquel continente en el que tan destacado papel jugaron los extremeños.

Rodrigo de Aldana.

Residente en América, sin indicar Méndez Venegas lugar concreto ni fecha, fundó capellanía en su pueblo para ayudar a parientes pobres [2].

Juan de Arredondo.

Hijo de Tomás García Ballesteros y Juana Martín Rincona, falleció en la villa de San Bernardo de la frontera de Tarija, en tierras de la actual Bolivia. En su testamento, otorgado el 8 de marzo de 1610, aunque dejaba como herederas a sus hermanas María Hernández, Catalina Martín del Castillo y Elvira González del Castillo, establecía que si una vez cumplidas todas sus mandas sobrase dinero, éste se invirtiese en la fundación de una capellanía de misas por su alma, la de sus padres y descendientes, fijándose el número de estos sufragios en función de lo que alcanzase la renta disponible. Para el control del buen funcionamiento de esta fundación nombró como patrón a su hijo Pedro de Arredondo. Como era habitual, la complejidad de la administración indiana y la lentitud de las comunicaciones con el Nuevo Mundo retrasó la entrega de la herencia hasta febrero de 1613, fecha en que los herederos otorgaron la preceptiva carta de pago por haber recibido su legado [3].

Alonso Martín Bermejo.

Llamado también “ el Maestre o Maestro “, otorgó testamento en 1592. Envió desde Mérida de Yucatán 164.000 maravedís en varias partidas [4].

Juan Buiza Sanabria.

Para su fundación piadosa, de la que Méndez Venegas no indica fecha, impuso censos por valor de 11.000 ducados [5].

Gonzalo Cano.

Dotó su capellanía con 4.000 ducados [6]. Debe ser la persona del mismo nombre que pasó en 1576 a Popayán [7].

Juan Cano.

Funda capellanía, sin más datos [8].
   
Lorenzo Cano.

No sabemos si pariente de los anteriores, estableció capellanía, igualmente con la misma carencia de datos [9].

Rodrigo Alonso Gala.

Dotó su fundación con una renta de 33 reales y 21 maravedís. Murió en Indias en 1591 [10].


Rodrigo García Carrillo.

Vecino de San Francisco de Quito, fundó su capellanía en 1631, a la que anejó 1.600 reales, con la obligación de aplicar por él, sus familiares y deudos, cien misas anuales [11].

Pedro Hernández de la Gila.

Junto con su mujer María García, también ausente en Indias, fundó en 1590 una capellanía en la iglesia parroquial de Consolación, a la que anejó 1.000 ducados, ordenando pagar el estipendio de misas a cuatro reales [12].

Juan Martín de la Roja.

Vecino de la localidad mejicana de Labradores de Arriba de Guanajuato de los Chichimecas, otorgó testamento en 1576, mediante el cual mandó erigir una capilla en la parroquia de Azuaga, dotándola de los correspondientes ornamentos sagrados, aunque matizando que se adquiriesen sólo los imprescindibles, destinándose lo superfluo a su reparto entre los pobres. También envió 1.000 ducados para la fundación de la correspondiente capellanía de misas, las cuales serían cuatro rezadas a la semana, a lo que hay que añadir los 100 ducados enviados al mismo templo y otros 100 para costear una lámpara de plata destinada a alumbrar al Santísimo Sacramento, legando además diversas cantidades a otras iglesias y ermitas de Azuaga [13].

Alonso Martín de la Vaquera.

Fundó una capellanía en 1608 [14].

Gonzalo Martín de la Tabla.

Murió en la ciudad de Méjico, otorgando testamento en 1636 ante el escribano Martín Cariñano, por el que ordenó establecer una capellanía en su pueblo natal [15].

Miguel Martínez Aponte.

Vecino de Santiago de Veragua en fecha sin precisar, otorgó poder a Bernardino de la Tabla, vecino de Azuaga, para que fundara una capellanía en su nombre en dicho pueblo. La renta asignada de 400 ducados gravitaba sobre unas casas y tierras [16].

Hernando Mateos de Saavedra.

Fallecido en Perú, otorgó testamento en 1601, ordenando la fundación de una capellanía a la que anejó una hacienda por valor de 9.600 reales [17].

Álvaro Alonso Nuñez.

Residente en Carrión, del valle de Atrisco, en su testamento redactado en 1624 estableció la cláusula de que si moría sin herederos se fundase una capellanía con sus bienes [18].

Beatriz Ortiz.

Méndez Venegas señala que vivió en Celaya, población de Méjico en el estado de Guanajuato, sin indicar fecha, fundando una capellanía en su pueblo natal, a la que asignó una renta de 1.200 pesos de a ocho reales. Mandó comprar dos lámparas por valor de cien ducados cada una, para la capilla de Santa Ana y el altar mayor, respectivamente [19].  

Diego Ortiz.

Natural de Azuaga y residente en la ciudad de Méjico, envió 4.000 reales para dotar una capellanía [20]. Debe tratarse de la persona del mismo nombre que pasó a Nueva España, es decir, las actuales tierras mejicanas, en 1565 [21].

Juan Pérez Carrasco.

Este azuagueño, hijo de Juan Pérez Carrasco y Catalina González la Merchana, había pasado a Nueva España en virtud de la licencia de pasajero concedida por la Casa de la Contratación el 22 de enero de 1593, junto con su mujer María Ortiz, igualmente natural de Azuaga, hija de Martín Gómez Rico y de Catalina López [22]. Otorgó testamento en Apaceo, localidad perteneciente a la jurisdicción de Celaya, ciudad mejicana perteneciente hoy al estado de Guanajuato, el 24 de julio de 1607, designando como albaceas a su mujer y el prior del convento de Nuestra Señora del Carmen de Celaya. Como heredera designa a su esposa, aunque asigna otras mandas a algunos familiares residentes en Azuaga: su hermano el presbítero Fernando Carrasco, al que envía 2.000 pesos con la condición de que haga decir tres misas rezadas semanales, y sus sobrinos, hijos de sus otros hermanos Cristóbal y Pedro Merchán, a los cuales lega otros 1.000 pesos. En caso de que su hermano Fernando hubiese fallecido, el dinero se invertiría en el dorado del retablo mayor de la parroquia de Nuestra Señora de Consolación de su localidad natal. La herencia fue finalmente entregada en 1611, tras las probanzas, declaraciones y gestiones de rigor [23].

Esteban Sánchez de la Vaquera.

Fallecido en Manila en 1609, estipula en su testamento su voluntad de establecer una capellanía con la obligación de decir misas hasta donde alcanzare la renta, a razón de siete reales por el estipendio al capellán [24].

Isabel Sánchez.

Natural de Azuaga, falleció en la localidad colombiana de Mompox, donde había contraído matrimonio con Lorenzo Martín. En su testamento, otorgado el 30 de noviembre de 1598, dejó como herederas a sus sobrinas María Sánchez e Isabel Rodríguez. Por otra de las cláusulas de su declaración de última voluntad estableció la fundación de una capellanía en la Iglesia Mayor de Azuaga, dotada con 2.500 ducados. Las cargas de esta fundación consistían en decir cinco misas a la semana: el domingo una misa rezada a la Santísima Trinidad, el miércoles a la Inmaculada Concepción, el viernes a la Pasión de Cristo, y el sábado a Nuestra Señora del Rosario, a lo que hay que añadir una misa cantada en la festividad de la Asunción de la Virgen. Para garantizar el pago de estos sufragios puso como condición que la renta se invirtiese en censos y juros sobre propiedades inmuebles como tierras y viñas. Sin embargo, la lentitud de los trámites burocráticos de la administración indiana hizo que el dinero legado por Isabel Sánchez no llegase a la Casa de la Contratación de Sevilla hasta 1609. El 1 de abril de dicho año Juan de Amor Pulgarín, sacerdote de Azuaga, a través del también presbítero Alonso García Núñez reclamaba a la Casa de la Contratación la entrega de 976 pesos de oro que habían llegado en la flota destinados a la fundación de la capellanía en cuestión. Tras las probanzas oportunas que certificaban la legalidad del parentesco del citado Juan de Amor con la fundadora, aquél fue nombrado primer capellán, estando plenamente constituida la fundación pía en el siguiente mes de agosto, al descansar su renta sobre el pago de réditos por parte de algunos vecinos de Azuaga, Llera y Llerena [25].

Fray Pedro de la Vaquera.

Residente en Indias, sin precisarse lugar ni fecha, envió la cantidad de 1.000 ducados para fundar una capellanía, con la obligación añadida de casar huérfanas con sus rentas [26] , por lo que más que una capellanía de misas debe tratarse de una obra pía.

En definitiva, y para concluir, este listado de fundaciones pías con capital indiano, ciertamente incompleto y que debe servir como punto de arranque para futuras investigaciones, viene a reforzar los vínculos entre Azuaga y América en los lejanos días de los siglos XVI y XVII, a cuyo mejor conocimiento hemos querido contribuir con esta aportación documental.





   



[1] HERNANDEZ GONZALEZ, Salvador: “ Un aporte documental para la historia del convento de Nuestra Señora de la Merced de Azuaga: fundación de capellanía con capital indiano en el siglo XVII “, en Revista de Feria y Fiestas de Azuaga (2004).
[2] MENDEZ VENEGAS, Eladio: Emigrantes a América (s. XVI – XVIII). Editora Regional de Extremadura, Mérida, 1995. Pág. 10.
[3] ARCHIVO GENERAL DE INDIAS (en adelante, A.G.I.), sección Contratación, legajo 469 A, n º 6: Bienes de difuntos: Juan de Arredondo (1613).
[4] MENDEZ VENEGAS, Eladio: Op. cit., págs. 17 y 63.
[5] Ibídem, pág. 19.
[6] Ibídem, pág. 21.
[7] SANCHEZ RUBIO, Rocío: La emigración extremeña al Nuevo Mundo. Exclusiones voluntarias y forzosas de un pueblo periférico en el siglo XVI. Junta de Extremadura, Madrid, 1993. Pág. 456.
[8] MENDEZ VENEGAS, Eladio: Op. cit., pág. 21.
[9] Idem.
[10] Ibídem, pág. 35.
[11] Ibídem, pág. 37.
[12] Ibídem, pág. 50.
[13] Ibídem, pág. 63; TEJADA VIZUETE, Francisco: “ Religiosidad de indianos extremeños a través de sus testamentos “, en Extremadura en la evangelización del Nuevo Mundo. Ediciones Turner, Madrid, 1990. Pág. 94.
[14] MENDEZ VENEGAS, Eladio: Op. cit., pág. 63.
[15] Ibídem, pág. 64.
[16] Ibídem, pág. 65.
[17] Ibídem, pág. 67.
[18] Ibídem, págs. 75 – 76; TEJADA VIZUETE, Francisco: Op. cit., págs. 111 – 112.
[19] Ibídem, pág. 79.
[20] Ibídem, pág. 79.
[21] SANCHEZ RUBIO, Rocío: Op. cit., pág. 461.
[22] A.G.I., sección Contratación, legajo 5538, libro 3, folio 140 vuelto. Citado por SANCHEZ RUBIO, Rocío: Op. cit., pág. 461.
[23] A.G.I., sección Contratación, legajo 943, n º 26: Bienes de difuntos: Juan Pérez Carrasco (1610).
[24] MENDEZ VENEGAS, Eladio: Op. cit., pág. 100; TEJADA VIZUETE, Francisco: Op. cit., págs. 102 – 103.
[25] A.G.I., sección Contratación, legajo 284, n º 1, ramo 5: Bienes de difuntos: Isabel Sánchez (1609).
[26] MENDEZ VENEGAS, Eladio: Op. cit., pág. 109.

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